Doloroso relato
Roberto Vizcaíno lunes 10, Nov 2014Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- El presidente Enrique Peña Nieto convocó a los mexicanos a no caer en la provocación y a actuar unidos
- El gobierno, por igual, acompaña a la sociedad mexicana en este sentimiento de duelo, dijo
- Lo presentado por Murillo no deja dudas de que los estudiantes fueron sacrificados por los delincuentes
El viernes pasado el procurador general de la República, el hidalguense Jesús Murillo Karam, evidentemente abatido, hizo un relato sin fisuras ni concesiones que mostró cómo y por qué el grupo delincuencial Guerreros Unidos se apoderó, secuestró, asesinó, incineró y se deshizo de los 43 normalistas de Ayotzinapa entre el viernes 26 y sábado 27 de septiembre.
Los roles de cada personaje dentro de este drama –estudiantes, delincuentes, policías municipales y autoridades municipales y estatales–, hicieron converger a todos en un punto sin regreso que ahora ha significado uno de los acontecimientos más grotescos, absurdos, complejos, de más alto impacto nacional e internacional, y brutales de la vida moderna de México.
Para los estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero, ir esa tarde-noche a Iguala en autobuses retenidos por la fuerza se trataba de realizar un evento más de los muchos que acostumbraban efectuar. En esta ocasión iban con la intención de protestar y boicotear el informe que presentaría María de los Ángeles Pineda, esposa del alcalde perredista de Iguala, José Luis Abarca. Todos sabían que ese informe era el arranque de campaña de Pineda para suceder a su esposo en la presidencia de ese municipio.
Para la pareja en el poder –Abarca y Pineda–, girar la orden a su jefe de policía, Felipe Flores Vázquez, de detener a los normalistas y darles un escarmiento ejemplar, fue un acto de autoridad más de los muchos a los que estaban acostumbrados no basados en la legalidad, sino en la soberbia del poder.
Para el jefe policiaco compartir esta instrucción con el jefe de la plaza de los Guerreros Unidos, con “El Gil”, fue un acto casi automático de colaboración entre dos poderes, el institucional y el fáctico, dentro del esquema de acciones de hecho –no de derecho–, a que estaban acostumbrados. Ahí nada tenía espacio para ajustarse a la ley.
Para “El Gil” justificar ante su jefe Sidronio Casarrubias Salgado lo que iba a hacer, fue fácil: le dijo que dentro del grupo de los 43 normalistas capturados por la policía de Iguala y entregados a la de Cocula, iban 17 sujetos de la banda enemiga, la de Los Rojos, que preparaban el ataque y asesinato del jefe de la plaza de los Guerreros Unidos y su familia.
Lejos del evento, Casarrubias dio el visto bueno a “El Gil” “en honor de la defensa del territorio”.
“El Gil” cumplió así el protocolo interno –quedaba bien que la autoridad del y con el encargo del alcalde socio–, y entonces instruyó a los suyos a llevarse a los estudiantes en dos camiones medios de carga hacia el tiradero de Cocula, donde él sabía que había un cráter natural en medio de la nada. En una zona montañosa dónde ya antes había matado y cremados a otras personas sin interferencia ni consecuencia alguna.
Por eso sabía también que usar palos, llantas, cartones, gasolinas y diésel era un método efectivo.
Lo que ocurrió en este tiempo y lugar fue narrado sin matices ni remordimientos y ante las cámaras de video de la PGR por Patricio Reyes Landa, “El Pato”; Jonathan Osorio Gómez, “El Jona” y por Agustín García Reyes, “El Sheriff”, apenas 3 de los que participaron en esos brutales hechos.
El relato no deja dudas de que ahí quedaron los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Es obvio que de sus restos –unos cuantos huesos y dientes– no será de ninguna manera fácil sacar identidades de los muchachos, por más que eso se envíe a los mejores laboratorios del mundo, localizados en Austria.
Y sin identidades confirmadas las autoridades no se puede dictaminar la muerte de nadie. Una absurda pero comprensible encrucijada legal que además se estrella ante la razonable negativa de familiares de los desaparecidos a aceptar la muerte de los suyos, por más que las evidencias indican que los estudiantes ya no están vivos.
