El sindicalismo y los trabajadores… un día de luto
¬ Edgar Gómez Flores jueves 6, May 2010Letr@s Ciudadanas
Edgar Gómez
En días pasados celebramos el día del trabajo en México y el mundo. Es en este día donde la planta obrera se reúne para reivindicar, en los espacios sociales y físicos de nuestras ciudades, los derechos laborales que de diversas formas ha conseguido. Las jornadas justas, la eliminación de la esclavitud y la sobreexplotación en los centros de trabajo, la remuneración acorde al esfuerzo y la productividad adquirida, son algunos de los beneficios que han obtenido los trabajadores que han podido, en ciertos países, agruparse en cuadros sindicalistas.
Sin embargo, en este día que debiera ser de júbilo para la fuerza trabajadora de nuestro país y del mundo, nos encontramos con algunas inconsistencias que me permiten pensar en un luto laboral.
Sobre esto, traeré a ejemplo algunos acontecimientos que son relevantes para este análisis: Primero tiene que ver con la ahora afamada ley Arizona, la cual violenta el mercado laboral natural que existe en un territorio específico (binacional) al sacar del juego de oferentes y demandantes a aquellos hispanos (principalmente mexicanos) que se encuentran de manera ilegal en ese estado fronterizo de los Estados Unidos de América. Es importante señalar que este país (EUA) es uno de los promotores del libre mercado, el cual, desde el punto de vista académico, se perfecciona cuando los agentes tienen libertad de movilidad que les permita acceder a la información y a los bienes y servicios que se ofrecen en una economía.
Por esto, es incongruente que ahora, desde esa nación “liberal” se promueva una atadura a este mercado. Es por esto que, en las celebraciones de la fuerza laboral mundial, una ley como ésta, la cual priva a los agentes de la competencia y más allá, los convierte como delincuentes civiles, es un acto que debería ensombrecer los festejos.
Por otro lado y al tomar un enfoque, ahora en el terreno laboral, es importante resaltar que la causa que diera origen a los sindicatos de nuestro país, a principios del siglo pasado, en este momento ya se encuentra muy lejos de la realidad nacional. Estas organizaciones que agrupan a millones de trabajadores de diversos sectores (educación, electricidad, petróleo, minas, etc.) nacieron en el ámbito de un país desordenado que requería grandes instituciones que aglutinaran los intereses de las personas. Ahora en un contexto de camino a la modernidad y al desarrollo, estas agrupaciones de trabajadores, no cumplen con las expectativas de sus miembros y menos de la ciudadanía que los avala con su pasividad.
Ese ímpetu, con tintes intelectuales que respaldaron las grandes luchas sindicalistas de principios de siglo quedaron en la estructura genérica de ese México que requería orden y estricta disciplina, que añoraba desarrollo pero a través de una autoridad centralizada, las cual se encarnó en hombres y no en instituciones; hecho que fomentó su erosión.
A esto, me gustaría traer aquí, de manera general, el pasaje descrito por Paco Ignacio Taibo II en la biografía de Ernesto Guevara (“el Che”) en donde señala, en su primera visita a nuestro país (previo al triunfo de la Revolución Cubana), de su decepción y asombro de ver a la masa obrera marchando por las calles de la Ciudad de México con un espíritu contrario al que inspiró el movimiento obrero mundial.
Cabe señalar que el sindicalismo mundial era naturalmente opositor a los regímenes gubernamentales y, en ese México (de mediados del siglo pasado), eran los trabajadores afiliados a los sindicatos oficialistas los primeros en legitimar a los regímenes de la dictadura perfecta. En este tenor, podemos señalar que, en nuestro “especial” país, la élite gubernamental del régimen anterior logró hacer de la izquierda obrera su brazo derecho.
Ahora, en este siglo de transformaciones, la realidad tiene algunos matices distintos; nuestros trabajadores marchan con gozo en este festejo.
Sin embargo, creo que más allá de recordar la lucha histórica obrera, esta marcha tiene más tintes de confabulación de intereses personales. Los líderes sindicales logran sus objetivos personales y económicos; mientras los trabajadores obtienen los suyos, los cuales no sólo se refieren a la obtención de un empleo; sino tenerlo, sin importar su capacidad o su espíritu de servicio a la empresa para la que trabajan.
Esto también es digno de luto para los trabajadores que con sueldos modestos ven a su cúpula gremial, vivir de manera y con comodidades distintas y para aquellas personas que se encuentran fuera de la economía formal es decepcionante ver el difícil acceso a los medios de producción, los cuales se encuentran ajenos a los términos económicos de “competencia perfecta”, donde las empresas deberían tener el incentivo de contratar al mejor elemento, es decir el que les fuera más rentable.
Por todo esto y en el ámbito de una reforma laboral que está tocando a la puerta, los invito, estimados lectores, a profundizar en la fuerza laboral que requerimos. La cual debiera contar con los siguientes elementos: (a) enfocada a cuidar los derechos humanos de los trabajadores, (b) con un salario que se encuentre acorde a la productividad de sus empresas y que evite la erosión de los mismos (c) con agrupaciones sindicales transparentes y alineadas a proteger la seguridad y salud de los trabajadores; además de fomentar un crecimiento integral de los mismos y (d) con una flexibilidad que permita al mercado laboral adaptarse ante las movilidad económica.
Esto, bajo un enfoque de compensación razonable por parte de las empresas. Con estos argumentos, que implican una plantilla laboral competitiva, adaptable al cambio y útil a la economía, quiero hacer un exhorto para que vigilemos el comportamiento de los agentes económicos (trabajadores, empresas y gobiernos) y los orillemos a pensar en un solo país y en un bien común. Si hacemos esto, los próximos desfiles laborales serán de júbilo no sólo para los trabajadores, sino para la sociedad entera.
Muy buena reflexión, este artículo me dejó pensando.
Felicidades por tan buen artículo.