En Michoacán, más de lo mismo
Augusto Corro miércoles 8, Ene 2014Punto por punto
Augusto Corro
Entramos a un nuevo año y en Michoacán se agudiza la situación de estado fallido, en la que no se sabe quién gobierna, ni qué le espera a la población cada vez más amenazada por los grupos violentos.
El conflicto en aquella entidad viene desde el 2006 cuando el presidente Calderón intentó erradicar a la delincuencia organizada. No pudo concretar su deseo y solo se incrementó la confusión.
Hoy Michoacán vive una situación confusa en la que parece una batalla campal de todos contra todos. Todos los días se nutre la información con noticias de hechos delictivos cada vez más violentos.
También se conoce que crece el número de municipios que son controlados por grupos denominados de autodefensa o de policías comunitarios.
¿Cuántos de estos defensores hacen su trabajo sin recibir la influencia de gente extraña? ¿Están los defensores libres de cualquier influencia negativa? En tanto los enfrentamientos entre la delincuencia organizada y la fuerza pública son protagonistas de una espiral de violencia que parece no tener fin.
Por otra parte, ya es algo común saber de la lucha entre las organizaciones delincuenciales.
La realidad es que Michoacán es un estado fallido. El gobierno estatal no ha podido actuar como tal. El gobernador Fausto Vallejo no le ha encontrado la cuadratura al círculo de la administración
Basta recordar que su enfermedad hepática lo mantuvo alejado de la gubernatura durante, tiempo suficiente para que el mandatario interino, Jesús Reyna —la Iglesia en manos de Lutero- auspiciara un mayor desbarajuste.
Michoacán es una tierra sin ley. Esta situación es aprovechada por la delincuencia organizada para cometer delitos sin recibir el castigo merecido.
¿Qué hace el gobernador Fausto Vallejo? Nada. Su pasividad contrasta con las acciones violentas de los cárteles de la droga.
Los líderes de esas agrupaciones delincuenciales gozan de la impunidad y aprovechan la oportunidad, que siempre tienen, de aparecer en los medios para hablar de sus puntos de vista sobre tal o cual problema.
En aquella entidad, los delincuentes han aprovechado la ausencia de autoridad para realizar todo tipo de delitos que van desde el terrorismo hasta la extorsión. Obviamente, quien padece la ingobernabilidad es la población michoacana indefensa.
Y lo más grave en este problema es que no se le ve ni siquiera una remota solución. Las autoridades se encuentran confundidas. Los partidos políticos están enfrascados en sus acusaciones sobre sus tratos con los cárteles de la droga. No representan las fuerzas políticas una esperanza de solución al conflicto. Los gobiernos perredistas estatales fueron incapaces de brindar tranquilidad a los michoacanos. Y en lo que vamos del gobierno del partido tricolor no se ve salida alguna. En otra ocasión ya se planteó que ante la impotencia para gobernar Michoacán, el mandatario estatal sea sustituido por algún funcionario enviado por parte del gobierno federal.
Alguien con la capacidad suficiente para recobrar la paz anhelada por la población. Alguien tendrá que dedicar mayor atención a lo que ocurre en Michoacán con el propósito de entregar buenos resultados en la lucha contra la delincuencia organizada. Como señalamos arriba, desde la administración de Calderón, la ciudadanía michoacana ha vivido en la zozobra y en la angustia. Volvemos a preguntar cuándo se actuará con inteligencia y poder en aquel estado para terminar con la espiral de violencia y la ingobernabilidad.
Sin lugar a duda no será fácil que esto ocurra. Son muchos años perdidos en los que la delincuencia organizada se ha fortalecido considerablemente. De ahí el alarde de fuerza de las organizaciones de hampones.
En fin, la sociedad mexicana espera que las autoridades, principalmente las federales, actúen con medidas efectivas en la reconstrucción de la autoridad y del estado de derecho en una entidad duramente golpeada por el infortunio y la delincuencia.