Bendicen Trife e INE a delincuentes
¬ Armando Sepúlveda Ibarra martes 17, Abr 2018Deslindes
Armando Sepúlveda Ibarra*
Vino con los ardores de la primavera el día crucial para la clase política en el poder de abandonar ahora sí la farsa de simular, ante el irrefutable espejo de la realidad, ser los elegidos por los dioses para encarnar la democracia y la transparencia y, con la desvergüenza de los cínicos, pasar a quitarse las máscaras de su jolgorio carnavalesco para regalarle a las elecciones un golpe descomunal y quizá mortal, una torpeza de bisoños en franca desesperación, como aquella de rendir hasta el servilismo a los dóciles árbitros electorales con la orden autoritaria de inscribir al impostor, tramposo y deshonesto Jaime El Bronco Rodríguez en la boleta de los aspirantes a la Presidencia, después de haber impuesto también en otro espectáculo de circo a Margarita Zavala, dueña de mañas, sólo para esperanzarse en un milagro de San Juan Diego, que reste votos al candidato puntero, Andrés Manuel López Obrador y endosarlos de plumazo, como si fuera por arte de magia, a su frágil delfín José Antonio Meade, quien en su calidad de renegado anfibio panista-priísta con disfraz de ciudadano y con hambre de empatía, lucha con denuedo por aferrarse al menos al tercer lugar en las preferencias de los electores, si llega con suerte al expectante domingo uno de julio próximo frente a una sociedad resuelta, que ha vivido en los últimos 30 años de gobiernos neoliberales, ineptos y corruptos, oscilando en sueños cual péndulo indeciso entre la fe ciega en la eterna promesa sexenal incumplida y el temor al cambio y sus riesgos artificiales sembrados por los manipuladores de ocasión en la impresionable consciencia colectiva del pueblo, con los eslóganes del miedo y la fatalidad, como asustarla con petates del muerto, o “cuídense del cucú”, para alejarla de “un peligro para México” y otros cuentos idiotas de autoría extranjera al servicio de los estafadores de casa.
En una decisión despótica a la usanza de los peores momentos de la dictadura perfecta y represiva a la López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría y Salinas, la mayoría de los magistrados del Tribunal Electoral impuestos allí por los diputados del nuevo PRI, con el viciado sistema de cuotas entre partidos con que se reparten los puestos de las instituciones de origen autónomas en el papel y sacrifican su independencia ante los demás poderes, la mayoría de los magistrados inclinó con humildad lacayuna la frente y arrodilló al Trife de manera servil y penosa nada más para que los mandamases pudieran ilusionarse con beneficiar en las urnas — según matemáticas alegres del oficialismo— al gobierno, a Peña y a Meade con unos puntos en la contienda, con la irreverente e inmoral autorización de la candidatura del farsante El Bronco Rodríguez, priísta durante 35 años antes de renunciar a la militancia y lanzarse de aspirante independiente al gobierno de Nuevo León: un consumado violador de la ley electoral con la entrega al INE de más de un millón de firmas falsas, alteradas o de muertos y el desvío de cuantiosos recursos del erario neoleonés para conseguirlas y, cubierto de la corrupción, buscar su registro que, a juicio de juristas de prestigio como Diego Valadez, debería hallarse tras las rejas, en lugar de que la autoridad electoral premie sus delitos.
Otros pajes del gobierno, de igual estirpe fraudulenta, mansos a la voz del patrón, habían dado ya unos días atrás un paso más de retroceso al enfermo sistema político mexicano, cuando una mayoría semejante de consejeros filo neopriístas o soterrados por debajo de la mesa del Instituto Nacional Electoral, obedientes al amo, aprobó sin empacho, como los buenos cínicos de oficio, subir a la boleta a la esposa de Felipillo Calderón, Margarita Zavala, a chaleco, con todo el costal de mañas y corrupción a cuestas con que recabó entre la suciedad buena parte de las firmas apócrifas e irregulares, algo así como 706 mil, para solicitar su registro, todo dispuesto con la ayuda de su marido, un ejemplar en las galerías de los crímenes de la “guerra contra el narco” y las corruptelas como estelas de luz sobre el firmamento panista.
