México, por los suelos
¬ Juan Manuel Magaña jueves 9, Oct 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Ahora en el mundo se habla de México. A dos semanas de la masacre de normalistas de Ayotzinapa y ciudadanos en Iguala, Guerrero, desde los organismos internacionales se ha levantado una oleada de condenas a la violencia bestial que padecemos y de exigencias de que las autoridades hagan algo para explicar lo inexplicable y castigar lo lamentable.
Amnistía Internacional, Human Rights Watch, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Organización de Naciones Unidas, la Organización de Estado Americanos, el Departamento de Estado de EU.
Todos se han asombrado, consternado y pronunciado por las masacres de Tlatlaya, Estado de México -en la que soldados ajusticiaron a 22 supuestos criminales-, y de Iguala —en la que policías locales y sicarios dejaron seis muertos y 43 desaparecidos, cuyos restos desfigurados al parecer comienzan a levantarse en reclamo de justicia desde las fosas clandestinas.
A comienzos de octubre escribimos en este espacio que los numerosos hechos de incontenible violencia han hecho que los ojos del mundo estén sobre el país. Justo en momentos en que, en otros escenarios globales, México ha querido transmitir un mensaje de avance en materia de paz y seguridad.
Organismos habían vuelto a asombrarse con este país, que lo mismo produce decenas de muertos en un día, que cantidades brutales de desaparecidos.
Unos y otros ha expresado preocupación por una ‘‘posible ejecución extrajudicial o ajusticiamiento’’ en los casos de Iguala y Tlatlaya, y han dicho esperar ‘‘que el Estado mexicano tome medidas radicales y envíe un mensaje ejemplar’’ en materia de justicia.
Ese mensaje ejemplar nomás no se produce, más bien las desgracias en este país se acumulan inexorablemente. Apenas el mes de septiembre había cerrado en forma sangrienta. Un diputado priísta había sido levantado en plena luz del día y asesinado en Jalisco. Un dirigente estatal del PAN había sido ejecutado mientras desayunaba en el paradisiaco Acapulco. Un enfrentamiento entre presuntos delincuentes dejaba un saldo de 11 muertos en el municipio chihuahuense de Guachochi.
Este país ha derramado demasiadas lágrimas, lo mismo por decenas de niños que resultan quemados en un incendio de guardería, que decenas de personas que terminan calcinadas por un incendio criminalmente provocado al interior de un casino, o por decenas de migrantes secuestrados y ejecutados por la mafia.
Demasiadas lágrimas adicionales provocadas por la impunidad.
La autoridad está en evidencia con su actuar omiso, errático y tardío frente a acontecimientos cuya gravedad trasciende a delitos de lesa humanidad. Cada día, cada semana, cada mes, se produce “un horrible crimen que ha sacudido al mundo”, como diría Amnistía Internacional.
Cada vez se repite un reclamo como este: “las autoridades federales deben lanzar una total y minuciosa investigación sobre la desaparición de 43 estudiantes en Iguala”.
La portavoz del Departamento de Estado, JenPsaki, consideró que lo de Iguala son “crímenes que demandan una investigación completa y transparente”; el secretario general de la Organización de Estado Americanos, José Miguel Inzulza, demandó el esclarecimiento de este crimen “tan inhumano como absurdo”, y apuntó que el episodio “enluta no sólo a los mexicanos sino a todos los países de las Américas”.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos dijo que “en este tipo de casos se juega el prestigio del Estado mexicano en protección de derechos humanos”.
Las demandas de esclarecimiento formuladas al Estado mexicano por actores nacionales e internacionales no tienen precedente.
Sí todo eso es cierto. Y qué.