El interés de la nación
Freddy Sánchez martes 21, Mar 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
¡Chivo brincado, chivo pagado..! Si hemos de entender ese dicho como un intercambio justo y puntual entre el que da y el que recibe, no puede haber mejor forma de gobierno, a fin de garantizar el reparto de la riqueza nacional sin desviaciones ni abusos.
Para que todo sea ganar, ganar. Con empresarios haciendo buenos negocios al tiempo de compartir sus ganancias con generosidad, en beneficio de sus trabajadores y la sociedad con un pago de impuestos correcto. Lo que se traduciría en legítima expresión de la justicia social.
Aunque, esto último más que realidad ha sido un mito alentado por la demagogia política y perpetuado sexenio a sexenio con prácticas voraces y corruptas de una minoría pudiente en detrimento de la mayoría impotente.
Los ultramillonarios, con la complicidad de sus “paleros” en distintas áreas de gobierno son en su conjunto los responsables de que se mantenga y acrecente cada vez más la quiebra económica familiar en millones de hogares mexicanos, amén de que los pobres más pobres sigan sin ser verdaderamente sacados de sus extremas miserias.
Desde la época colonial, después con la Independencia, la Revolución y durante todos los gobiernos tenidos hasta nuestros días, los abusos del poder para favorecer intereses económicos de unos cuantos, no han cambiado mucho en diversas esferas de actividad y en otras no han cambiado nada.
La constancia de ello, es que en los tiempos actuales se siguen dando escandalosos hechos de corrupción por parte de políticos y magnates de los negocios, los más de ellos gozando de impunidad, aunque en algunos casos se proceda al decomiso de bienes mal habidos.
Por esa razón, lógicamente, poca gente cree en la honestidad de los políticos (sean de la extracción ideológica o partidista que sean), y si a pesar de ello se le ve repetir en uno y otro cargo electoral, eso se debe a que tristemente no hay nuevas opciones de las qué echar mano para esos puestos.
Viejos políticos, hijos, sobrinos, esposas, primos, compadres y amigos de esos políticos prácticamente constituyen la única oferta electoral en el país, incluyéndose en esta plataforma a la mayoría de los aspirantes independientes, que salvo honrosas excepciones surgieron de los mismos lodos de la desprestigiada política partidista, cuyos actores se resisten a dejar el poder en gente distinta a sus aliados, incondicionales y grandes contertulios del banquete de la corrupción.
Bajo este esquema (corruptor y corrupto), como es de temer en los procesos electorales por venir, incluido el de la sucesión presidencial del 2018, difícilmente se dará un resultado distinto para México, al que por tantísimos años hemos constatado después de cada elección.
Tratando de no caer en extremismos, en los últimos tres sexenios, no se pueden negar que hubo y hay cambios de un corte positivo, pero es obvio que persisten vicios, falta de entrega de muchos políticos en aras de romper con lo injusto y en buena proporción lo que se decide y se hace no va más allá de un afán de mantener intactos infinidad de intereses deshonestos que reditúan fabulosas ganancias de la corrupción.
Por eso, no sería exagerado decir que con los mismos políticos y sus mismos malos hábitos (alentados por la demagogia y corrupción imperante), no se puede aspirar a un cambio que en efecto favorezca antes que nada y por encima de todo el interés de la nación.