Los “comentócratas”
Francisco Rodríguez lunes 4, May 2015Índice político
Francisco Rodríguez
Han sentado sus reales en la sociedad desvalida. Son sus nuevos “señores protectores”. Es una casta de mendaces privilegiados que siempre han vivido de nuestros impuestos, del presupuesto, pero rehúyen los cargos con responsabilidad y la encomienda con sanciones jurídicas de consecuencias.
Decidieron llamarse con rimbombancia “comentócratas”. Ellos sólo meten las narices “de lejitos”. Para comprometerse están los demás. Total, ellos serán sus inclementes jueces, cuando juzguen que alguien se ha equivocado, cuando no ha seguido al pie de la letra sus recomendaciones.
Nacieron para ser oídos y obedecidos, sin opinión en contra. Han cobrado durante décadas generosos estipendios a través de contratos públicos de obra, de distribución y de honorarios en cuanta empresa descentralizada, organismo cultural, oficina de relaciones exteriores, secretaría del despacho u oficina del gobierno se preste.
Fueron “necesarios” toda la vida para los gobernantes que llegaron al poder sin un barniz de entendimiento ni de cultura. Pero el caminito se lo aprendieron de memoria en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Fueron sus grandes favoritos. Sus criaturas. Unos “monstruos” a la medida.
Fue en ese período, “cumbre” para los egresados de los consistorios académicos, cuando se mimetizaron, se asimilaron plenamente a la vera del poder, como redactores, locutores, socios, “intelecuales” impresores, defensores, periodistas “orgánicos “.
Adquirieron el poder, pero también la fama de haber desvalijado de todas las empresas académicas y culturales, las revistas, los periódicos y los medios a sus ancianos protectores, después de haberles cargado el portafolios, perpetrando fraudes tipificados, pero no juzgados ni condenados por el poder.
Están considerados asesores “dorados”. Se cotizan igual que aquellos acompañantes bien dotados de legionarios romanos, que eran presumidos por sus generales en cualquier tina romana o paseo imperial. Aquéllos eran símbolo de estatus. La diferencia es que éstos producen sólo silogismos.
Con dinero baila el perro… y el “intelecual” también
Son verdaderamente insufribles. Sus cotos de caza han sido cercados, con zonas de influencia y hegemonía perfectamente establecidas, donde ninguno de sus pares puede poner los huaraches, a riesgo de parecer poco agradecido, competidor desleal de los favores del poderoso.
Están en todos los centros de poder. Gerifaltes públicos los cobijan, igual que riquísimos empresarios semi-analfabetos —o potenciales— que requieren de sus servicios, de su compañía, su imagen, de sus consejos, para parecer más ilustrados que sus similares.
Buenos gesticuladores, según la clasificación que de ellos hacía el genial Rodolfo Usigli. Personajes ficticios y embaucadores que tuvieron el cuajo de aprenderse de memoria algunos libros clásicos de la política y recitar de memoria párrafos completos, causando la admiración y el asombro de sus poderosos valedores.
Lástima que no leyeran bien El hombre mediocre, de José Ingenieros. A lo mejor les hubiera provocado la vergüenza y el remordimiento necesarios para abandonar sus “nobles” profesiones de augures de petate con las que se han enriquecido, algunos bestialmente.
Dueños de gigantescas mansiones en los callejones sofisticados de San Ángel, el Pedregal, Chimalistac, Huixquilucan, Lomas de Chapultepec, Polanco, rematadas por carísimas terminaciones art nouveau, que serían francamente envidiadas por cualquier millonario vienés.
Favorecidos a chorros de dinero por los deslumbrados mecenas que les han patrocinado obras culturales, fideicomisos, ideas que cuestan demasiado, que les editan libros, discos, viajes, conferencias, coloquios, lo que quieran, con tal de que el sello del promotor aparezca, aunque sea marginalmente. Lo importante es apoyar “al maestro”.
Ellos, sus parejas, hijos, sobrinos, y los que se acerquen al círculo familiar, tienen asegurado su destino: vivirán eternamente de las ubérrimas asesorías del aparato público o privado, que para el caso es lo mismo. Igual, se trata de que todos sean engañados.
La única condición es que se les ocurra algo, una idea novedosa, un silogismo apantallador… y encontrar algún comentarista novel de medios electrónicos que los convoque a su programa, que les preste el cacarizo un momento, para ser promovido ipso facto. ¡Y todavía les pagan!
Anonadada, la gleba hasta cree que hablan por ella
Llegan a los restaurantes y se arrellanan en un rincón. No falta comerciante “de posibles” que los aborde en busca de un rato de fama frente a la concurrencia de la ocasión, para que los favorezca con un saludo, si es como de viejos conocidos mejor. También los humores se cotizan en esta hoguera de vanidades.
Hablan con voz engolada. Tienen controladas las luces del plató y los efectos de sonido del micrófono. A eso se han dedicado toda su vida. Los oye uno y aunque no quiera, se siente transportado a un enigmático túnel del tiempo, de donde creía que ya había salido.
Son los nuevos oráculos. Los héroes de la gleba. La gente de a pie los oye pontificar y hasta llega a creer que están luchando a favor de ella. No se imagina que sea sólo un concurso de ocurrencias, una feria de posturas donde el objetivo es subir sus cotizaciones y el precio de sus estipendios.
En las provincias conquistadas por los césares harían el papel de los saduceos sacerdotes del Sanedrín, en cuanto a juzgar conductas indeseables. Sin embargo, son más parecidos a la secta de fariseos, que trataban de imponer una hipócrita austeridad.
Aquí dicen que hemos corrido con mejor suerte. Sólo han formado el tenebroso “ círculo rojo”, especie de circo romano del cerebro fementido donde se juzgan y se condenan al mismo tiempo las valías y procederes de los que publican sin su imprimatur, de los que se atreven a hacer política sin consultarlos.
Son temidas sus oraciones. Se expresan con una suficiencia, con una ampulosidad que harían palidecer a un Arconte o a una catilinaria de Cicerón. Hacen sentir a su auditorio como unos aldeanos. A cada expresión sus fans ponen cara de what?
Y es que para llegar al foro, se la pasan muchas horas ensayando sus circunloquios, las frases arrebatadas y la entonación propia de cada fustigo. Es que en cualquiera de ellas va en prenda el destino y el tamaño inmediato de sus haberes.
Hay muchos icónicos. Los más aplaudidos son aquéllos que con alguna estudiada expresión lograron enloquecer al presidente en turno, normalmente muy poco equipado en los quehaceres del intelecto. Pero como lograron fascinarlo, hoy son ejemplos a seguir.
De inmediato, fueron nombrados embajadores, grandes asesores, prestidigitadores de la administración, reformadores de la conducta, rectores de universidades, contralores de la justicia, oidores de los derechos humanos, supremos árbitros electorales, supervisores impolutos de la transparencia… sin tener el mínimo contacto con las materias, ni la más puta idea de la burocracia que iban a dirigir.
Cuando abandonan el cargo, aunque lo hayan dejado desprestigiado, dolido y para el arrastre, si son cobijados por los medios, se convierten en los obligados referentes del sistema. Dueños de sus secretos, aunque todo les haya pasado de noche.
Índice Flamígero: El ánimo nacional está decaído, mientras los partidos políticos se frotan las manos a la espera de los dineros de los contribuyentes, tras la charada de elecciones.