A propósito de los debates, los apuntes de Garay Maldonado
Elecciones 2011 jueves 16, Jun 2011José Antonio Ortega García
Mucho se ha escrito a propósito del primer debate entre los candidatos a la gubernatura del Estado de México, sobre todo porque es la primera vez que se realiza en tierras mexiquenses un ejercicio de esta naturaleza y convoca la participación de quienes aspiran a gobernar la entidad más poblada del país.
Esa es quizá la mayor aportación del encuentro que sostuvieron durante 60 minutos en los que hablaron de frente a las cámaras de televisión Eruviel Ávila Villegas, Luis Felipe Bravo Mena, Alejandro Encinas Rodríguez, quienes abordaron temas como Estado de derecho y justicia, derechos humanos, transparencia y rendición de cuentas.
El 8 de junio los candidatos hablaron, abordaron, porque no debatieron; el debate va mucho más allá de ese encuentro en el que -como era de esperarse- los candidatos que van por debajo de las preferencias electorales, aprovecharon el foro no sólo para atacar al puntero sino para atacarse entre ellos.
El resultado de este primer encuentro parece no haber convencido a muchos, por ello, resultan interesantes los apuntes de David Garay Maldonado sobre el tema, y es que desde su vena académica el responsable de la seguridad pública en la entidad, surgen algunas precisiones que debieran tomarse en cuenta para el próximo debate del día 22 de junio.
Los apuntes de Garay parten desde la misma definición del vocablo debate que no es otra cosa que una técnica de discusión entre dos o más personas que buscan alcanzar conclusiones o decisiones en un tema controvertido, que satisfagan a la mayoría de los participantes: para que un debate sea fructífero, se requiere la presencia de un moderador.
Es en términos llanos la controversia sobre una cosa entre dos o más personas y por qué no una contienda, lucha o combate que a querer o no logran descubrir entre los participantes su verdadera personalidad, es decir:
Los debates televisivos son una competencia de habilidad y rapidez mental, apoyada en propuestas lo más congruentes y creíbles, sustentado todo en la fortaleza emocional de cada contendiente.
Carácter y talento se miden frente a frente.
La principal virtud de los debates es presentar al mismo tiempo y lugar a distintos candidatos que de otra manera difícilmente coincidirían.
Los debates televisivos sirven para evaluar la claridad en la exposición de los candidatos, su templanza y capacidad de respuesta frente a una objeción hecha a boca de jarro.
Garay Maldonado recuerda que en 1960 después del debate entre Richard Nixon y John F. Kennedy, las tendencias se inclinaron a favor de este último, gracias a que en el debate no sólo se confrontaron ideas sino también imágenes.
Quienes escucharon el debate por radio sostuvieron que Nixon había ganado, pero quienes lo vieron por televisión otorgaron su preferencia a Kennedy, quien admitió que “la televisión fue, más que nada, la que cambió el rumbo de las cosas”, por su parte Nixon lamentaría “haber prestado más atención a lo que iba a decir y poca a cómo aparecería”.
Algo similar ocurrió con los primeros debates presidenciales que no tendrían ninguna gracia si no fuera por esa dosis de frases ocurrentes que rompen con lo políticamente correcto, pero que lograron incrementar las preferencias electorales de quienes las pronunciaron.
Recordamos el primer debate presidencial en la historia de México ocurrido el 12 de mayo de 1994, cuando se enfrentaron los candidatos a la Presidencia de la República Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano (PRD), Ernesto Zedillo Ponce de León (PRI), Diego Fernández de Cevallos (PAN).
Encuentro en el que campearon frases y oraciones que resultan ser unas auténticas perlas del lenguaje como aquella de “queremos un cambio para poder garantizar a los niños su derecho a la vida…” o “yo tengo confianza compatriotas, en el futuro de México, y aquella de “tenemos una gran riqueza moral, cultural, religiosa, histórica”, pronunciadas por estos políticos.
El 25 de abril de 2000 en el marco del debate presidencial que sostuvieron nuevamente Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano (PRD), pero ahora contra Vicente Fox y Francisco Labastida Ochoa, surgen otras frases no menos memorables.
