Un narcofiscal
Alberto Vieyra G. martes 11, Abr 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
El gobernador de Nayarit, Roberto Sandoval, y su ex fiscal narco, Edgar Veytia, preso en EU por el tráfico de estupefacientes, le acaban de dar la puntilla al PRI en ese estado que tendrá elecciones el junio próximo.
La detención de Veytia, conocido en los bajos mundos como “El Diablo”, evidencia nuevamente que las mafias del crimen organizado están metidas en el gobierno.
¡Siempre es lo mismo! Siempre aparece algún funcionario o policía coludidos con mafiosos.
La tesis de los estudiosos es que el Estado tiene la obligación de garantizar las vidas y los bienes de los mexicanos, sea cual sea su actividad o credo, siempre que se dediquen a actividades lícitas. Los mexicanos no tenemos quien nos defienda, porque vivimos en un Estado fallido, en el que las mafias cohabitan con funcionarios.
Para los nayaritas era un secreto a voces, que Veytia andaba en malos pasos, y el único que se hacía de la vista gorda era el gobernador, Roberto Sandoval, quien a ojos cerrados lo nombró fiscal del estado de Nayarit, para que le hiciera el trabajo sucio, quitándole de en medio a enemigos políticos y que ultrajara la dignidad de particulares e incluso de representantes de los medios de comunicación, a los que siempre trajo entre ceja y ceja.
Este átomo de la comunicación recibiría cuando menos tres amenazas de muerte, procedentes de Nayarit sólo por la defensa que hice durante tres años de los ejidatarios de La Cruz de Huanacaxtle, en Bahía de Banderas. También los representantes de la casa editorial El Faro y otros medios vivieron bajo amenazas.
Sí, Edgar Veytia era un auténtico capo, o si usted quiere, un narcofiscal. Que metía a la cárcel a cualquier ciudadano honesto que representaba un peligro para el gobierno y los cárteles del narco.
Sólo Roberto Sandoval se dijo “sorprendido” y no saber nada de nada de nadie y la verdad, eso que se lo crea su abuelita. Seguramente que tendrá que leer una y otra vez la célebre fábula del italiano, Carlo Collodini, de “Pinocho”.
Pero esas conductas de mentiras y personalidades dignas del estudio psiquiátrico, que las analicen los sociólogos y demás, lo que los periodistas tenemos que analizar es el grave fenómeno de la delincuencia organizada que ha penetrado a todos los círculos de la partidocracia, que día con día aparecen coludidos con las mafias.
Sí, en efecto. Los mexicanos por no leer y tener, como los finlandeses, la capacidad de análisis, estamos eligiendo a criminales para llevarlos al poder, y con ello estamos cavando nuestra propia fosa.
En Finlandia, el país más culto de la Tierra, los ciudadanos saben distinguir entre una prédica verdadera y un discurso demagógico. Por ello, vomitan a los corruptos.
¿No cree usted que ya es justo y saludable para la República, enterrar en una de esas fosas comunes de la historia a esa venenosa partidocracia y a su corrupta y demagógica democracia representativa que enarbola?