Adán en edén
Humberto Matalí Hernández viernes 29, Jul 2011Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
“Las fuerzas del orden sólo crean más
desorden. No hay autoridad. Los criminales
Se vuelven, donde pueden, gobierno…”
Carlos Fuentes “Adán en edén”
Es el regreso del cinematográfico “Charro negro” o el caso del escritor que retorna a “La región más transparente”, para encontrar a su ciudad, el DF, a su país México, y a su cultura mexicana destruidos, devorados por la globalización, el narcotráfico y la corrupción policíaca y política como forma de gobierno. Carlos Fuentes (1928), sitúa en su más reciente novela, con sarcasmo nacional, a Adán en el decadente paraíso nacional, donde no hay ya transparencia del aire, sino lo tenebroso, escatológico y corrupto provocados por el sistema político de derecha y empresarios unidos a delincuentes y enemigos sociales.
Con inusitada claridad Carlos Fuentes crea una obra contrastante con la literatura de la globalización, que es superficial, vacua con estupidez insólita. Por ejemplo, las de moda novelas de vampiros metrosexuales, acompañados de vampiresas modelos de “Voge” anoréxicas y sin la malicia sensual de los imaginados por Bryan Stoker o novelas de supuestos investigadores doctorados e intelectuales que de pronto se convierten en agentes 007 a la Ian Fleming. Se destacan por lo mal escritas y peor traducidas. También en español aparecen obras sin el sabor que dignificó a la literatura latinoamericana en el “boom” de lo mágico maravilloso, del cual por cierto formó parte Carlos Fuentes. La mayoría son obras de superación personal o escándalos políticos, desechables sexenalmente. Aún los libros sobre el Bicentenario, con pretendidas revisiones históricas, son de una hueca solemnidad de aspirantes a presentar la neohistoria. Se salvan las obras de Paco Ignacio Taibo II, pero no las de reivindicación de Porfirio Díaz y en el abuso histórico, hay por ahí un supuesto historiador, de cuyo nombre no hay que acordarse, que defiende al sanguinario dictador Victoriano Huerta. Esos se pasan de acumulación de estulticias. Por no decir algo peor.
En esta nueva novela, Carlos Fuentes recupera el estilo de lo real maravilloso. Aparece un niño con alas de ángel, falsas, como la peluca rubia y los mensajes que en una esquina de Insurgentes, al estilo de los limpiaparabrisas, lanza proclamas, oraciones y discursos, también una anciana habitante de cuevas secretas en el bosque de Chapultepec, hechicera y pitonisa, cual diosa tenochca, sobre lo que sucede en el edén de Adán Gorozpe, que es el DF, la “capirucha”, la ciudad de México, la capital o la vascoliana región más transparente del aire, brumosa de miseria, delincuencia y asesinatos oficiales. La miseria destruye a las clases medias y convierte la gran parte del Valle de México en una enorme ciudad perdida, donde los corredores de la gente bien, los ricos, los millonarios acaparadores y especuladores conviven con los grandes delincuentes, en una promiscuidad vergonzante. Son los únicos poseedores de dinero logrado con la explotación humana, tanto laboral como social, bajo los negocios con las trasnacionales de la globalización.
El maestro Fuentes juega con la verdad, con certeza y verosimilitud para lograr y llevar las situaciones actuales a los extremos del futuro inmediato, por eso la explicación de: “Esta novela pasa mañana” cuando en verdad sucede hoy, en la simple lógica de ampliar el presente. Pero también hace mofa y sarcasmo de los notables que lo envidiaron y atacaron en los años iniciales. Con la ventaja de llegar a los 80 años, describe al personaje, cual Zeus de la poesía, Maximino Sol, identificable con Octavio Paz, rival de Carlos Fuentes por el Nobel y en otras cuestiones más. “Maximino Sol era un gran escritor, también ejercía una especie de tiranía fascinante sobre la literatura mexicana, acaparando la publicación de revistas y, a través de sus discípulos y a llegados, las reseñas críticas en los periódicos.” Lo mismo hace con unos de los ayudantes, del que dice, firma sus artículos y poemas como “Luna”, en una obvia referencia a varios de los satélites de Octavio Paz, pero en especial de Enrique Krauze, al que describe como “un hombre ligeramente sobrado de caderas…”.
Al lado de esos juicios, Carlos Fuentes también los aplica a los políticos y empresarios, así como a los responsables de la seguridad nacional. Con facilidad se identifican los personajes oficiales, desde el presidencial para abajo en seguridad policíaca, convertidos en verdugos de la sociedad. Con situaciones en donde se protege a los delincuentes, a los narcotraficantes y secuestradores, pero se encarcela a trabajadores, empresarios y dueños de pequeños negocios, además de someterlos a la extorsión de los policías. En esta novela el escritor octogenario demuestra su enorme juventud creativa ante la derechización de México y su gobierno. Y es que Adán no vivé ni vivió en el edén. Lo hizo en “La región más transparente” por culpa de Carlos Fuentes.
En la excelsa novela de “Adán en edén” el escritor, quizá el mejor de México en estos tiempos, no se imaginó ni incluyó una situación tan esquizofrenica como la sucedida la semana pasada en la política mexicana. No se le puede acusar de espectáculo de circo, porque los actores circenses son muy respetables y arriesgan la vida y demuestran habilidades inconcebibles en los políticos mexicanos. Lastima por la visión profética literaria del maestro Carlos Fuentes. Pero para una novela futuras o una narración corta, es un tema rico y variado, aunque amargo y en especial doloroso para los mexicanos que no pertenecen a la élite política, económica y gubernamental. Para ellos nadie les solicitó una dosis de perdón y menos darán marcha atrás en el aumento de los impuestos. Para el pueblo, diría el Adán de Fuentes, “que se jodan.”