Sangre de jóvenes
Augusto Corro viernes 29, Oct 2010Punto x Punto
Augusto Corro
Los jóvenes se convirtieron en el centro de las venganzas de los narcotraficantes. En los dos últimos años, 132 muchachos resultaron muertos en diferentes estados.
En menos de diez días ocurrieron cuatro masacres, las víctimas, en algunos casos, recibían tratamientos para alejarse de la drogadicción.
La última matanza se registró en el Distrito Federal, específicamente, en Tepito. Un grupo de sicarios mató a seis jóvenes en la madrugada de ayer. La policía supone que se trata de problemas relacionados con la venta de estupefacientes.
Un día antes, en Tepic, Nayarit, en un local de lavado de autos, 15 personas fueron acribilladas a tiros. En su mayoría, se trataba de jóvenes adictos a las drogas de un centro de rehabilitación contiguo al lugar del multihomicidio.
Relación de masacres:
31 de enero de 2010. En Salvarcar, Ciudad Juárez, un grupo de sicarios irrumpió en una fiesta y asesino a 16 jóvenes. Ese mismo día, en Torreón, Coahuila, fueron ultimadas a tiros 10 personas entre 18 y 29 años de edad, en un bar.
15 de mayo de 2010. En Torreón, un grupo armado asesinó a 8 jóvenes.
18 de julio de 2010. En Torreón, 17 jóvenes perdieron la vida a manos de delincuentes que llegaron a la Quinta Italia Inn, donde se efectuaba una fiesta.
23 de octubre de 2010. En Ciudad Juárez, un grupo armado mató a 11 adolescentes que participaban en un convivio. Los hechos ocurrieron en el fraccionamiento Horizontes del Sur.
24 de octubre de 2010. Tijuana, Baja California. En esta ciudad fronteriza fueron asesinados 13 hombres en un centro de rehabilitación para adictos a las drogas, El Camino, A.C., en la colonia Buenos Aires.
Este incontrolable derramamiento de sangre daña a uno de los sectores más importantes de una sociedad: su juventud que ahora se encuentra sin rumbo y a merced de las tentaciones que le ofrecen los narcotraficantes: dinero y poder.
Causas: la falta de empleo, de escuelas y de oportunidades para desarrollarse como persona son algunos de los ingredientes que mezclados producen sicarios al servicio de la delincuencia, burros, narcomenudistas o simplemente consumidores. Muchachos que no tienen otra salida que enrolarse en las filas de la delincuencia.
Ya se esperaba esa serie de matanzas de jóvenes. Gente especializada en el estudio del comportamiento de las sociedades pronosticó el caos, debido a que en México no se atendieron los reclamos de la juventud.
Los resultados son esos ejércitos de personas que ni trabajan ni estudian conocidos como “ninis”. Son legiones de gente desperdiciada que no encuentra la manera de acceder a escuelas de educación superior o de conseguir algún empleo.
Y si la juventud no encuentra oportunidades, la situación se complica. A ellos se suman los adultos que no tienen acceso a las fuentes de empleo. Por ese motivo, toman el camino del comercio ilegal que los convierte en vendedores de artículos pirata.
Claro que la familia juega un papel muy importante en la educación de los hijos; pero que se puede hacer, cuando los gobiernos municipales, estatales o federales se resisten a establecer campañas preventivas contra las drogas a crear programas sociales integrales que los alejen definitivamente de los vicios.
En las grandes ciudades faltan campos deportivos. Las autoridades prefieren construir unidades habitacionales en lugar de establecer áreas verdes, campos deportivos, para que los jóvenes encuentren otras maneras para no caer en las garras del vicio.
En la estrategia de los gobiernos contra el uso de las drogas no se nota la contundencia ni la efectividad para combatirlas. Además del enfrentamiento de la fuerza pública contra los delincuentes, se deben crear nuevas instituciones para la guerra. Por ejemplo, una oficina, a nivel de Secretaría de Estado, para la atención y protección de los jóvenes. Una dependencia que se dedique a promover, en serio, el empleo y a crear universidades. La educación es determinante para el desarrollo; sin embargo, en México, se encuentra en manos de líderes políticos y de funcionarios venales que poco o nada les interesa el tema.
Mientras, los hechos sangrientos, los secuestros y todo lo inimaginable ocurren en un país, cuyos gobiernos panistas se equivocaron en sus estrategias. El propio Felipe Calderón Hinojosa le reprochó a su antecesor, Vicente Fox, el no haberse enfrentado a la narcodelincuencia.
La luchas entre los propios cárteles y el gobierno contra éstos, afectan considerablemente al turismo y a otras actividades de la vida económica. En algunas ciudades y estados controlados por la delincuencia, la actividad cotidiana dio un giro de 360 grados. Se encuentra paralizada y la sociedad vive aterrorizada.
Por ejemplo, en Acapulco, el presidente municipal interino, José Luis Avila exhortó a la sociedad, en general, a no salir de noche por la inseguridad que priva en ese puerto, donde la ola de violencia continúa. Continuamente aparece gente asesinada. Las balaceras se registran a cado rato. En los últimos días fueron secuestrados 20 turistas michoacanos. Se ignora su paradero. Y así como ocurre en Acapulco, la situación se repite en otras ciudades como Cuernavaca, donde se canceló también la vida nocturna.
Otras ciudades de Chihuahua, Tamaulipas, Sinaloa, Michoacán viven tiempos de zozobra. La delincuencia superó a la fuerza pública y la sociedad se encuentra, de plano, a merced de la narcoviolencia.
Volvemos a lo mismo. México vive en un callejón sin salida. El principal consumidor de drogas, Estados Unidos, no tiene interés en frenar la venta de armas a la delincuencia. Esta no se conforma con el uso de rifles de asalto para asesinar a sus enemigos, ahora utiliza granadas de mano explosivas, como si se tratara de chinampinas en temporada navideña.
En fin, no hay esperanzas de que termine el derramamiento de sangre de los jóvenes. El cinismo, indolencia o ineptitud de los gobernadores refleja que las masacres continuarán por mucho tiempo.