Juego de parejas
Ramón Zurita Sahagún jueves 17, Dic 2015De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
El poder se ha convertido en una obsesión para las parejas que han tenido acceso al mismo, por medio de sus consortes, por lo que varios de ellos han intentado alargar sus períodos, mediante sus respectivos cónyuges.
Lo intentan disimular, recurriendo a palabras gastadas y al ejercicio de los derechos cívicos de la otra persona y hasta al accionar de la vida democrática a la que accedió el país verdaderamente en tiempos recientes.
En México se acostumbró que de padres a hijos o hijas y de igual forma de madres políticas a hijos e hijas se pase la estafeta del poder.
Familias completas, abuelos, padres e hijos, además de tíos sobrinos, cuñados, concuños, suegros, yernos, nueras, familias completas nutren los espacios políticos del país.
María del Carmen Ramírez fue el primer cónyuge de un gobernante en asomar la cabeza y aspirar a ocupar el espacio físico del esposo, Alfonso Sánchez Anaya, gobernador de Tlaxcala.
Fue derrotada en las urnas, una y otra vez, primero como senadora (fue primera minoría) y luego como candidata a suceder al esposo en el gobierno estatal, comicios en que fue vencida por el panista Héctor Ortiz y enviada hasta el tercer lugar de la votación, aunque Sánchez Anaya sí consiguió ocupar el escaño vacante a la siguiente legislatura.
Marta Sahagún fue la primera esposa de un presidente de la República en aspirar a sucederlo (Vicente Fox Quesada), aunque solamente quedó en simple intención.
Otra Martha, García Gómez, esposa de Antonio Echevarría Domínguez, a la sazón gobernador de Nayarit hizo todo lo posible por sucederlo, aunque no lo consiguió en ese momento, pero seis años después compitió con los colores del PAN y resultó derrotada en las urnas por el priista y actual gobernador Roberto Sandoval.
Colima es, tal vez, la entidad en la que más se ha insistido para que las esposas de los ex gobernadoras sean habilitadas en la actividad política.
Tres de ellas participaron en la pasada contienda electoral, tanto en lo federal como en lo local y las tres fueron vencidas en las urnas.
Son distintos los personajes, aunque bajo el riesgo de ser señalados como parte de la misoginia, debemos aclarar que la mayor parte son de las mujeres, las que decidieron seguir los pasos de sus consortes.
Margarita Zavala Gómez del Campo es el más reciente de los casos, donde se intentan vender características especiales de liderazgo que la ubicarían como uno de los prospectos más sólidos del Partido Acción Nacional para contender por la Presidencia de la República.
Es cierto que ella construyó su propia carrera política, tejida al interior de una familia de prosapia panista, aunque se puede considerar modesta, ya que fungió como diputada local y federal de representación popular, sin ganar jamás una elección con el voto directo de los ciudadanos.
Incluso, la diputación federal la alcanzó cuando su esposo (Felipe Calderón Hinojosa) ya había presidido el partido que representó en la Cámara de Diputados y formaba parte del gabinete de Vicente Fox Quesada.
Margarita logró ser vicecoordinadora de la fracción de su partido en la LIX legislatura, la anterior a que su marido fuese Presidente de la República.
De las iniciativas presentadas en ese tiempo nadie se acuerda, tampoco de las gestiones realizadas en su desempeño como legisladora federal.
Su paso por la Cámara de Diputados fue semejante al del 80 por ciento de los legisladores (hombres y mujeres) que se consideran anodinos en su transcurrir por ambas cámaras del Congreso de la Unión.
Tampoco su recorrido como Primera Dama fue nada notable, ya que prefirió mantener perfil bajo en los seis años de gobierno de su esposo, aunque como corresponde a la consorte del Ejecutivo federal, desde la presidencia del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, trabajó conjuntamente con la red voluntaria del DIF en diversos programas de apoyo y protección a la niñez y de auxilio en las zonas de desastre y en la prevención de adicciones, entre otros rubros.
Sin embargo, con ese reducido trabajo político, Margarita se presenta ahora como una opción de su partido para disputar la candidatura presidencial con otros aspirantes, a pesar de haber sufrido dos reveses recientes que muestran su parte acomodaticia.
Margarita buscó ser candidata a diputada federal en la contienda del pasado mes de junio, aunque su pretensión era por la misma vía de siempre, la representación proporcional, donde Cecilia Romero obtuvo mayor respaldo de los consejeros de su partido.
Se le ofreció que entra en la competencia directa con una candidatura uninominal, lo que de inmediato rechazó, por considerar que no le alcanzaría para obtener el voto ciudadano.
Después de ello anunció su ingreso a la disputa por la presidencia nacional del partido, aunque también de ese propósito desistió, por lo que la contienda ocurrió entre el ganador Ricardo Anaya y el derrotado Javier Corral.
Esos fueron dos propósitos frustrados de Margarita por reinsertarse en la vida política durante 2015, por lo que ante el fracaso alzó su mira, hacia la candidatura presidencial.
Ahora Margarita se presenta como una opción real, animada por unas encuestas tempraneras que la ubican como uno de los protagonistas de la contienda presidencial del 2018.
Hasta ahí, todo se aprecia como aspiración natural de todos los que han participado alguna vez en el ámbito político, pero donde las cosas se aprecian de otra manera, es cuando la propia Margarita expresa que si no pasa por el filtro de su partido, entonces buscará la nominación en forma independiente, lo que muestra que al igual que la mayor parte de los hombres, las mujeres se mueven por la ambición política y no por la consolidación de sus ideales.