La innombrable, al bote
¬ Juan Manuel Magaña miércoles 27, Feb 2013Política Spot
Juan Manuel Magaña
Que la reforma educativa va. Y que lo hará sin la Gordillo. ¿De veras?, me preguntaba ayer antes de que se precipitaran los acontecimientos, que ahora parecen advertir a medio mundo que la cosa va en serio.
Incluso antes de que se diera la noticia de la detención de Elba Esther, recordaba yo el día aquel de la caída del famoso líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, alias “La Quina”.
Ese 10 de enero de 1989 trabajaba yo en El Nacional, diario que cabeceó a ocho columnas: “Cae imperio criminal, económico y político”.
Confieso que pensé que la maestra, otra hija horrible del sistema, aun estaba lejos de enfrentar una suerte así.
Algo avanzó veloz entre anteayer y ayer que la bien escogida carta de acabar con la maestra fue finalmente jugada (nomás no hay que olvidar que no se hizo sola y que la relación más corrupta que acaba de tener fue con Felipe Calderón)
Para que la reforma educativa vaya en serio, hacía falta probar que el asunto iría mucho más allá de tratar de reparar la imagen de un poder débil que ya había cedido demasiado ante un cacicazgo; un poder urgido de recuperar aunque fuera en términos formales el control de lo cedido. Había que recuperarlo en términos reales.
Apenas anteayer nadie mencionó su nombre en el día de la firma de la reforma educativa.
Más bien al contrario: su nombre había sido exorcizado. Y a pesar de todo Elba Esther fue, con su ausencia, la gran presente en esa espléndida ceremonia, en el patio de Palacio Nacional, de la promulgación de la primera reforma del Pacto por México.
En ese acto estuvieron los dirigentes de PRI, PAN y PRD en torno al presidente Enrique Peña Nieto, quien por cierto no emitió condenas ni reproches, pero tampoco mencionó ni al SNTE. Mejor prefirió puntualizar que el esquema de evaluación magisterial no pretendía exhibir a nadie.
Y fue el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, el realmente duro con la innominable, pues denunció que contra dicha reforma se habían propalado ‘‘rumores falsos por la ignorancia, cuando no por la mala fe’’.
Chuayffet cargó como en antaño -cuando le corregía la gramática a Manuel Camacho Solís- con todo el barroquismo que pudo: ‘‘Frente a los nuevos vientos de la transparencia y de la calidad que inspira la reforma, hay quienes izan por intereses particulares las banderas de la confusión”.
La palabra ignorancia era clave para el presunto histórico momento: un día antes, Elba Esther le había recetado a Chuayffet unas ocho columnas en las que se quejaba de la ‘‘ignorancia’’ del secretario en torno al sistema educativo. Por eso el revire tuvo inequívoca dedicatoria: “no se aceptarán chantajes ni frivolidades”.
Escuchaba uno a Chuayffet, leía uno las diatribas de la maestra, y parecía uno devuelto a los 70, a los 80, o los 90. Al postclásico tardío.
Y es ahí cuando me pregunté ¿y todo esto qué? Hasta ahora, buena parte de las formalidades de esta reforma se habían cumplido. Ese anteayer podría fecharse, formalmente, como el día en que el Estado mexicano (re)asumía su acción rectora de la educación. Pero no más.
Tras las meras cuestiones de forma lo que iba a seguir era el aspecto real de la cuestión, todo lo cual nos colocaba entre el México deseable y el México imposible (vuelto el más frecuente). Y parecía que sólo estábamos viendo más baladronadas; y que apenas ahí íbamos.
Ahora que la Gordillo cayó habrá que demostrar que no se trata de quitar a la intermediaria para hacerle lugar al intermediario Claudio X y la oligarquía que trae detrás nomás porque andan en busca de fuentes alternativas de negocio.
Pero lo más importante que falta, y que aun está a la distancia, es que el conocimiento llegue a quien debe llegar. Por razones de control político, si algo ha hecho el poder en los últimos 30 años -y en los recientes hasta con más agresividad- ha sido optar por la ignorancia de la población.
En otras ocasiones hemos dicho que si en algo se han parecido Azcárraga y la Gordillo, con Fox y Calderón, ese algo es la forma en que han contribuido a la ignorancia de la gente.
Que con el conocimiento no pase como con el dinero: que nunca llega a quienes realmente lo necesitan. Escribía yo antes de la bomba informativa que para eso se iba a necesitar algo más que Gustavo Madero y Jesús Zambrano se sumaran a echarle montón a la maestra, hecho curioso que sólo indicaba el inmenso obstáculo que se tenía enfrente. Ahora fue removido y este sí es un hecho histórico: el día real en que el Estado mexicano (re)asumió su acción rectora de la educación.