Voto anticorrupción
Freddy Sánchez jueves 23, Feb 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Un censo realizado por el Instituto Nacional Electoral, (INE), reveló que muchos jóvenes en México no votan porque piensan que los políticos no son honestos y por eso no les interesa conocer de política ni participar en los procesos electorales.
Y la verdad es que los políticos son deshonestos, entre otras razones, porque esos jóvenes no votan y no les preocupa saber de política ni participar en estas actividades. Como tampoco lo hace un alto número de personas adultas de entre veintinueve y cuarenta años.
En cuanto a la población de la tercera edad, si bien su participación en las urnas es mayor que la de otros sectores de la sociedad, su ausentismo electoral rebasa el cuarenta por ciento de potenciales electores inscritos en el padrón electoral.
Así que la actitud apática de la mayoría de la sociedad en las cuestiones políticas electorales ha creado un enorme vacío en el ejercicio democrático que las camarillas de poder se han encargado de llenar para diputarse y repartirse los cargos de elección popular, en aras de proteger sus propios intereses y no de los de la gente.
Por lo mismo, muchos políticos con fueros institucionales, actúan pensando más en saciar sus apetitos de enriquecimiento personal para después de concluir su periodo de mandato electoral simplemente dar el salto a otra posición de poder o heredar a sus incondicionales y comparsas el cargo y así seguir lucrando sin moderación alguna.
Un comportamiento rapaz que lógicamente hace que muchos jóvenes crean que los políticos no son honestos (lo que seguramente piensa la mayoría de los que no votan en las elecciones), sin darse cuenta que en buena medida lo que pasa con la política y los políticos es por su abulia democrática.
De ahí que los partidos políticos “repartan en queso”, sin mayor problema, a hombres y mujeres a los que el ausentismo electoral de la sociedad convierte en los decisores de la vida de los demás al otorgarles la facultad (que suele ser una patente de corso), para legislar leyes a su conveniencia y desde un cargo institucional poder tomar decisiones procurando allegarse algún beneficio propio, favoreciendo intereses de los grandes grupos de poder económico.
Y más ahora que las reformas estructurales han abierto nuevas y fabulosas oportunidades de negocios en telecomunicaciones, educación, el sector laboral y los sectores energéticos.
Claro que los que se han mantenido atrincherados en siglas partidistas siendo por ello, los únicos con la capacidad para postular candidatos a los cargos de elección popular, además de sus adversarios actuales con candidaturas independientes (las más de las veces provenientes de las mismas viejas arenas de la política partidista), se enfrentan en la actualidad al constante vaivén de las impredecibles y repentinas fobias y filias de los electores que sí votan.
Jóvenes, personas maduras y viejecitos, que no necesariamente forman parte indeclinable de las clientelas electorales comunes de cada una de las organizaciones partidistas (llámese PRI, PAN, PRD o Morena), y que en un momento dado pueden inclinar la balanza en favor de cualquier candidato en un elección.
Algo que ha sucedido en el pasado y seguramente ocurrirá en el futuro, aunque por desgracia sin el poder suficiente para cambiar radicalmente la forma de hacer política en el país, porque la mayoría de los ciudadanos no se interesan en la política ni participan en los procesos electorales lo que permitiría en forma contundente y definitiva emitir un voto anti corrupción.