Impunidad, al alza
Freddy Sánchez martes 23, Ene 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
José Antonio Meade lo dijo y lo dijo bien: la impunidad es un problema central en el país.
“En todos lados a donde vamos se nos reclama el ver que hay delincuentes que no enfrentan consecuencias y que hay actos de corrupción que tampoco enfrentan consecuencias”, afirmó el aspirante priísta a la Presidencia. Y dijo mucho más que eso, porque reconoció que los elementos para implementar acciones contra la impunidad, “ahí están”.
O sea, que no hacen falta recursos materiales ni leyes para combatir la delincuencia y corrupción, sino que más bien lo que ha faltado es voluntad política para actuar contra el crimen organizado y funcionarios corruptos.
Es evidente pues que en contra de la impunidad del delito y la corrupción a los responsables de actuar institucionalmente el reto les quedó grande, porque de plano tienen pocos pantalones o la cola muy larga.
Esto último no lo dijo Meade, pero lo dio a entender y si no fue así, bien podría afirmarlo y mucha gente le reconocería su franqueza y honestidad autocrítica del sistema de gobierno, tanto panista como priísta, en el que el ex secretario de Hacienda figuró en primera línea en los últimos dos sexenios en los que las incidencias delictivas más que bajar han ido en aumento.
El año 2017 fue uno de los más violentos que se recuerdan en la historia reciente del país.
Millones de compatriotas lamentan vivir en un estado de criminalidad a todo lo que puede provocar la impunidad delictiva, apenas ligeramente superior a la que se da en torno a la corrupción.
El aspirante priísta a la primera magistratura de la nación, en uno de sus actos proselitistas de la semana pasada, lo describió de la siguiente manera al decir que “en México es altamente probable que quien cometa un delito o incurra en actos de corrupción, se salga con la suya, que no enfrente la ley y que no pague las consecuencias de sus actos”.
Y dicho esto por ser quien es (actor de primerísimo nivel en el tránsito del bipartidismo PRI y PAN, como detentadores del poder presidencial en los últimos 18 años), no hace falta decir más para declarar el rotundo fracaso de las políticas de seguridad en el combate a la delincuencia para infortunio y desgracia de la población en general.
Pero, particularmente, en agobio de los que han ido a recoger a las calles a sus hijos o padres muertos en tiroteos entre hampones y policías o militares y marinos, quienes siguen implorando al cielo para saber el paradero y la suerte de sus consanguíneos desaparecidos; los que recuperaron su libertad mutilados o medio muertos después de un secuestro o los que se imaginan a sus hijas prostituidas en algún tugurio de mala muerte y por supuesto los que con ilusión iniciaron un negocio con los ahorros de toda su vida y en un santiamén lo perdieron todo por no poder satisfacer las exigencias de las bandas de extorsionadores que operan con más implacabilidad que los recaudadores de impuestos.
De ahí, la urgencia de reconocer que a las instituciones y gobiernos en todo el territorio nacional (no sólo priístas y panistas, sino las distintas de izquierda y aquellos partidos, asociaciones y camarillas que actúan como sus “vejigas para nadar”, esperando recompensa con algún “hueso que roer” en cualquier mando administrativo o legislativo) simple y llanamente habría que culparlos por igual de lo mismo.
Es decir, el estado de inseguridad, intranquilidad y frustración social, a causa de lo no sólo al Partido Revolucionario Institucional sino a todos los partidos políticos y sus desentendidos y desvergonzados representes burocráticos se les puede reprochar con sobrada razón: la delincuencia y corrupción con impunidad al alza.