Vallejo y la tormenta michoacana
Augusto Corro viernes 10, Ene 2014Punto por punto
Augusto Corro
Como se ven las cosas, en Michoacán tardará mucho tiempo para que la población empiece a disfrutar de paz y tranquilidad.
Primero, tendrán que ocurrir ajustes en la vida política de la entidad para desaparecer esa imagen de anarquía.
La oposición en el Congreso demanda, con insistencia, la cabeza del gobernador Fausto Vallejo, debido a su ineptitud e inoperancia política.
¿Cuánto tiempo aguantará el mandatario estatal las presiones de los diferentes sectores sociales que lo quieren ver lejos del poder?
Por lo pronto, los defensores de Vallejo argumentan que la violencia es una herencia recibida de gobiernos anteriores.
Quizás tenga razón al defenderse, pero no se trata de evocar al pasado para justificar su incapacidad para gobernar en el presente.
Desde un principio, Vallejo tuvo que ausentarse una temporada del gobierno para atenderse un problema hepático.
Lo sustituyó Jesús Reyna, un político a quien señalan como simpatizante de organizaciones delincuenciales.
En ese lapso de ausencia, en Michoacán se incrementó la espiral criminal. Los resultados del interinato fueron negativos.
Nuevamente en el poder, Vallejo se ha convertido en un observador pasivo de la violencia desatada a su alrededor.
Ante esa crisis de gobierno, los adversarios políticos intentan llevar agua a su molino con la idea de que el mandatario estatal sea sustituido por una Junta de Gobierno o por alguno de los candidatos derrotados en las elecciones para gobernador.
Y es aquí precisamente donde surge la interrogante que mueve a reflexión. ¿Sería la senadora Luisa María Calderón la indicada para poner orden en Michoacán? ¿O Silvano Aureoles?
Los dos legisladores no reúnen los requisitos que exige el problema. La senadora Calderón no es aceptada por los michoacanos. Lo anterior se demostró en los últimos comicios. La familia Calderón es identificada en Michoacán por el descrédito del ex presidente Felipe y su guerra fallida contra la delincuencia organizada que inició en la tierra de Lázaro Cárdenas.
Con su estrategia errada, Calderón lo único que hizo fue patear el panal de la delincuencia. El problema no se erradicó. Al contrario, los grupos de narcotraficantes se fortalecieron como fue el caso de “Los Caballeros Templarios”.
Como si lo anterior no hubiera sido suficiente, en aquella entidad se incrementó el número de municipios donde operan las denominadas autodefensas.
¿Hasta dónde se ha perdido el control de las autoridades sobre lo que ocurre en Michoacán? ¿Es necesaria la desaparición de poderes? En esta discusión se encuentran atrapados los simpatizantes y adversarios de Vallejo.
Son innumerables los daños que provocan la violencia y la inestabilidad social, entre otros la paralización económica del estado. ¿Quién, en su sano juicio, pretendería invertir en una entidad violenta e insegura?
¿Un gobernador interino será la solución para que retorne el orden constitucional en Michoacán?
Por lo pronto, son ya 43 municipios donde operan las autodefensas. ¿Qué sigue?
Hay una receta que se aplica la alcaldesa de Parácuaro, Michoacán, Lucila Barajas Vázquez (representante del PRI-PAN). Es sencilla y fácil de aplicar. Consiste en abandonar el pueblo para disfrutar unas vacaciones en la playa.
En el Face, la edil presumió, enfundada en un traje rayado, su cuerpo que se asoleaba e alguna playa mexicana. No habría mayor problema, pero precisamente, cuando ella se relajaba sobre la arena, en Parácuaro los grupos de autodefensa tomaban la cabecera municipal.
“Estamos aguantando este calorón”, escribía doña Lucila en la foto. No se entiende si se trata de las altas temperaturas producidas por el sol o la agobiante crisis en el municipio. No es mala idea que Vallejo se vaya a descansar unos días en cualquier sitio de la costa mexicana. El gobierno michoacano no resentiría su ausencia. Doña Lucila ya puso el ejemplo.
Feliz fin de semana.