Para qué arriesgarse
Freddy Sánchez martes 10, Jul 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Un atento aviso a la cordura: la vida no vale nada.
Eso que José Alfredo Jiménez cantó a Guanajuato para terrible desgracia de este país, inequívocamente, está vigente a lo largo y ancho del territorio.
Baste recordar, además, la anulación de una vida en plena pujanza contra el abuso del poderío económico norteamericano: la de John F. Kennedy.
Y sin ir tan lejos, el asesinato de Colosio, acribillado a mansalva en un acto público por las balas de un solo individuo, aunque se siga sospechando de la autoría intelectual de una mafia del poder.
El hecho es que “el horno no está para bollos”, en cuestiones de seguridad en México y es preciso proteger la vida del primer mandatario de la nación. El que está en turno, Enrique Peña Nieto, y el que llegará a fin de año, por el decreto de las urnas, Andrés Manuel López Obrador.
Nada más hay que imaginarse el caos que provendría de un gobierno “descabezado” por las organizaciones delictivas y sus conexiones de alto nivel y falsamente honorable conducta como pudiera ser el caso de ciertos magnates de “cuello blanco” dispuestos a desquiciar la marcha de la nación, en caso de sentir amenazados o afectados sus intereses macroeconómicos.
Por eso es indispensable salvaguardar la vida hasta él último día de su mandato del actual jefe del ejecutivo, y naturalmente, la del que se hará cargo de sustituirlo en ese puesto.
Loable podrá ser la intención de Andrés Manuel, poniendo su seguridad personal a cargo primordialmente del pueblo, ( los que lo eligieron, quienes se opusieron a su mandato y los que no votaron por nadie), aunque si bien se trata de dar una muestra de confianza y una nueva dirección de gobierno con el desplazamiento del Estado Mayor Presidencial en la custodia de la figura presidencial, a partir del primer día de iniciada su encomienda, justo y necesario es puntualizar varias cosas.
Entre otras que la seguridad del presidente López Obrador, cuando llegue a serlo formalmente en plena actividad, (y desde ahora incluso siendo el sucesor en espera de confirmación absoluta y legal para el comienzo de su mandato), es menester que esté bajo escrupulosa protección de un cuerpo de élite, altamente especializado, competente y bien armado.
Elementos de seguridad que gocen de buena reputación profesional y personal y cuyos antecedentes escolares, vecinales, laborales y familiares estén a salvo de suspicacias respecto a conductas adictivas por consumo de drogas y cualquier relación con sujetos sometidos a indagatorias judiciales o procesos penales en su contra.
Cincuenta asesinatos de políticos durante las campañas recién concluidas, los aproximadamente cien periodistas muertos, autoridades gubernamentales en ejercicio inmisericordemente ametralladas con un lamentable saldo de muerte o heridas graves, amén de la escalada de crímenes contra elementos policiacos, soldados y marinos durante la sangrienta lucha contra las mafias delictivas en México, obligan a extremar medidas de seguridad en torno al principal encargado de los asuntos institucionales.
Más en el caso de Andrés Manuel, si como toda la nación espera y le demandará, (simpatizantes y no simpatizantes de su candidatura presidencial triunfadora), en cuanto asuma el cargo a la primera magistratura y deba dar forma y comenzar seriamente a confrontar la corrupción que ofreció erradicar para constituir una fuente primordial del financiamiento de su gobierno. Una acción con clara dedicatoria contra mafiosos y magnates del dinero, que es de temer que reaccionen bestialmente, a no ser que opere una especie de nuevo trato de complicidades, en la que la violencia sea minimizada con nuevos acuerdos entre hampones y autoridades.
Claro que eso sería un vil engaño , que nadie puede desear que suceda, y justamente por ello, el cumplimiento de la palabra empeñada contra la corrupción sin adecuada seguridad que lo proteja, inevitablemente convertirá al futuro presidente en un fácil blanco de agraviados y agresores en potencia. Así que para qué arriesgarse.