Estamos peor que nunca
Freddy Sánchez jueves 3, Ago 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Qué será mejor o menos malo en cuestiones políticas y de seguridad. ¿Estar como estamos o volver a como estábamos?.
Lo de hoy salta a la vista: una presidencia acotada. El Poder Legislativo fraccionado entre las fuerzas partidistas. Acciones de gobierno, que podrán satisfacer a ciertos grupos y sectores, pero no a la mayoría, en particular por ese constante pleito, muchas veces tramposo de los actores y personeros de la política, afanosamente prestos a mantener y acrecentar sus posiciones en los tres poderes de la Unión.
En cuanto toca al rubro de la estabilidad y seguridad social: una lucha sangrienta entre nuevos jerarcas de poca monta disputándose el territorio en busca de llenar los vacíos que dejan continuamente los otrora poderosos grupos delictivos, ciertamente diezmados (en lo que se refiere al control monolítico de unos cuantos sobre la delincuencia organizada), pero sin que las actividades dedicadas al delito se hallan visto mermadas.
Y justamente por esta razón, tardan más en caer presos o morir a balazos de autoridad algunos capos delictivos, que en ser inmediatamente acaparados sus dominios criminales por parte de los que antes eran sus secuaces o integrantes de pandillas delictivas pertenecientes a otros cárteles igualmente pulverizados en su mando central por los actos institucionales que no cesan y son cada vez más vigorosos, pero no logran desarticular a los nuevos grupos delictivos en operación.
Así que la consumación de delitos (incluidos los que más agravian a la sociedad, como el secuestro de personas productivas, su inmisericorde asesinato, a pesar del pago de un rescate, el tráfico de niños y jovencitas para su prostitución o venta de órganos y naturalmente el cobro de exacciones para permitir que cualquier mediano o pequeño empresario pueda continuar con sus actividades comerciales o de producción), no sólo persisten con el paso de los años en nuestro país, sino que se incrementan y son más violentos y a plena luz del día.
Y los políticos, ocupados como están la mayoría, en no perder sus cotos de poder amparados en siglas partidistas, regularmente y con desfachatez en ciertos casos, dedicados a promover negocios de la corrupción, ni sudan ni se acongojan y, obviamente, no buscan ni encuentran las soluciones a los males que se derivan de tener a una delincuencia tan proliferante como desperdigada y por lo mismo gozando de impunidad, ya que si acaso algunos criminales pagan por sus fechorías terminando presos o muertos, miles y miles más aparecen de la nada para seguir con su escuela delictiva.
Pensar pues en el regreso a los tiempos en que el hampa estaba bajo el control de algunos funcionarios, capaces de imponer cierto orden en los asuntos criminales (en virtud a sus “arreglos” con los capos de las organizaciones hamponeriles), lo que al menos dejaba a su paso menos violencia y muerte, seguramente parecerá una locura.
Con la delincuencia, ningún trato puede ser bien visto por la sociedad y por ello consentir que haya políticos que se permitan la infamia de tratar con criminales para regular las actividades de estos individuos, en aras de autorizarlos a delinquir bajo una marco regulatorio que favorezca la práctica de unos delitos y de otros no.
Los justo, correcto y necesario es que el imperio de la ley se imponga sin ninguna clase de concesiones hacia los infractores para que estos reciban el castigo que se merecen.
Por desgracia eso sólo podría ocurrir en el México de nuestro ideales con cero corrupción política y un auténtico servicio público en todos los cargos gubernamentales (que ojalá algún día veamos crecer), puesto que de momento como se están dando las disputas y desacuerdos en los asuntos políticos con efectos institucionales, lo innegable y trágico es que en cuestiones de seguridad estamos peor que nunca.