Misterio de las urnas
Freddy Sánchez martes 9, May 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Desde aquel apretado (más bien controvertido y cuestionado), triunfo electoral del PRI con Carlos Salinas de Gortari frente a Cuauhtémoc Cárdenas, la expresión electoral de los mexicanos tiende a convertirse en una incógnita cada vez más difícil de desentrañar.
El priísmo de entonces se impuso “a rajatabla”, (tras la extraña caída del sistema de cómputo contabilizador de los votos), pero a partir de ese momento la voluntad de los votantes comenzó a dividirse con un decremento notable en favor del Revolucionario Institucional.
Seis años después, con Zedillo como inesperado abanderado emergente del tricolor (en sustitución del victimado Luis Donaldo Colosio), el PRI ganó prácticamente “sin despeinarse”. Aunque hubo un notorio descenso en la participación ciudadana a la hora de votar. No se alcanzó el 50 por ciento del total de votantes con credencial de elector para hacerlo.
El desánimo (frustración o desesperanza) de la mayoría nacional para nombrar sucesor presidencial comenzó, lo que podría definirse como un tracto sucesorio de similares características a futuro.
Pese a que el hartazgo contra el PRI dio el arribo a Los Pinos al panismo, primero con Fox y luego con Calderón hasta el nuevo regreso del priísmo en la presente administración, una nueva realidad electoral se mantiene en activo.
La disputa por el poder presidencial es cosa de la incitación, domesticación, seducción o una manipulación circunstancial, dependiendo de los momentos que se viven, en la que el abstencionismo a veces es mayor que la voluntad electoral de los que se deciden a elegir presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
Fox ganó sin mayor problema ante un priísmo desacreditado y aborrecido socialmente, pero no fue el mismo caso de Calderón, que apenas le pudo arrebatar el triunfo a López Obrador, (después de aquella discusión y airadas protestas en las que se reclamaba un recuento voto por voto y casilla por casilla), que no prosperó por veredicto inapelable del Tribunal Federal Electoral en favor del panista y millones y millones de compatriotas ausentes en las urnas.
Peña Nieto obtuvo un triunfo menos controvertido, en realidad bastante claro frente a su opositor más cercano (otra vez López Obrador), pero con una evidente tendencia abstencionista de la mayoría electoral.
De hecho, ninguno de los abanderados en aquella contienda presidencial, por sí solo logró superar en su favor la cifra de los que no votaron, anularon su voto u optaron por alguien distinto a uno de los tres principales aspirantes, postulados por el PRI, PAN y PRD.
Las tres mayores fuerzas políticas de antaño, que ahora enfrentarán a una nueva y posiblemente sustituta del perredismo, el partido justamente creado por Andrés Manuel López Obrador.
Un personaje de grandes polémicas en su derredor. Salvador y mecenas para sus incondicionales y millones de seguidores, que en las dos pasadas elecciones tuvo en contra un radicalismo opositor absolutamente superior frente a los que le daban su respaldo. Nada más lejos de un líder que en verdad mueva multitudes. Al menos no en la cuantía suficiente para considerarlo muy por encima de quienes en la actualidad y antes de este presente los rivalizaron en la búsqueda de la primera magistratura de la nación.
Así que de mantenerse la tónica de los últimos tiempos electorales, el ganador de la presidencia en el 2018, será quien cause menos desagrado entre los electores que si votan y nadie sabe en qué sentido lo harán como parte del contemporáneo y gran misterio de las urnas.