La cura a la barbarie
Freddy Sánchez jueves 12, Ene 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
No es lo mismo vivir, (o mejor dicho intentar sobrevivir), con ochenta pesos de salario mínimo, que cuando se tiene un ingreso mensual mil veces más alto y todavía un bono extra de cuatrocientos mil pesos.
Millones de compatriotas sumergidos en la pobreza extrema e incluso los que ganan hasta tres salarios mínimos al mes, inequívocamente, estarían de acuerdo con tal aseveración.
A diferencia de unas cuantas decenas de miles de personas, (con ingresos mensuales infinitamente más altos), que llevan una vida cómoda y sin aflicciones económicas.
En particular, “la casta dorada” de los grandes potentados de la burocracia, empresarios multimillonarios y mafiosos de altos vuelos que de nada carecen al igual que sus séquitos de subordinados y sirvientes.
Buena parte de ellos, dedicados a la corrupción, los abusos en perjuicio de la economía popular, delitos contra la salud y demás conductas ilícitas que atentan contra el patrimonio de la población en general.
Razón por la cual, cada que estalla una nueva y abrupta carestía de la vida causando estragos en la economía familiar, (en perjuicio de millones y millones de compatriotas que no gozan de privilegios ni obtienen ingresos multimillonarios por corruptelas ni abusos), lo que comenzó el primero de enero de este 2017 con los incrementos en los precios de los combustibles y sus deplorables secuelas, dos cuestiones ameritan la más firme condena.
Por un lado, la insensibilidad política y social de los que siempre obligan a ciudadanos comunes a cargar con el peso de medidas económicas atentatorias del bienestar colectivo, bajo el supuesto de que el sacrificio evitará mayores males o bien en espera de que la recompensa para los que se sacrifiquen habrá de llegar pronto.
Y por otro lado, naturalmente, la notoria falta de solidaridad de los que poco o nada se sacrifican manteniendo a su disposición y la de sus familiares y amigos, sueldos sumamente altos, prestaciones costosísimas, gratificaciones y bonos especiales y toda clase de apoyos materiales bajo su resguardo, lo que es el equivalente a tener dinero a manos llenas para atender no sólo necesidades básicas, sino para poder seguir viviendo la gran vida.
Un gran derroche que brinda satisfactores ilimitados, sólo comparable con los excesos de liquidez que tienen a su merced los capos de las organizaciones delictivas para vivir como magnates.
Y por eso mucha gente empobrecida, (hastiada de ver cómo unos cuantos miles jamás sufren crisis económicas), al verse en un nueva postración económica, que les dificulta subsistir con un mínimo de dignidad se muestra tan irritable y presta a cometer tropelías como en los pasados días mediante atracos a las tiendas de autoservicio y daños a inmuebles de otro tipo, gasolineras y vehículos.
Una conducta que no se justifica, naturalmente, porque no es así como se debe demandar una corrección en las políticas económicas, a favor de la colectividad, además de tratarse de comportamientos absolutamente ilegales, pero lógicamente, dichos actos vandálicos si han de ser combatidos con todo el rigor de la ley, justo es que lo mismo se haga con las atrocidades cometidas contra la hacienda pública por parte de malandrines de cuello y corbata con cargos públicos desde los que se protege a empresarios bribones y delincuentes organizados, que a diferencia de la mayoría jamás sufren carencias económicas y viven rodeados de comodidades y riquezas.
Algo que el más elemental sentido común aconseja corregir porque sólo así se podrá encontrar la cura a la barbarie.