Parálisis de gobierno
Ramón Zurita Sahagún lunes 17, May 2010De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Si algo dejó de lección el extraño caso de la desaparición de Diego Fernández de Cevallos es que nuestra capacidad de asombro está desapareciendo y que los agravios recibidos, principalmente, en el rubro de seguridad están insensibilizando a la población, al tiempo de mostrar la fragilidad existente.
Es cierto que sorprendió la noticia, pero la nación no se paralizó ni nadie dejó de atender sus asuntos por darle prioridad a lo ocurrido con el llamado “Jefe Diego”, donde quedó en claro la carencia de una política de información y de una total ausencia de autoridad.
Lo de Diego impacta y hasta duele y muestra lo vulnerable que se encuentra la población que atónita advierte el avance de la delincuencia que actúa impunemente ante la pasividad de las autoridades.
El gremio político, tan privilegiado y protegido, vive momentos de preocupación y siente hasta ahora lo que la población en general venimos viviendo desde inicios de la presente administración en que se disparó la delincuencia en general, ante la torpeza de la autoridad.
Lo ocurrido con Diego Fernández de Cevallos y con el candidato panista a alcalde de Valle Hermoso, Tamaulipas, es tan preocupante como el ataque ocurrido a vehículos del candidato priísta al gobierno de Chihuahua, César Duarte o las amenazas recibidas por el senador panista Laviada o las familias afectadas en la guerra con la delincuencia organizada, los jóvenes caídos en fuegos cruzados, los periodistas asesinados y los miles de agraviados por la ineptitud de las autoridades para frenar la violencia.
El particular caso de Diego llama poderosamente la atención, con todo y no formar parte de ninguno de los tres poderes de la Unión, por tratarse de una figura dentro del ramo político, donde fungió como presidente del senado y como candidato a la Presidencia de la República, que además configuró una personalidad recia y polémica por sus declaraciones y forma de actuar, dentro de la política y fuera de ella.
Diego no es monedita de oro y tiene muchos detractores que no avalan su forma de ejercer dentro de la actividad pública, lo que le valió fuertes enfrentamientos dentro y fuera de su partido, aunque su fuerza política la confirma al contar con dos grandes aliados dentro del gabinete presidencial, el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont Urueta y el Procurador General de la República, Arturo Chávez Chávez.
Sin embargo, lo ocurrido con Diego muestra la poca preparación que tiene el gobierno federal para implementar una política de control de crisis y lo apanicado que se queda ante un acontecimiento de esta gravedad.
Fueron horas de vacío de información las que pasaron desde el momento en que se supo de la desaparición del panista hasta que se notificó oficialmente de ello. En medio de eso una serie de rumores inundó el ambiente.
Con la rapidez con la que se reproducen los medios electrónicos y haciendo uso de las redes sociales, se habló de un secuestro, de violencia física de disparos de armas de fuego, de rastros de sangre, de la aparición de un cadáver, aunque luego se dijo que no era el del “Jefe”, que éste se encontraba herido en un hospital, que el cadáver era uno de los delincuentes que intentaron raptarlo, que Diego había sido asesinado, que el Presidente Calderón había suspendido su viaje al extranjero.
Las horas pasaban y el Facebook y el Twitter, seguían alimentando los rumores y las críticas severas al gobierno federal. Se decía que era una lección para el irrespetuoso Diego, que se trataba de darle una lección, que pedían un rescate millonario por él, que México estaba totalmente colombianizado y una sarta de tonterías más, todas ellas alimentadas por el silencio de las autoridades.
Nosotros nos encontrábamos en Culiacán, Sinaloa, donde estaban reunidos los altos jefes del partido gobernante y de sus aliados del PRD. César Nava, Josefina Vázquez Mota, Gustavo Enrique Madero, Jesús Ortega Martínez, Carlos Navarrete, entre otros, sin respuesta ante lo sucedido, cuya noticia los agarró fuera de base.
Juan Molinar Horcasitas, secretario de Comunicaciones y Transportes, prefirió guardar silencio sobre el caso y pedir a quien lo cuestionamos sobre el asunto que esperáramos a conocer el posicionamiento oficial.
Todos fuera de la base, sin saber qué hacer, ni decir, en una más de las situaciones que aparentemente eran inéditas en México y que ahora se vuelven sumamente frecuentes, tanto que la ciudadanía, sin importar lo que sigue, manifiesta un claro desinterés sobre el tema.
*Con la pérdida de la alcaldía de Mérida, el PAN inicia uno de sus perores años electorales, donde los pronósticos apuntan a una debacle total, con derrotas en varios de sus viejos cotos, como lo es la capital yucateca con 20 años continuos de gobierno.
Pero además con la derrota de la candidata Beatriz Zavala Peniche evidencia la total carencia de figuras políticas y lo cuesta abajo de la carrera política de quien empezó el sexenio como secretaria de Desarrollo Social, una de las cinco principales secretarías del gabinete presidencial, siguió como senadora –cargo que había dejado para ocupar la cartera mencionada- y fracasó como candidata a presidenta municipal.
Con ello, además el PAN pierde la que era su carta fuerte para intentar recuperar el gobierno del estado en tres años más, ya que el rechazo de la población de la capital del estado la deja inerme ante los otros posibles aspirantes de su partido que fueron desplazados para beneficiar a la amiga de la familia presidencial.
Dicen que las derrotas son huérfanas y las victorias tienen muchos padres, eso quedó demostrado en Mérida, donde se dieron cita desde la presidenta del PRI, Beatriz Paredes, seguida del coordinador de los diputados federales, Francisco Rojas, el secretario general del partido, Jesús Murillo Karam, el aspirante a la secretaría general de la CNOP, Emilio Gamboa y otros más que se quisieron colgar del triunfo de Angélica Araujo, el que ya había sido vaticinado.