Caso Iguala, río revuelto
¬ Juan Manuel Magaña lunes 13, Oct 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Todavía se dan el lujo de polemizar en un caso tan delicado como el de Guerrero.
En lo que constituyó un desencuentro, el gobernador Ángel Aguirre Rivero sostuvo este fin de semana que algunos de los 28 cuerpos recientemente exhumados de las fosas clandestinas no corresponden a los 43 estudiantes desaparecidos, mientras el titular de la PGR, Jesús Murillo Karam, aludiendo al mandatario estatal, contestó con un tajante: “no sé en qué se base; yo cuando les dé información será porque tengo la certeza de que así fue”.
¿Qué no se pueden hablar? ¿Ponerse de acuerdo? ¿Unir esfuerzos en tan delicada investigación? ¿Tienen por fuerza o por fatalidad que darle la razón al exterior cuando en voz de Amnistía Internacional considera “caótica y hostil” la pesquisa del caso Ayotzinapa?
Pues así están las cosas en ese caso Guerrero que es un rio revuelto, lleno de confusión y meandros, en el que con todo oportunismo organismos como la Iglesia Católica lanzan la caña de pescar.
Se tardó un poco para decir algo sobre los lamentables hechos de Iguala, dos semanas después. Y aunque dijo algunas cosas que son muy ciertas, en realidad se trata de puñaladas al fin.
En su semanario Desde la Fe, dicha iglesia publicó un editorial que tituló “En el país de las matanzas” para denunciar que Guerrero es otro foco encendido que las autoridades de la federación no quisieron ver. Dice que Guerrero “es el reflejo del peligro latente de vivir en un país como México con graves problemas internos, ingobernabilidad, seguridad, corrupción y miedo en distintas regiones, donde nadie puede decirse estar a salvo, ni siquiera los hombres promotores de la paz y justicia”.
Como prueba de esta afirmación, Desde la Fe recuerda “la tortura y asesinato perpetrados contra el padre José Ascensión Acuña Osorio, de la diócesis de Ciudad Altamirano, cuyo caso hace que se empiece a considerar este sexenio como uno de los más riesgosos para ejercer el ministerio sacerdotal”.
La iglesia del cardenal Norberto Rivera Carrera advierte de la progresiva descomposición de Guerrero, estado pobre, hambriento y rezagado. Factores, dice, que indican la condición fallida que las autoridades negaron en reconocer.
Todo eso es cierto, pero la iglesia debió abrir así la boca desde hace mucho y de manera sistemática si de veras hubiese querido jugar un rol social importante para evitar el problema de violencia que se le vino encima a México.
Lo malo es que hoy dice cosas ciertas pero para luego dar puñaladas, como eso de que “Guerrero está regido por un antiguo priísta y perredista por conveniencia, la entidad de Ángel Aguirre Rivero se sumó a la espiral de muerte que tuvo su máximo en el hallazgo de las fosas de Iguala, donde fueron sacrificadas veintiocho personas”.
El semanario hace revoltura, usa hasta sus rencortes nomás para pegarle al gobernador: “la marginación e inseguridad están enquistadas y los desastres naturales de septiembre de 2013 exhibieron la incompetencia de Aguirre. Cosa que quiso tapar cuando avivó el fuego de la violencia, al promover las criminales reformas al Código Penal del Estado de Guerrero y de la Ley Número 1212 de Salud del estado para asesinar a niños indefensos en el seno materno, iniciativa que, por las presiones de la sociedad civil, fue puesta en el archivo legislativo, evidencia del desdén legal por la vida y seguridad del pueblo guerrerense”.
Y todavía pontifica: “lo hemos dicho y lo seguiremos repitiendo, la impunidad es la madre de toda violencia e injusticia, no habrá paz y concordia en México si no se empieza por hacer que los culpables de todos estos horrores paguen por sus crímenes. No es búsqueda de venganza, sino sed de justicia”.
Pura grilla eclesial. Lo malo es que en un caso como el de Iguala, esa grilla significa bajeza. Por eso estamos como estamos, dice el clásico.