Son 2,295 sindicatos
José Antonio López Sosa viernes 7, Dic 2012Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Es evidente que el sindicalismo mexicano ha sufrido varias metamorfosis que distan mucho de su objetivo original. Si bien es cierto que los sindicatos son necesarios para evitar los abusos del patrón para defender al trabajador e incluso -por lo menos en la teoría- para fomentar la productividad, no podemos obviar que la imagen que tienen en nuestro país de hacer todo lo contrario, se lo han ganado a pulso.
En algún momento los sindicatos formaron parte del viejo régimen y bajo el mando de Fidel Velázquez se convirtieron en soldados del viejo PRI, a los trabajadores se les daban migajas a cambio de ser operadores políticos de campo del partido en el poder. Pocos fueron los sindicatos independientes que mantuvieron una convicción distinta, sin embargo, al final todos caen en el abuso. Como ejemplo claro está ahí la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) que se convirtió en la edición moderna de la añeja CTM.
Al término de la administración de Felipe Calderón, son 2,295 sindicatos registrados en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS).
No cabe duda que tener un sindicato hoy día además de un negocio redondo representa poseer un poder fáctico.
Es evidente que del total de sindicatos registrados, hay muchos que no renovaron su dirigencia, es decir, no tienen una representatividad vigente, sin embargo, la mayoría está con sus documentos en regla operando, pidiendo cuotas y en algunos casos (como el SNTE) incluso manejando cotos de poder y partidos políticos propios.
Me pregunto cuántos de esos más de 2 mil sindicatos verdaderamente fungen como defensores de la clase trabajadora sin venderse, o bien, llevarse beneficios ilegítimos para las dirigencias. No se trata de plantear la visión derechista de terminar con los sindicatos, algunas miradas miopes consideran que se debieran erradicar, acto además de fascista propio de un sistema donde no interesan los derechos ciudadanos, el tema es realmente modernizar al sindicalismo mexicano para que traiga mejores condiciones de trabajo, salario y prestaciones a los trabajadores e incluso fomente la competitividad sin abusos de los patrones y los dueños del capital.
La STPS, a lo largo de los 12 años panistas fungió más bien como la secretaría de los patrones, protegiendo a capa y espada los intereses de unos cuantos. Otro de los retos para el gobierno es además de transparentar los sindicatos en su totalidad (no sólo los de patrones privados, también donde el gobierno es patrón como el Sindicato Petrolero o el SNTE), evitar que sigan siendo minas de oro para unos cuantos. Pareciera una utopía, sin embargo, con voluntad política millones de trabajadores estarían dispuestos a sumarse a un cambio de esa envergadura, o, ¿acaso alguien hoy mete las manos al fuego por un sindicato?
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