Buscar algo nuevo
Armando Ríos Ruiz miércoles 29, Jul 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Desde su asunción a la Presidencia de México, el mandatario tabasqueño ha sido reiterativo en sus referencias al pasado, porque eso mantiene viva una flama que enciende los ánimos de sus simpatizantes y los pega a su figura como un imán atrae las partículas de hierro.
Citar todos los días a los neoliberales es una especie de vitamina que lo fortalece con sus seguidores, ante quienes aparece como un gigante que supo derrotar a los contrincantes con una votación cuantiosa, que lo convirtió algo así como en héroe nacional frente a los que no logran traspasar su miopía.
No fue así. Fue el hartazgo inducido por quien ocupaba el cargo más ambicionado, quien con sus acciones siempre encaminadas a obtener dinero de la manera más vil y cínica, sin importar lo burdos que eran los planes para tal fin, lo que motivó el coraje, el desprecio a los partidos tradicionales, corrompidos, podridos, e hizo voltear hacia el que significaba novedad y esperanza.
Fueron Enrique Peña Nieto y algunos colaboradores, los comprometidos en la tarea de imaginar, de inventar, de encontrar la forma de obtener numerario a como diera lugar, quienes abrieron las puertas de la Presidencia al arcaico y necio buscador. No hubo fraude, como era costumbre. Hubo un compromiso que todo mundo imagina sin conocerlo a ciencia cierta, de permitir la llegada a cambio de permitir la partida sin persecución.
Ahora, sin hacer nada que signifique cumplir con lo ofrecido en campaña, sino cualquier cosa sin importancia y hasta contraria a la razón y a las promesas, lo insignificante, magnificar el hecho y de paso recordar que en el pasado se hacían las cosas de otro modo, es suficiente para tener contentos a los recalcitrantes “amlovers”, que permanecen dispuestos a matarse por su amo.
Pero escuchar repeticiones y mentiras todos los días cansa. Muchos que votaron por la supuesta esperanza se dicen traicionados y se han volteado. Hacen videos para exponer que todo fue una mentira y que ahora se sienten gobernados por el peor Presidente en la historia de México. Ha traicionado su confianza, sostienen y vislumbran que caminamos derecho al desfiladero.
Por eso hizo extraditar a Emilio Lozoya, para hacer creer que llegó la hora de hacer justicia; que los peces realmente gordos, los que ordenaron el actuar de todos los funcionarios del sexenio pasado, tendrán su merecido. Pero éstos están despreocupados. Saben que no pasará nada. ¡Absolutamente nada!
Al Presidente no le interesa México ni los mexicanos ni los pobres ni nada de lo que dice, salvo para gobernarlos, para destruirlo todo con sus desatinos constantes. Le apura recuperar el crédito perdido y Emilio Lozoya puede servir para eso. Pero muchos han despertado y lo que pretende no logrará hacer efecto en la recuperación de la confianza extraviada.
Además, Lozoya no pisará la cárcel. Por lo tanto, el encanto no llegará. En lo particular me satisface, porque trataban de hacerle pagar todos los crímenes del sexenio anterior, para justificar la inacción contra los verdaderos responsables; para hacer creer que la autoridad al fin actúa en pos de los artífices de la corrupción enseñoreada con el equipo mexiquense.
La actitud del Presidente es electoral. Tiene el propósito de recuperar el terreno que ya sabe se ha ido y que continúa en la misma ruta. Muchos, pero muchos mexicanos ya se dieron cuenta de que el combate a la corrupción es sólo un mito que ronda en el desentendimiento, porque sólo habla de los que incurrieron en esas conductas, pero jamás en los que ahora hacen lo mismo.
Lo que no se sabe es cuánto durará el efecto que logre con este circo, entre los mexicanos que siempre se muestran dispuestos a creerle y entre los indecisos que no atinan a creer o a no creer. Lo que sí se sabe es que es imposible que dure hasta el día de las elecciones intermedias. Habrá que buscar algo nuevo.