Izquierda corrupta
Freddy Sánchez jueves 11, May 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
En relación con la manía corrupta de sacar provecho de un cargo institucional, “no todos somos iguales”, dijo el gobernador de Morelos, Graco Ramírez.
La pregunta es si realmente es así entre todos y cada uno de los militantes del PRD, los demás abanderados de “las izquierdas” y por supuesto el resto de los políticos, sean del partido que sean.
Rosario Robles, en cierta ocasión dijo lo mismo para diferenciar la conducta de sus correligionarios, al afirmar que “no todos son iguales, pero unos son más iguales que otros”.
Frases de cliché que se antojan evasivas de responsabilidad propia en los turbios menesteres de la corrupción en la que contantemente están metidos muchos hombres y mujeres dedicados a la política y cuando alguno es señalado públicamente de corrupto, todos los demás procuran lavarse las manos.
Obviamente, con pleno derecho de hacerlo, hasta que se les pruebe lo contrario.
Porque no basta suponer que la corrupción es una práctica común entre la mayoría (por no decir que todos), los que decidieron entrar a la política y están más que aferrados a no renunciar jamás a estas actividades, recurriendo continuamente a los malabares para saltar de un cargo a otro y así darse una vida de ricos aparte de que en infinidad de casos todo indica una grosera y mal habida acumulación de riqueza desde hace más de veinte o treinta años, en un sinnúmero de practicantes de la política.
Claro que una cosa es pensar que todos son corruptos y otra poder demostrarlo, ya que efectivamente como dijo Graco Ramírez, “no todos son iguales” o como diría Rosario Robles, “unos son más iguales que otros”.
De modo que para saber quién es quién en cuanto a corruptelas o no corruptelas en la práctica de los quehaceres institucionales, bajo el amparo o no de siglas partidistas, lo deseable e indispensable sería como se diría coloquialmente “pasarlos a todos a la báscula”.
Una revisión oficial de gastos y acumulación patrimonial en cada uno de los dedicados a la política y sus familiares inmediatos (padres, esposos, hijos y abuelos), al menos en las tres últimas décadas daría luz respecto a los que en ese tiempo hayan tenido responsabilidades conferidas electoralmente sin haber incurrido en ningún momento en actos de corrupción.
Aunque, naturalmente, una acción de esta naturaleza parece imposible, tomando en cuenta que quienes tendrían que apoyarla serían los propios sujetos a investigación (funcionarios y militantes partidista en general), cosa poco probable considerando que la mayoría se ufanan de ser muy honestos y se sentirían ofendidos de sólo pedirles que acrediten a cabalidad la legitima procedencia de los bienes que detentan a su nombre y sus familiares, además de rendir cuentas sobre gastos personales y la procedencia de los dineros que tuvieron para pagarlos.
Muchos preferían que se les siga catalogando de desvergonzados y corruptos irredentos, siempre y cuando no se dé curso legal a ninguna acción indagatoria que intente demostrarlo.
Así que uno simplemente podrá seguir creyendo que en todos los partidos políticos, en contubernio con sus aliados y contlapaches, la corrupción es un mal arraigado hasta la médula y por lo tanto esa práctica nefasta y contraria al bienestar social, no sólo se halla en lo que algunos han llegado a catalogar con desparpajo como una izquierda corrupta.