Gangsterismo sindical
Freddy Sánchez martes 19, Feb 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
- Ayer como ayer y hoy como hoy…
Napoleón Gómez Urrutia, de ser un personaje al que sus adversarios en el reciente pasado catalogaron de corrupto y siniestro, en la actualidad figura en la palestra política como promotor de la regeneración sindical en México.
Entre bombo y platillo, el prominente senador de “Morena”, anunció la instauración de una nueva federación de trabajadores. En su retorno al país, después de un autoexilio al que dio lugar su persecución, “Don Napo” sorprendió a propios y extraños con la integración de una nueva organización obrera que intentará ser la más grande e importante de México.
Por lo pronto, siete organizaciones gremiales que representan a cincuenta mil trabajadores, en el ramo automotriz, decidieron confiar en su liderazgo, a fin de promover nuevos acuerdos obrero-patronales que beneficien a sus representados con mejores condiciones de trabajo.
Una legítima aspiración como lo es también la libertad sindical.
Por ello es que el derecho de los trabajadores a sindicalizarse y renovar sus afiliaciones sindicales, en todo tiempo es libre como lo establece la ley, lo que es justo y necesario, a fin de evitar la connivencia entre líderes de los trabajadores y empleadores, que lamentablemente suele darse en detrimento de las conquistas laborales, que en vez de incrementarse suelen ir a la baja.
Algo que se hizo notar en los gobiernos tecnocráticos, en virtud de la habitualidad de toda clase de facilidades para impulsar la productividad y las ganancias empresariales, que a querer o no pusieron en desventaja las gestas sindicales a favor de sus agremiados.
De hecho, los grandes beneficios laborales logrados por aquellos aguerridos sindicatos de otra época, como sucedió en los tiempos de lo que fuera la compañía de Luz y Fuerza del Centro, (absorbida por la Comisión Federal de Electricidad), en la actualidad son sólo recuerdos en la mayoría de las empresas públicas y privadas.
Con las reformas legales a las leyes del Seguro Social y el ISSSTE, ideadas con el propósito de lograr un saneamiento de las fianzas públicas, con el apoyo de otras medidas aplicadas durante anteriores administraciones gubernamentales, (en las que la presidencia estuvo a cargo de los tecnócratas), las organizaciones sindicales inequívocamente perdieron poder de acción en beneficio de sus agremiados.
Las renegociaciones contractuales, con el paso de los años, tendieron a favorecer mayormente los intereses empresariales sobre las demandas obreras, lo que algunos lideres sindicales ni siquiera objetaron, sabedores de que, comúnmente, en el recorte de conquistas laborales, se dejan a salvo los beneficios que reciben las dirigencias en los sindicatos.
Por distintas causas pues, la situación económica de los trabajadores en el país, en vez de mejorar empeoró en los gobiernos de la tecnocracia, lo que hace propicio el surgimiento de un nuevo sindicalismo como el que intenta auspiciar Napoleón Gómez Urrutia.
Claro que un cambio real en favor de los trabajadores, requiere líderes que dejen de estar pensando en cómo seguir explotando para su provecho personal las representaciones sindicales que detentan, ocupándose más bien de renegociar mejores acuerdos obrero-patronales.
Y no se trata de lanzarse a un antagonismo que ponga en riesgo la estabilidad empresarial ni mucho menos que lastime el derecho que tienen los hombres de negocios a obtener una ganancia apropiada ante sus esfuerzos y compromisos de emprender bajo su cuenta y riesgo una actividad económica lícita, nada menos que en tiempos de alto riego por la creciente criminalidad, además de una supuesta agitación de los trabajadores para boicotear actividades empresariales con huelgas “locas”.
De modo que cualquier acción encaminada a la reagrupación sindical de los trabajadores, requiere un manejo cuidadoso de la relación con los patrones, haciéndoles ver a estos últimos la imperiosa necesidad de otorgar mejores condiciones laborales, lo que obviamente, no puede buscarse mediante lo que en tiempos pasados fue una funesta plaga: el gansterismo sindical.