Toda idea o historia, cualquier noticia oculta tras las perversidades del ser humano, sale a flote siempre que uno o varios personajes de la política y la picardía mexicana reúnen a su feligresía para festejarse o bendecirla en su parroquia, o también para festinar una acción que reclama por las alarmas de la urgencia de aterrizarlas al momento, como podría ser según conciben las mentes suspicaces o los malos humores, la caída sin fin del candidato oficial en todas las encuestas, hasta en las de a modo pagadas por el gobierno. Así que para descararse ante una opinión pública al poco tiempo desconcertada hasta el escándalo, un día después de la pomposa cena con manjares del mar y vinos espumosos y otras bebidas espirituosas por el cumpleaños 70 del ex presidente Carlos Salinas de Gortari en su residencia, o conciliábulo para decirlo con palabras de los agudos analistas políticos, con la asistencia de los santones más notables de “los tres poderes de la Unión”, como en los buenos tiempos idos entre las nostalgias de quienes desearan perpetuarse en la memoria de los mortales en su paso por la vida, como rezaba la crónica del diario Reforma, llegó a los oídos autónomos de los magistrados del Tribunal Electoral, última instancia de las elecciones, una vil consigna para embarrar más el proceso y orillarlo a tambalearse en un futuro incierto y el peligro de despeñarse rumbo al fraude, con la insólita incorporación de El Bronco Rodríguez a la boleta de candidatos, cuando una sabia y honesta posición hubiera sido que lo denunciaran ante la Fepade y, para ser justos y limpios, validar la candidatura de la indígena MaryChuy Patricio Martínez, única aspirante decente, sin mácula en sus firmas, entre tanto muladar.
Si fuera verdad, como todos sospechan y repudian la especie, que un padrino que sobrevive a los tiempos o un hada madrina camuflada de comensal influenció a las cortes para que a su vez rindieran a sus pies la violada independencia de los cuatro magistrados del Trife cautivados por el Ejecutivo y su fallida autonomía, o si como especulan los más inocentes procedieron por sus pistolas a ponerse de tapetes de la cúpula que busca con todos los medios sostenerse en el poder contra viento y marea, de todos modos deberían abrirles a los cuatro irreverentes que avalaron los papeles sucios de El Bronco Rodríguez un juicio político por corromper y desviar de mala fe el proceso electoral y, como lección o antecedente, destituirlos para que personajes con honor y vergüenza a prueba escogidos entre la sociedad arbitren el día uno de julio una jornada que, por hoy, amenaza con ensombrecer más el ambiente, si una autoridad pelele lleva sobre sus riendas vendidas hasta el final la carrera por la Presidencia y el futuro del país con la batuta del titiritero que sabe adónde va o quiere ir con sus intereses. Impuestos con toga y ribete en el Senado, con frenético cabildeo, por el consejero jurídico de la Presidencia, Humberto Castillejos, los señores Felipe Alfredo Fuentes Barrera, José Luis Vargas Valdez, Ildafer Infante González y Mónica Aralí Soto Fragoso, con sus cuatro votos contra tres, mancharon sus trayectorias y ensuciaron más al Tribunal Electoral como en los últimos tiempos en que han rescatado las trampas y desaseos del neopriísmo para legalizarlas en los procesos recientes con fallos propios de la Venezuela de Maduro que tanto critican y les asusta.
Más grave aún para la cacareada democracia a la mexicana ha sido la pasiva voz de los otros candidatos a la Presidencia sobre este nuevo escándalo del árbitro electoral para congraciarse con las altas esferas del poder con fallos que atentan contra la razón y el derecho, si vemos las simples tibiezas y balbuceos tanto de López Obrador y Ricardo Anaya, como de Zavala, beneficiaria de otra barbaridad del INE al registrarla con sus trampas, con que valoraron la inconcebible decisión de aquellos títeres, pero a falta de demócratas la opinión pública en general supo desnudar la indecencia de quienes dirán la última palabra sobre el día cero, el uno de julio, cuando estará en juego, más allá de la Presidencia, la legalidad, la democracia y el futuro de la nación.
En el umbral de los tiempos que invitan al retiro obediente por voluntad popular, a punto de hundirse en el ocaso, los empoderados creen, ahora que se juegan todo, que los modernos mapaches incrustados en el Trife pudieran salvarles del juicio de la historia contemporánea, mas el humor social aconseja que disipen ensoñaciones y abandonarse a su destino que les espera más allá del uno de julio cuando descubran la verdad que hoy ciega el limbo.
*Premio Nacional de Periodismo de 1996