“O seguimos como vamos o logramos un cambio definitivo en el rumbo del país y en la condición de desarrollo de nuestra nación”; y que tal “en el país entero está encendida la luz de la esperanza”; y además, “para el país, dejar atrás la etapa de apretarse el cinturón, hacer que crezcan el empleo y los salarios, así como abatir la corrupción y la violencia”.
En cambio, la memoria se regocija con otro tipo de frases, aunque algunas de ellas terminaron siendo ataques:
Cómo no recordar que Fernández de Cevallos le dijo a Zedillo Ponce de León “Usted es un buen chico. Sacó, nos dice, buenas calificaciones. Pero en democracia usted no aprueba. Usted llegó a ser candidato de su partido por dos tragedias: el asesinato de Luis Donaldo Colosio y la designación presidencial”.
Cárdenas también le dio lo suyo al entonces candidato oficial. “El domingo pasado, el candidato del PRI se reunió con los taxistas… Ahí le ofrecieron (…) una cerveza, y dijo que se la tomaría, pero que se la sirvieran en un vasito para que pareciera sidral. Yo aquí pregunto ¿el candidato del PRI nos quiere dar a los mexicanos cerveza por sidral y sidral por cerveza?
En el 2000, los candidatos presidenciales debatieron en dos ocasiones. Una el 25 de abril y otra el 26 de mayo. En la primera, además de Cárdenas, Labastida y Fox, participaron Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Camacho Solís y Gilberto Rincón Gallardo. En el segundo sólo estuvieron los abanderados de PRD, PRI y PAN.
Cárdenas, que para entonces era el único de los presidenciales que había debatido, encontró que el ataque era la mejor defensa y disparó contra el priísta “Labastida, el candidato del PRI, es el candidato del continuismo (…) que representa la corrupción del régimen, las complicidades del régimen con el narcotráfico y el crimen organizado”.
Con esa estrategia se lanzó contra de Fox “Saben también –miró fijamente a las cámaras- lo que representa Fox. Él, más allá de que se haya puesto, siendo diputado, unas orejas para tratar de caer bien a ese auditorio, coto como diputado por las reformas salinistas”.
Después Fox se fue contra Labastida. “Señor Labastida, hoy nos habla de impunidad y de su gran descubrimiento, de modificar la figura del fuero ¡Hágase la voluntad en los bueyes de mi compadre! Que se haga para los secretarios de Estado, pero no para él (Labastida).
En la cuarta ronda de ese debate, Labastida pronunció el discurso que más se recuerda, cuando se quejó de Vicente Fox: “Me ha llamado chaparro, mariquita; me ha dicho la vestida, me ha dicho mandilón. Ha hecho señas obscenas en televisión y a mí, no es que eso me ofenda, sino que está ofendiendo a las familias mexicanas con esos dichos, adjetivos y señas y con las majaderías que ha utilizado… Hoy, como cambió de piel, vino más pulidito, como que se quiere olvidar de las groserías y de los adjetivos que ha estado utilizando, y yo creo que cada quien tiene que asumir la responsabilidad de lo que hace y de lo que dice. Vicente no debe huir de sus palabras sino hacerse responsable de ellas…”.
Entonces, Vicente Fox acuñó otra frase digna de los clásicos. “Estimado señor Labastida, a mí tal vez se me quite lo majadero, pero a ustedes lo mañoso, lo malo que son para gobernar y lo corrupto no se les va a quitar nunca”.
Con la experiencia del primero, en el debate presidencial del 26 de mayo los candidatos fueron cautos: Acaso Fox intentó mantener el tono coloquial que había tenido días atrás cuando catapultó a la historia su ¡hoy, hoy, hoy! y en el debate se refirió a ese día así:
Al insistir esta semana en un debate abierto, algunos pensaron que fui un poco terco –mi mamá también me lo decía-, pero se necesita carácter, firmeza y un verdadero liderazgo para acabar con 70 años de corrupción, pobreza y desesperación.
Todas estas citas y definiciones habrán de servirnos sin duda para analizar de mejor manera y poner en perspectiva el segundo debate al que están citados los protagonistas de este proceso electoral, sin duda alguna.