Criminalidad, fenómeno complejo
Luis Muñoz jueves 1, Sep 2011Segunda vuelta
Luis Muñoz
Interesantes reflexiones durante el tercer y último día de trabajos del foro “Legalidad democrática, ética, derechos humanos y seguridad. Justicia para todos”, ayer en el Palacio Legislativo de San Lázaro, con la participación de destacados especialistas, como el magistrado Baltasar Garzón Real; Leoluca Orlando; la fiscal Dolores Delgado García; el licenciado Fernando Andreu, y los doctores Enrique Díaz Aranda y Pedro Salazar, entre otros.
El tema fue sobre las diferentes experiencias nacionales e internacionales en la lucha contra el crimen organizado y el blanqueo de activos y la forma de combatirlos.
Aquí, una síntesis de lo que a nuestro juicio fue de mayor interés. -Cuando hablamos de corrupción, se dijo, inmediatamente sale asociado crimen organizado; si hablamos de narcotráfico sale también el lavado de activos; si hablamos de violencia, se cruza también la violencia organizada, otro tipo de violencia como la terrorista.
Las aristas que hay entre cada uno de estos fenómenos son diversas: el papel que juega la corrupción como hilo conductor en cada uno de ellos y los problemas que hay, las tensiones que se producen entre las diferentes instituciones del Estado, entre la sociedad, la afectación para la seguridad o para los derechos básicos de los ciudadanos y las garantías que a veces se quebrantan en aras de una malentendida eficacia. Hoy, sin lugar a dudas, al hablar de un fenómeno trasnacional tan complejo como es la criminalidad organizada, se sabe que no sólo se extiende al narcotráfico o al lavado de activos procedente de ese fenómeno.
Hay otros ámbitos delincuenciales a los que la criminalidad organizada se extiende, incluso, según las estadísticas de Naciones Unidas y de los organismos internacionales, los beneficios y las actividades son más rentables que las propias del narcotráfico; es decir, el tráfico de seres humanos, por ejemplo, el tráfico de otras sustancias, los movimientos relacionados con la inmigración ilegal y el aprovechamiento que determinadas organizaciones criminales hacen del mismo.
Al hablar de crimen organizado cuando se trata del ámbito económico, concluyen que nos encontramos con unas estructuras altamente sofisticadas. Lo innegable: la única ruta a través de la cual podremos garantizar en el largo plazo una seguridad humana estable para todas y para todos, será aquella que se explore a través de las vías del derecho, de los derechos humanos y de las instituciones democráticas. Todo lo demás son, sin duda, “puertas falsas”. Como se ha podido observar, las organizaciones criminales se están introduciendo, infiltrando dentro de lo que sería la estructura económica de los estados y ello a través de la propia dinámica de su actividad económica, es decir, a través del blanqueo de capitales, de evasión de impuestos, de fraude fiscal, de delitos socioeconómicos, y se aprecia que con esos beneficios obtenidos ilegítimamente se introducen y participan directamente en importantes empresas, sobre todo en actividades de materias primas como podrían ser el petróleo, el gas, los minerales y el aluminio.
Por supuesto aquí, como bien se dijo, es importante señalar que lo que más buscan las organizaciones criminales es el dinero, y en ese sentido se calcula que las ganancias del crimen organizado son equivalentes entre el 2 y el 5 por ciento del producto interno bruto nacional. Una cifra nada despreciable. Estamos hablando de entre 24 mil y 45 mil millones de dólares anuales. Una cifra que más o menos representa un estándar también en Latinoamérica, donde llega a representar hasta el 6.5 por ciento del producto interno bruto.
FUNCIONARIOS SOBERBIOS. La campaña “Un millón de protestas, una gran solución”, que encabeza el dirigente de la CROC, Isaías González Cuevas, no debería circunscribirse sólo al cobro excesivo de tarifas eléctricas, sino también a otros ámbitos en los que la ciudadanía es habitualmente víctima de abusos. La gente, hasta donde sabemos, no se niega a cumplir con sus obligaciones, ni a pagar los servicios que recibe (como sería el consumo de energía eléctrica), siempre y cuando el cobro sea justo y no tan desmedido que resulte ilógico.