Re-educación
¬ Javier Cadena Cárdenas miércoles 29, Mar 2017Termómetro
Javier Cadena Cárdenas
Es lugar común decir que se es política, social y culturalmente correcto cuando se externa lo que el ciudadano quiere oír o leer, o ver en el caso de la imagen.
Y eso es lo que sucede con la película “Un padre no tan padre”: que es una propuesta y una visión acorde a este país que se vive hoy en día.
Y eso no es decepcionante, al contrario, hasta resulta grato que así sea, y es que esta cinta protagonizada por Héctor Bonilla y Benny Ibarra de Llano, aborda los diversos rostros de la realidad nacional.
La cinta está enmarcada en ese juego dialéctico que va de la intolerancia a la tolerancia, en donde la primera está representada por un personaje del sexo masculino de poco menos de 90 años de edad, quien con el poder del dinero se daba el lujo de tener supuestos lujos, entre ellos el de maltratar a la gente que por azares del destino está a su alrededor.
Y la segunda parte de este juego, también está representada por el mismo personaje, quien durante el desarrollo de la historia tiene un proceso de re-educación debido a la realidad que enfrentó una vez que perdió su fortuna, y ya en la pobreza su única opción de sobre vivencia fue refugiarse con su hijo menor, de 45 años, quien por la infancia que vivió de abandono e indiferencia paterna, nunca había compartido con sus seres queridos que su papá vivía.
La casa a donde tuvo que ir a vivir está habitada por una familia compuesta por su hijo y su mujer, que no esposa ya que no están casados, por su nieto, hijo de una relación anterior de su propio hijo, una pareja cubano-brasileña, una pareja inglés-estadounidense, una pareja gay, y dos hermanos jóvenes -mujer y hombre-, uno de los cuales cultiva y consume mariguana da manera medicinal toda vez que, se sabe casi al final de la cinta, padece cáncer.
Esta nueva realidad, conocida por un sacerdote jesuita, lo hace cambiar, aunque poco a poco y golpe tras golpe, de la intolerancia a la tolerancia, de la cerrazón a la apertura y a la aceptación de los otros, y aunque muere el joven que padece cáncer, el final de esta historia puede considerarse feliz, y la invitación a verla se hace obligatoria toda vez que retrata uno de los rostros del México de hoy -el tolerante-, y que, a decir verdad, aunque sea de manera lenta y re-educando a muchos, se impondrá a los demás rostros de la realidad nacional.