¡Ya abdicó, yo adjudico!
¬ Javier Cadena Cárdenas jueves 5, Jun 2014Termómetro
Javier Cadena Cárdenas
¡El rey de España ha abdicado!
Esa ha sido la noticia que ha corrido en el mundo y con asombro la han reproducido todas las notas de todos los medios de comunicación de todo el mundo.
Lo dicen a cada momento y en cada instante, y lo han dicho bien, ya que Juan Carlos de Borbón así lo dijo con todas las letras y todos lo escucharon y lo leyeron y lo interpretaron correctamente.
Eso dijo, pero también fue enfático al afirmar que su hijo Felipe heredará la corona ya que, afirmó, “encarna la estabilidad”.
Es decir, en pocas palabras lo que dijo es que abdicó pero a la vez adjudicó el puesto a su primogénito.
Y eso está bien porque así está regulado en las leyes de ese país.
Pero lo que a lo mejor salta es el hecho de que aquellos personajes mexicanos que un día sí y otro también atacan a los políticos que duran mucho en el poder o que los critican porque deciden a quien heredar sus puestos, ahora no han dicho esta boca es mía y entonces jugar un doble juego: por un lado aplaudir la abdicación y por el otro chiflarle a la adjudicación directa y sin licitación pública, como dirían en México los ínclitos fiscalizadores de la función pública.
Pero el casi ex rey también dijo algo muy importante al reconocer que en España “la larga y profunda crisis económica ha dejado cicatrices en el tejido social”.
¡Ah, qué tejido social tan destejido!, podrían decir las abuelas de todo el mundo, y es que eso de la descomposición del llamado tejido social en este año aciago del Señor, ataca a todas las sociedades del mundo. En México, por ejemplo, un día sí y otro también dicen las noticias que el tejido social de tal o cual región del país o de la entidad o del municipio o de la colonia, está descompuesto y habrá que recomponerlo.
Eso pasa en Michoacán, en Tamaulipas, en Ciudad Juárez, en la colonia de al lado, en el poblado vecino, o en la comunidad más cercana a la que es asiduo todo ciudadano, y por ello, entonces, el ciudadano se organiza para ayudar al gobierno a hacer su trabajo.
Y esta participación ciudadana abarca todos y cada uno de los ámbitos de la vida pública nacional. En unos campos la participación es activa, y en otros es más de apoyo moral que real, pero en todos, el ciudadano hace sentir su presencia.
Aunque en ocasiones esta presencia sea desproporcionada, incorrecta, fuera de lugar, exagerada, innecesaria, o se podría calificar, incluso, con cualquier otro adjetivo y sería correcto.
Antes, hace no mucho, en México aunque existía la ciudadanía y el ciudadano era quien votaba en las elecciones para elegir a los gobernantes, quien dominaba al menos en el discurso era el concepto “pueblo”.
Y así fue hasta que el villano favorito de muchos por interpósita persona dijo “hágase el ciudadano”, y entonces apareció el sector popular del PRI convertido en “UNE, ciudadanos en movimiento”, y el pueblo dejó de ser pueblo y se convirtió en ciudadano.
Pero no duró mucho, al menos en las siglas del sector popular del PRI, y el pueblo regresó.
Pero si en México regresó el pueblo, en España aun domina la sangre azul y el dedazo y los puestos heredados por obra y gracia del señor, pero no del Señor que está en los cielos, sino del señor que habita el palacio del rey.