Adiós a la corrupción
Freddy Sánchez jueves 22, Feb 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
No, pues ahora sí, que “agarren sus maletas” todos los pillos porque la corrupción en México recibió condena de muerte.
Los tres principales disputantes del derecho a albergarse en Los Pinos, a la salida de Enrique Peña Nieto, lo dijeron fuerte y claro.
López Obrador (puntero en las encuestas sobre preferencias electorales), Ricardo Añaya (el segundo en los sondeos de opinión) y José Antonio Meade (tercero en las intenciones de voto para Presidente de la República, según las susodichas encuestas sobre preferencias de electorales), fueron sobradamente explícitos en sus advertencias contra los corruptos.
Terco, necio y loco dijo el tabasqueño que sería para combatir el principal y más repudiado de los males nacionales: la corrupción.
“Yo sí voy a terminar con el pacto de impunidad. No habrá venganza, pero sí justicia. El que la hizo la va a pagar”, aseguró el candidato presidencial del frente que integran Acción Nacional, el Partido de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano: el joven Anaya.
Y por supuesto, el abanderado del PRI, José Antonio Meade, no se quedó atrás, reiterando su voluntad de combatir la corrupción de manera implacable, asegurando que su gobierno no dudará en atender los reclamos de justicia, escuchando el profundo malestar que causa la corrupción que lacera la vida de México y ofende la dignidad de los mexicanos.
Así que no hay vuelta de hoja: la corrupción en territorio nacional tiene los días contados.
Eso, ciertamente, en caso de que más allá de la euforia discursiva de los actos de aceptación de sus candidaturas presidenciales, los tres principales con posibilidades mayores de suceder a Peña Nieto, cuenten con un plan de acción, concreto, eficaz y distinto de lo que hasta ahora se ha prometido en nuestro país, a efecto de ponerle un “basta ya” a la corrupción en todos los órdenes sociales. Sector público y privado, por igual, inequívocamente, requieren un “limpia” cabal contra toda práctica de corrupción.
Y como es natural, eso no se logrará con retóricas electorales.
Terco y necio habría que ser (recurriendo a las mismas palabras que utilizó López Obrador), para no reconocer que los actos de inmoralidad no son exclusivos de los adversarios políticos, puesto que se dan tanto dentro como fuera de los propios entornos partidistas, a cargo de aliados, amigos, familiares y compadres.
En ese sentido es que, el que pretenda combatir la corrupción ajena, no puede ignorar la que le sea cercana.
Justo por ello, es que si como el señor Ricardo Anaya lo dijo: “yo sí voy a terminar con el pacto de impunidad”, lo primero que tendría que hacer es plantear claramente las acciones que emprendería su gobierno, en caso de llegar a la Presidencia, a efecto de que como él también expresó: “el que la hizo la va a tener que pagar”.
Y en ese sentido, no se puede estar pensando sólo en ir contra la corrupción de los de tienda de enfrente, sino en forma simultánea actuar contra la inmoralidad de propios y extraños.
Lo cual, necesariamente, tendría que hacer José Antonio Meade, el candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional, que se comprometió a ver y escuchar las expresiones de molestia y decepción en materia de impunidad y corrupción.
Máxime si consideramos que en alocuciones previas al acto en el que recibió la candidatura priísta a la primea magistratura de la nación, detalló qué hacer exactamente en caso de ganar la Presidencia.
Una reforma legal para recuperar el dinero de la corrupción, certificar el origen lícito del patrimonio de los servidores públicos, sanciones más severas a funcionarios deshonestos, además de que en el combate a la delincuencia se comprometió a quitarles el dinero a los narcotraficantes y retirarles las armas.
Para no dejar duda alguna sobre su voluntad de acción contra la corrupción, Meade fue más que contundente, al señalar que el que no pruebe que es legítimo lo que tiene, que lo pierda.
Que duda podría quedar entonces de que contra la corrupción no hay marcha atrás.
Sea quien fuere el futuro presidente, la lucha contra la deshonestidad será una prioridad. Eso lo deben tener más que claro los tres que más han acaparado los reflectores en torno a la sucesión presidencial.
Y ahora, sólo faltaría preguntar: quién es el que logrará convencer a los electores de que cuenta no sólo con discursos alentadores, sino con planes concretos de acción para cumplir sus promesas de campaña.
Tal cosa, lógicamente, lo veremos conforme se acerque el día de las elecciones presidenciales y cualquiera de los tres que figuran como prospectos a llegar a Los Pinos, acumule más votos a su favor que sus contrincantes, suponiendo lógicamente que entre los candidatos independientes a la Presidencia, ninguno logre superar a López Obrador, Ricardo Anaya o José Antonio Meade.
Los tres principales “gallos”, que por lo pronto se han dedicado a interpretar la misma canción de adiós a la corrupción.