Palos de ciego
Freddy Sánchez martes 22, Oct 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Antes del “culiacanazo” criminal, el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, (palabras más, palabras menos), expuso ante los medios de comunicación lo siguiente: los instrumentos para combatir el delito se siguen construyendo y ya hubo “un quiebre” a favor de la seguridad, pero nada de qué presumir.
Y después de los sucesos sangrientos de Culiacán, querer hacer ver a los demás al menos una leve mejoría en nuestra seguridad, francamente es una “misión imposible”.
De modo que dando credibilidad a lo dicho por Durazo, respecto al proceso institucional estratégico a punto de su integración total para hacerle frente a la delincuencia, justo es señalar que realmente es urgente que a la brevedad se cuente con herramientas eficientes y eficaces contra la criminalidad, lo que obviamente no se vio en torno a los hechos culiacanenses.
A decir de Durazo, como parte de las acciones institucionales en proyección está evitar la colusión entre criminales y autoridades, incluidos los propios integrantes de la recién creada Guardia Nacional. Cosa que es sin duda apremiante, entre otras razones porque de no ser así, los operativos como el de Culiacán, podrían seguir teniendo los lamentables saldos de un inútil derramamiento de sangre con el fallido desempeño de los representantes de la ley, si como es de suponer antes de que las autoridades actúen, sus cómplices al interior de los propios cuerpos de
seguridad alertan a la delincuencia organizada de cuanto se planea hacer en su contra.
De tal suerte que con instituciones infiltradas y corrompidas por parte de las mafias del delito, los indicadores de las incidencias delictivas, difícilmente irán a la baja, aunque en el propósito de invitar a la gente para que así lo crea, el secretario Durazo refirió como “un quiebre” en favor de la seguridad, cuanto se está haciendo actualmente contra el hampa, siendo que en la percepción de la mayoría simple y llanamente lo que se ve y se juzga sigue sin ser motivo de satisfacción y mucho menos de tranquilidad, y menos después de lo que ocurrió en Sinaloa.
De ahí que la franqueza que tuvo el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, al reconocer que los avances en la lucha contra los delincuentes, no es nada que presumir, lo cual tiene que agradecerse, porque todo intento de vanagloria institucional en la lucha contra las mafias criminales, no sólo desentona con el momento que se vive tras lo ocurrido en Culiacán, sino que desde hace tiempo quedó en desuso ante su inefectividad para justificar las deficiencias de autoridad para apaciguar al país.
En especial si consideramos las muchas criticas sociales por la inseguridad y el deseo que proclaman no pocos connacionales al pedir constantemente que se haga lo que se tenga que hacer para poner un hasta aquí a la delincuencia organizada.
Lo que, naturalmente, se justifica al comprobar que los grupos criminales como una plaga de cucarachas pronto se reproducen y cada vez se expanden por doquier.
Por ello, la mesura en la evaluación de los resultados contra el crimen organizado, es la mejor estrategia de comunicación que en los actuales tiempos hace menester el combate contra los delitos, las mafias y el brutal derramamiento de sangre que mantiene en un luto constante a toda la nación por la incontenible escalada criminal.
Así las cosas, es preferible que la estrategia gubernamental para frenar al hampa se convierta en acciones discretas, precisas y certeras.
De modo que no será con discursos como se pueda hacer ver un cambio efectivo contra el estatus de inseguridad que se padece en la nación desde hace varios sexenios.
En ese sentido, es importante hablar con la verdad y atribuir a pasados gobiernos la culpa de lo que ocurre, pero al mismo tiempo señalar que la misma culpa tendrán las autoridades actuales, en caso de que la situación en vez de mejora siga empeorando en los siguientes meses y años.
Otro sexenio de derrotas oficiales ante los grupos delictivos, sería insoportable.
Por tal razón, es necesario que la prevención del delito deje de ser una falacia para convertirse en la estrategia central para la persecusión eficaz de los delincuentes al mismo tiempo de que las cárceles ya no sean más estercoleros de corrupción y funcionen como auténticos centros de rehabilitación social, porque sin ello de poco servirán los programas sociales que tienen por objeto desalentar el delito.
Eso sólo puede lograrse con golpes que en verdad les duelan a los criminales como podría ser que más tarden en obtener un botín que en lo que las autoridades logren su decomiso para beneficio de la sociedad. No más sangre, pero sí acciones confiscatorias de los grandes tesoros de la delincuencia organizada y sus cómplices oficiales y de cuello blanco, lo que obviamente, amerita que en la lucha contra la delincuencia se dejen de dar palos de ciego.