El pecado original de los tiranos
Alberto Vieyra G. lunes 18, Dic 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Agustín de Iturbide y Arámburu, el primer emperador de México, sostenía la infame tesis de que, para gobernar a la República, sólo se podía lograr mediante el apoyo de la Iglesia católica, la oligarquía empresarial y el Ejército, en lo que no pocos historiadores y estudiosos han dado a llamar “El pecado original”.
Sí, Iturbide creía ciegamente que, con la militarización de la política y el país, cualquier régimen tirano se mantendría en el poder, a punta de balas y bayonetas.
Otro gobernante que sigue creyendo en el pecado original se llama Enrique Peña Nieto, quien acaba de dar licencia al Ejército, para que combata a los integrantes del crimen organizado, pasando por encima de los derechos humanos y actuando como tirano, equiparable a Victoriano Huerta Márquez, quien en 1913, llevó a México a la peor masacre de que se tenga memoria con más de un millón de muertos, desatando la segunda etapa de la Revolución mexicana, tras la traición y asesinato de quien lo colmó de ascensos, Francisco Ignacio Madero González.
En 1914, Huerta, con un país militarizado, quitó a gobernadores electos poniendo a sus incondicionales esbirros, según él, para pacificar al país.
Se produjeron asesinatos abominables como el del senador y doctor chiapaneco, Belisario Dominguez, quien durante la histórica sesión del 17 de septiembre de 1913, pronunció, desde la más alta tribuna de la nación, un discurso histórico en el que exigía al Senado, mandar al usurpador Huerta a la rechintola, como la única vía para acabar con el baño de sangre que azotaba al país, y no bajaba de traidor y asesino al gobernante de origen huichol, quien asesinó y traicionó a quien lo había colmado de ascensos, don Francisco Ignacio Madero González.
Esa noche, Belisario Domínguez fue sacado de un pequeño hotel en el que se hospedaba en las calles de Donceles y llevado al panteón de Xoco, donde fue asesinado, tras haberle cortado la lengua.
¿Por qué hago historia? Porque, lamentablemente, la historia se repite.
El pasado viernes, los senadores priístas y sus rémoras del partido verde, aprobaron en el Senado, la Ley de Seguridad Interior, que faculta al Presidente de la República, a gobernar con bayonetas, dando a los militares licencia para matar sin haber escuchado a organismos defensores de los derechos humanos nacionales e internacionales, como la ONU y la CNDH. Qué nefasto precedente para el Senado.
En esa sesión, la senadora Laida Sansores San Román, pronunció un discurso al más puro estilo de Belisario Domínguez, que me estremeció. Sin ambages, habló de que dicha ley, “es una ley mierda que militariza al país y da manga ancha para que el Ejército mate sin necesidad de averiguar. A Peña Nieto, no lo bajó de “un gobernante tirano, con entrañas de gallina al servicio de Estados Unidos”. Con ese discurso histórico, con muchas cosas de varón y dientes, la senadora Sansores hará historia, y sólo falta esperar que no vaya a correr la misma suerte que Belisario Domínguez.