Sabuesos seductores
Freddy Sánchez jueves 23, Mar 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
¡Por Dios santo!.. Cómo alguien puede sentirse acosada sexualmente porque un individuo le grita en la calle “adiós guapa”.
Créase o no, así fue. Una dama acudió ante las autoridades y con su queja ciudadana al sujeto que le soltó el piropo, lo mandó un día al “Torito”, centro de reclusión habitual para los que son atrapados por el alcoholímetro.
En defensa de su acción, la chica manifestó que el acoso hacia las mujeres empieza por un acto aparentemente sin importancia, pero nadie puede saber de qué sería capaz un acosador. Cosa cierta, sin duda.
El caso es que no pocos (al enterarse del asunto usaron las redes sociales para apoyar a la jovencita que no toleró la conducta del taxista que la llamó guapa, mientras que otros la tildaron de exagerada).
Y es aquí donde valdría la pena reflexionar qué es exactamente una expresión normal y sin malicia cuando un hombre o mujer trata de ser amable con un comentario para alguien del sexo opuesto al que no conoce, pero ha llamado su atención en la vía pública, algún lugar donde se reúne la gente para divertirse, en un centro laboral e incluso estando ambos en un templo religioso.
Un simple “adiós guapa”, que parece algo inofensivo y hasta adulador, en efecto podría ser dicho de tal forma que resulte molesto e inaceptable, en especial si el supuesto piropo se acompaña de ademanes vulgares y el tono de la voz pudiera parecer surgido de la boca de un auténtico pelafustán.
Porque justo es decir con franqueza, que no sólo los dichos sino las miradas hacia las damas, en ciertos casos incomodan y ofenden.
-La mirada es libre. Y cualquiera se puede echar un taquito de ojo-, alegaba en defensa de su habitual costumbre de recorrer con la vista a cuanta chica pasaba a su lado, un señor como tantos hombres e incluso mujeres que deambulan por las calles observando meticulosamente el caminar de los transeúntes.
Y muchos lo hacen con discreción y respeto, (admirando esos bien delineados cuerpos y rostros atractivos que uno se puede encontrar en su tránsito citadino), pero hay otros que de plano con ojos desorbitados como si la lujuria los dominara, en verdad incurren en faltas de respeto que nadie tiene por qué tolerar.
Claro que los tiempos han cambiado tanto, a grado tal que la seducción contumaz dejó de ser condición natural en los hombres, dado que entre la mujeres en la actualidad una buena cantidad son las grandes seductoras, que cuesta trabajo saber en qué circunstancias habría que considerar como un acoso punible el hecho de que se repartan piropos, en especial si éstos no son expresiones de manifiesta vulgaridad como lo sería referirse frente una dama e incluso un hombre acerca de sus atributos físicos utilizando palabras grotescas y altisonantes.
Omitir los ejemplos, será lo mejor, para no ser catalogado de acosador, puesto que lo que en realidad debería llamar la atención en el tema que nos ocupa es que sin duda el acoso hacia damas y caballeros existe y como sucede con las agresiones físicas suele subir de intensidad cuando alguien una y otra vez ofende y molesta con sus actitudes sin recibir la reprimenda a su comportamiento.
Para contener pues a los acosadores en potencia, lógicamente alguna acción pública habría que adoptar con carácter preventivo a modo de impedir lo que tarde o temprano pudieran convertirse en atentados graves contra la mujer o los mismos hombres por parte de aquellos a los que bien se podría calificar como sabuesos seductores.