Enemigo interno
Ramón Zurita Sahagún viernes 5, Feb 2010De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
La sentencia que estableció Agustín Lara hace varias décadas “Mi rival, es mi propio corazón por traicionero”, es aplicable a lo que sucede al interior del PRI, donde los gobernadores se están convirtiendo en los principales enemigos de su partido.
Asumidos como los amos de los estados que gobiernan y sentados en la silla de la prepotencia y la ambición desmedida, varios de esos gobernadores ponen oídos sordos a las advertencias que les anticipan que su soberbia los llevará a la debacle.
Decididos a imponer su voluntad contra viento y marea, los gobernadores priístas no alcanzan a comprender el tamaño de la irresponsabilidad con que actúan en contra de su partido, con la terquedad de poner candidatos que no garantizan el triunfo, pero que les ofrecen una amplia patente de continuismo e impunidad.
Desde que el PRI perdió la Presidencia de la República, los gobernadores priístas se convirtieron en señores feudales, cuya única voluntad impera en sus territorios.
Los cerrados círculos establecidos en cada una de esas entidades es lo que pretenden vencer los partidos coaligados en una alianza electoral que busca vencer al partido tricolor en bastiones de larga hegemonía priísta.
Durango, Sinaloa, Hidalgo, Oaxaca y Puebla son los territorios que pretenden conquistar los adversarios del PRI en cuyo propósito son auxiliados por los propios gobernadores tricolores que, con gran temeridad se empecinan en poner a sus “delfines” como candidatos a gobernadores.
Sin hacer caso de los sondeos y encuestas que les muestran su equivocación, ni mucho menos a las recomendaciones que les advierten que esas nominaciones son el preludio de la derrota electoral, los gobernadores priístas se encuentran casados con los compromisos de postularlos.
Conociendo la tozudez de esos gobernantes es que los partidos de derecha e izquierda decidieron formar un frente electoral común, donde, incluso, reciclan algunos ex militantes del partido tricolor como la medicina adecuada para vencerlos.
Por eso eligieron los estados de Durango, Hidalgo, Oaxaca y Puebla, como campos de pruebas experimentales y mostrar que es posible vencer la férrea resistencia de esos personajes que no pueden ubicarse dentro del rubro de los mejores gobernantes.
En Durango, Ismael Hernández Deras consiguió ubicar a su “delfín”, Jorge Herrera Caldera, un ex compañero de escuela y de despacho, al que llevó de la mano a la secretaría de Finanzas, a la alcaldía de la capital del estado, a una diputación federal, hasta desembocar en la candidatura al gobierno estatal. Lo hizo en detrimento de José Rosas Aispuro Torres, también ex alcalde y ex diputado federal y local, quien solamente pedía una elección interna con garantías.
La cerrazón impuesta por el gobernador llevó a Rosas Aispuro a renunciar al partido tricolor y ser impulsado por la alianza de derecha e izquierda que no encontraba un candidato adecuado para disputar la plaza.
Miguel Osorio Chong se encuentra lejano de ser el gobernante que los hidalguenses querían, pero también distante del modelo diseñado por su antecesor Manuel Ángel Núñez Soto, al que pronto se le rebeló. Pero si no mantuvo su lealtad a su antecesor, si copió su estilo de imponer candidato, por lo que se encuentra casado con promover a Francisco Olvera como su carta fuerte, sin importar que este personaje se encuentre lejano a otros priístas en las preferencias electorales.
Hidalgo tiene pendiente la construcción de la alianza opositora, la que se podría constituir solamente alrededor de la figura de Xóchitl Gálvez Ruiz, la que se encuentra ubicada por encima de Olvera, aunque por debajo de Carolina Viggiano Austria y Jorge Rojo García de Alba.
Oaxaca es el punto de la discordia, donde la voluntad del gobernador Ulises Ruiz Ortiz no logra imponerse con la nominación de su “delfín” Eviel Pérez Magaña, situado en las encuestas por debajo de Adolfo Toledo y José Antonio Hernández Fraguas. De conseguir Ulises montar en la candidatura a su protegido se avecinan barruntos de tormenta con algunos cuadros priístas desertando del partido.
El frente opositor cuenta en esta entidad con un buen candidato en la figura del senador Gabino Cué Monteagudo, quien hace seis años se quedó a un puñado de votos de ganarle al propio Ulises y ahora con renovados bríos y mayor experiencia se convierte en un adversario peligroso.
Sinaloa es uno de los estados más priístas del país y uno de los escasos que lograron ganar la elección de senadores hace cuatro años, pero que enfrenta conflictos internos dentro del partido tricolor por la necedad del gobernador Jesús Aguilar Padilla de imponer como candidato a Jesús Vizcarra Calderón, alcalde de Culiacán. Mario López Valdez, senador y ex alcalde de Ahome, se encuentra posicionado por encima del “delfín” del gobernador, pero no se encuentra dentro de su afecto personal como si lo está Vizcarra compadre de Aguilar.
Los esfuerzos que hizo MALOVA por granjearse las simpatías de Aguilar Padilla no surtieron efecto, ni jugando en su equipo de béisbol. La desmemoria de Jesús Aguilar de cómo fue su propia elección por haber sido un candidato impuesto por Juan S. Millán parce no hacerle comprender la lección de hace seis años.
El propio MALOVA es cortejado ahora por los partidos de oposición que pretenden constituir el frente electoral para investirlo como candidato, si es que Aguilar logra su propósito de sacar como candidato a Vizcarra.
Puebla es el otro ejemplo de las imposiciones de candidatos priístas en la figura de Javier López Zavala, quien fue placeado en diversos cargos públicos por el gobernador Mario Marín Torres desde el inicio de su administración. Marín no permitió el crecimiento de otro priísta y obligó a la alcaldesa de Puebla, Blanca Alcalá a desistirse de cualquier intento de competir por la nominación y le negaron el registro como aspirante a Enrique Doger, ex presidente municipal de la capital.
El frente opositor lleva como candidato a Rafael Moreno Valle, quien renunció al PRI cuando Mario Marín fue ungido como candidato del tricolor hace seis años.
Varios de estos gobernantes vivieron en carne propia los efectos de la imposición de sus antecesores, aunque parecen no haber aprendido la lección y ahora están dispuestos a pagar las consecuencias de ello, sin importar que el alud los arrastre.