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¬ Juan Manuel Magaña miércoles 19, Feb 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
De cara a la cumbre de Toluca, la de los 20 años del TLCAN, la de “los líderes de Norteamérica”, el canciller mexicano, José Antonio Meade Kuribreña, publica en el diario español “El País” un artículo que titula “Construyendo la región más competitiva” y se refiere ya en el subtítulo a que “La América del Norte del siglo XXI será la zona más dinámica del mundo”.
Dicha cumbre se dará hoy, 19 de febrero, y en ella el presidente de México, Enrique Peña Nieto, recibe en la capital del Estado de México, al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y al primer ministro de Canadá, Stephen Harper.
“La Cumbre de Líderes de América del Norte permite a nuestra región identificar prioridades comunes, acordar objetivos y definir líneas de acción específicas”, expone el canciller.
A decir de él, en esta ocasión, los tres mandatarios “reafirmarán su compromiso de construir y mantener a América del Norte como la región más competitiva y dinámica del mundo.
Con un enfoque estratégico, impulsarán el bienestar y la prosperidad de nuestras sociedades. Las relaciones bilaterales entre los tres países son de enorme importancia. También lo es actuar de manera trilateral en aquellos ámbitos en que la suma de esfuerzos potencia nuestra competitividad y desarrollo”.
Hasta aquí me pregunto cuántas cumbres no se han inaugurado y concluido con los mismos lugares comunes expresados acerca “del bienestar y la prosperidad de nuestras sociedades”, y de que “la suma de esfuerzos potencia la competitividad y el desarrollo”.
Todo para que al final y durante mucho tiempo la sociedad mexicana no haya percibido el resultado tangible de uno sólo de los encuentros de esta magnitud. ¿Por qué habría de ser distinto ahora?
No son pocos los que creen, hablando en plata, que luego de 20 años del TLC el resultado neto es que el país ha retrocedido en sus niveles de bienestar y prosperidad y la prueba está en los altos niveles de pobreza y desigualdad que enfrenta.
Pero el canciller lo ve de otra manera, con visión optimista y hacia futuro.
“A 20 años de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, nuestra región genera cerca del 30% del producto interno bruto mundial. Somos un mercado de más de 450 millones de personas. Tenemos un capital humano eficiente y cada vez más preparado. Nuestras ventajas logísticas y de comunicaciones generan economías de escala. Operamos bajo un nuevo paradigma en materia energética que hace pocos años resultaba inimaginable”.
Y es precisamente ese “nuevo paradigma en materia energética” lo que parece hacer del todo diferente a esta cumbre. México ha tirado las barreras con las que protegía su última propiedad, el patrimonio de su vida. Con ello está aportando el alma a una sociedad que en el pasado no parece haberle redituado lo suficiente.
Si de falta de reciprocidad hablamos, fácilmente puede decirse que mientras la apertura mexicana ha sido ya total y descomunal, nuestro gran “socio” del norte no ha sido capaz de corresponder ni siquiera con la reforma migratoria. Obama viene a México, en ese sentido, con las manos vacías.
Pero dice el canciller que “compartimos una visión de futuro. Para cada país es prioritario generar más y mejores empleos, promover su presencia en el mercado global y asegurar el bienestar de la sociedad. Compartimos además principios. Somos naciones democráticas que respetan y promueven los derechos humanos y el estado de derecho”.
Ojalá así fuera. Ojalá que no se equivoque.