Lo demás es paja.
“ESTOY CANSADO”
Como paja es el por demás desatinado, inoportuno, imprudente comentario ante las cámaras hecho por el procurador Jesús Murillo Karam quien no aguantó decir en público lo que su imagen corporal gritaba por todos los poros: “estoy cansado”.
Sólo bastaba verle para saberlo. Agotamiento y pesar era lo que expresaba el hidalguense en ese momento.
Venía de Guerrero nada más y nada menos que de decirles a los padres de familia que sus hijos habían sido capturados por policías y asesinados por delincuentes quienes además los incineraron en la forma más horrible e inhumana para luego esparcirlos en el afluente del río Cocula.
Llegaba Murillo de encabezar una tarea de más de 30 días en los que enfrentó el caso más grave, complejo e impactante de los últimos tiempos en México, con una presión social nacional e internacional creciente, que golpeaba desde hace semanas no a él, sino al propio presidente Enrique Peña Nieto y a la imagen de México.
¡Claro que estaba cansado!… pero no debía decirlo.
A partir del viernes Murillo va a cargar durante muchos años con ese estigma. Ya corrió profusamente por redes sociales y al igual que las Laydies y los Misters de otros casos, su comentario ya tiene otras muchas connotaciones: que es si es producto de la intolerancia del régimen que representa, o del autoritarismo, o de su soberbia, o que si…
YA LE LLEGARON A PALACIO
Bajo el manto de la indignación nacional que causa el caso de los normalistas de Ayotzinapa, amparados por quienes marcharon y protestaron, exigieron el sábado por los 43 estudiantes guerrerenses los anarquistas de siempre, embozados, con sus bombas Molotov, piedras, palos y tubos, aprovecharon que el contingente llegó al Zócalo para desmontar la valla localizada frente a Palacio Nacional y lograr llegar a la puerta central para arremeter contra el edificio central del poder y la historia de México.
¿Qué esperaban lograr? ¿Entrar y destruir como lo hicieron en la Casa de Gobierno y Palacio de Gobierno de Guerrero?
Detrás de la puerta atacada, que data de al menos de hace 200 años y que ha visto pasar la historia contemporánea del país, desde la llegada de Villa y Zapata hasta los grandes momentos con Vasconcelos, el general Bernardo Reyes y tros muchos como Francisco I. Madero, Pino Suarez, están los grandes e irrepetibles murales de Diego de Rivera.
¿Querían destruir eso?
O provocar a la tropa que está siempre dentro de Palacio y resguarda la sede del Poder Ejecutivo Federal.
En fin.
AYOTZINAPA NOS DEBE UNIR
Indignado por la muerte de los normalistas, el presidente Enrique Peña Nieto paró ayer en Anchorage, Alaska dentro de su viaje a China para llamar a todos los mexicanos a unirse y evitar la confrontación.
“Es inaceptable que alguien pretenda utilizar esta tragedia para justificar su violencia. No se puede exigir justicia actuando con violencia.
“Quiero decir, para aquellas voces que sugerían no asistir (a China y a Australia a la reunión de los G-20): no hacerlo, señores, sería actuar con irresponsabilidad, quizá lo más fácil, lo más cómodo hubiese sido dejar de atender este compromiso que es de México, no sólo es del Presidente.
“Los mexicanos decimos no a la violencia, esta no es una expresión del gobierno, este es un sentimiento genuino de la sociedad mexicana que dice no a la violencia. Decimos sí a la justicia, al orden, a la armonía, a la tranquilidad. Ratifico: el caso de Ayotizanapa es un llamado a la unidad, a la reflexión, a la paz, a la concordia, a definir los mecanismos que permitan superar las debilidades de orden institucional y sobretodo a hacerlo en paz y armonía social
“Es un acto, a partir de la información que dio a conocer el procurador general de la República, abominable y atroz que genera indignación y dolor. El gobierno, por igual, acompaña a la sociedad mexicana en este sentimiento de duelo”, concluyó.