Gobernadores, en conflicto
Augusto Corro martes 20, May 2014Punto por punto
Augusto Corro
La violencia en el país, principalmente en Tamaulipas, Michoacán, Morelos y Guerrero, entre otros estados, puso en jaque a los gobernadores de esas entidades porque la violencia no cede.
Se repiten las protestas colectivas en busca de justicia y tranquilidad. Habitantes de las mencionadas entidades demandan las renuncias de sus mandatarios, debido a su incapacidad para gobernar.
En Ciudad Victoria, Tamaulipas, , se realizó la última manifestación con miles de ciudadanos que, vestidos de blanco, marcharon por las calles para exigir a las autoridades un alto a la ola de violencia y el regreso a la paz.
“No más muertes, no más secuestros, queremos paz”, “Queremos vivir sin miedo”, “Exigimos paz”, “Egidio, entiende, protege a la gente”, eran los gritos que se escuchaban durante la marcha, por parte de integrantes de la sociedad civil, dirigentes de partidos, funcionarios, etc.
Lo mismo ocurrió con el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, quien no ha podido frenar las acciones de la delincuencia organizada y tienen al mencionado estado en el primer lugar de secuestros en el país.
Desde la llegada del mandatario estatal perredista, la espiral de violencia se incrementó considerablemente. Los asesinatos del doctor Alejandro Chao y de su esposa Sara Rebolledo fueron la gota que derramó el vaso de agua. En Cuernavaca, los universitarios y otros sectores sociales se unieron para protestar por el doble crimen.
En los primeros días de mayo, hartos de tanta violencia estudiantes, maestros y ciudadanos de los diferentes sectores sociales marcharon del campus universitario al Zócalo. Durante el recorrido gritaron: “¡Fuera Graco!”, “¡No queremos más muertos!”, “¡Queremos seguridad!”. De esta manera manifestaron su hartazgo por la violencia.
En Guerrero, Angel Aguirre también ha sido cuestionado acremente por su ineficacia en el gobierno. Los problemas que aquejan al mencionado estado derivan de las actividades del narcotráfico y de los fenómenos naturales, sismos y ciclones. Los daños son múltiples y no se ve la manera de amortiguar tanta calamidad y desastres.
En algunas zonas guerrerenses aún no se superan las tragedias provocadas por las lluvias el año pasado y está a punto de empezar la nueva temporada de ciclones. Sin un gobernador eficiente, las desgracias se multiplicarán. Nadie lo duda.
De Michoacán, nos sabemos la historia llena de errores de quienes se dijeron gobernadores: Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy dejaron una herencia de muertes y violencia durante sus temporadas en el poder ejecutivo
Debe incluirse a Fausto Vallejo que no obstante su difícil enfermedad hepática no hizo ni el menor intento de dejar la gubernatura. Su ausencia de varios meses solo sirvió para que su hombre de confianza, Jesús Reyna García, estrechara sus relaciones con Servando Gómez Martínez “La Tuta”, el líder de “Los Caballeros Templarios”.
En más de una ocasión, los michoacanos se pronunciaron por la salida de Vallejo, a causa de su incapacidad para gobernar. El gobierno federal intervino y tomó la determinación de enviar a un comisionado especial para que se encargara de enderezar la conflictiva situación política y social en aquella entidad.
Poco a poco se ha logrado la recuperación de la tranquilidad y el gobernador pasó a ser una figura política decorativa.
Los mandatarios mencionados, a pesar de las grandes dificultades que enfrentan por incapacidad e ineptitud no han demostrado el menor interés en abandonar sus cargos. Al contrario, se aferran al “hueso” y no hay poder humano que los releve o los mueva de su cargo.
Se agarran al poder desesperadamente. En los estados donde actúan los cárteles de la droga y otras mafias, la participación de los mandatarios estatales ha sido nula. Los resultados saltan a la vista.
¿Egidio, Graco, Angel o Fausto dejarán el poder algún día? Imposible. Ni pensarlo. Ya poseen la dosis suficiente de cinismo para sobrevivir en un ambiente lleno de reclamos por una sociedad cansada de violencia. Los susodichos gobernadores seguirán pegados a la ubre del poder, sin ninguna esperanza de ser llamados a cuentas por su ineptitud e ineficacia como ejecutivos estatales.