Alas a los alacranes
Alberto Vieyra G. miércoles 6, Dic 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Entre 1983 y 1990, Colombia vivió el más desastroso narcoterror, jamás visto en su historia.
Antes de declarar su guerra sin cuartel al Estado y pueblo colombiano, Pablo Escobar Gaviria y demás mafiosos, intentaron que el entonces procurador general de la nación, Carlos Jiménez Gómez, fuese el portador de una perversa e infame propuesta de narcoamnistía. ¿En qué consistía esa indecorosa proposición mafiosa?
La idea no cuajó, porque el gobierno de Belisario Betancourt ya había declarado la guerra contra los cárteles de la droga en 1983. Comenzaría la matazón.
En abril de 1984, sería asesinado el entonces ministro de Justicia, Lara Bonilla, y la mayoría de los capos del narcotráfico huyeron a Panamá. Tiempo después, los mafiosos volvieron a seducir al Estado para continuar el baño de sangre. ¿En qué consistía el perdón exigido al gobierno colombiano? Desmantelar de inmediato el negocio del narcotráfico, repatriar sus capitales a Colombia, retirarse de la política y colaborar con el gobierno en la erradicación del consumo de droga, a cambio de la no extradición y una negociación para saldar sus cuentas judiciales. Impunidad total.
Sería largo enumerar el baño de sangre ocurrido en Colombia hasta 1990. En ese año, los mafiosos secuestrarían a prominentes empresarios, políticos, y asesinaron a 4 aspirantes presidenciales: Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Luis Carlos Galán y Carlos Pizarro. La mafia habría puesto en quinto lugar la cabeza de César Gaviria Trujillo, quien se vería obligado a dar su brazo a torcer y aceptar, en todas sus partes, la narcoamnistía propuesta por los mafiosos encabezados por Pablo Escobar Gaviria.
¿Por qué hago historia? Porque los pueblos que no leen la historia están condenados a repetirla. Y es, seguramente, lo que le acaba de ocurrir al viejito ese que lleva 18 años buscando, obsesivamente, la silla presidencial, y que dice que, si a la tercer no llega a Palacio Nacional, se largará a su rancho. ¿Pero en qué cabeza cabe proponer una narcoamnistía para que los mafiosos cárteles de la droga mexicana depongan las armas para que, en México, vuelva a imperar la paz? Solamente a un lorenzo se le puede ocurrir semejante torpeza. Qué no sería mejor, que el señor López Obrador, proponga legalizar todo tipo de drogas para desactivar de raíz el problema del narcotráfico en México.
Recordaré que, en Estados Unidos, se acabaron los Al Capones después de que en 1930 el gobierno norteamericano legalizó la venta de alcohol. El demente Peje propone, también, que sea la sociedad quien diga la última palabra para que los líderes del crimen organizado sean perdonados. Como se ve que, al Peje, el narcocrimen no le ha tocado a su familia. ¿Perdonar a los mafiosos para que el Estado baile al son que ellos le toquen, como ocurrió en Colombia? ¿Falta todavía que el narcocrimen haga de las suyas en las campañas presidenciales, para que ocurra, en México, lo que ocurrió en Colombia?
Creí que el llamado Zúñiga y Miranda de este siglo era un hombre con un poquito de inteligencia, pero veo que su cerebro ya no cuenta con los 99 mil millones de neuronas que poseemos todos los seres humanos.
No cabe duda, el Peje se tendrá que ir a su rancho, pero antes, quiere darles alas a los alacranes.