La arena del desierto
Armando Ríos Ruiz lunes 7, Sep 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Hace muchos años, el ganador del premio mundial de Economía —cuyo nombre no recuerdo—, declaró que si el gobierno mexicano administrara el desierto del Sahara, en un año estaría importando arena. Aún no entraba siquiera en el sueño del actual Presidente llegar a ese peldaño político. Por tanto, no imaginaba que un día se convertiría en el destructor de todo un país.
En 2018, cuando el tabasqueño habló de su proyecto Jóvenes Construyendo el Futuro, dijo que destinaría 110 mil millones de pesos para ese gremio, de entre 18 y 29 años, para contener, entre otros problemas, el de inseguridad y delincuencia, que a dos años de iniciada la actual administración, ha tenido los resultados más negativos y desastrosos que alguien hubiera imaginado.
Además, ningún mexicano sensato, pensante, creyó que ese fuera el propósito real, sino el de comprar los votos más caros de la historia de México, abonando en la conciencia de quienes reciben, un agradecimiento forzado, para depositar sufragios a su favor cada vez que fuesen requeridos.
Es decir, pensó en un gasto superior a los 100 mil millones de pesos para lograr sus propósitos políticos o ahora sí, su sueño muy mexicano, pero no siquiera inspirado en sus propias concepciones y ambiciones, sino copiado a los mandatarios venezolanos, burdos, avariciosos, abusivos y arbitrarios.
Dijo aquella ocasión que eso ayudaría a que exista paz y tranquilidad. “Si se procura que haya crecimiento económico, si tenemos empleos, si se atiende a los jóvenes, si hay bienestar, se controla el problema de la inseguridad y la violencia”. Pero ya no hay arena y el panorama económico empeoró con la pandemia.
El cálculo del mandatario fue superado por el de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), que estimó el mismo gasto en 0.9 por ciento del Producto Interno Bruto, que estimado en pesos, alcanza la cifra de casi 200 mil millones de pesos cada año.
Seguramente vale la pena la inversión, si asegura una estancia en la presidencia indefinida y con posibilidades de heredar el cargo a familiares o a los amigos que garanticen futuro cómodo y cuidado extremo a los mismos.
Sólo que para los demás mexicanos significa continuar inmersos en la pobreza cada día más acentuada. Por lo mismo, acicateados por todos los jinetes del mal. Sabemos hasta por experiencia, que a falta de numerario, incremento del delito, porque es la única salida para la obtención de satisfactores. De ahí que el razonamiento del Presidente no tiene lógica.
Pero al gasto anterior hay que agregarle el del pago a los adultos mayores cada dos meses, de poco más de 2,500 pesos que, multiplicados por más de ocho millones, arroja una cifra superior a los 20 mil millones de pesos por bimestre. Esto, sin tomar en cuenta muchos otros gastos, que llevan al verdadero desfiladero a México.
Por si fuera poco, hay que tomar en cuenta que para contribuir a la disminución del crimen se necesitan otros recursos, como una mejor educación a partir del hogar, que requiere de un conocimiento extraordinario de los padres o por lo menos, de una inteligencia equilibrada o de una intuición bien orientada.
También de una educación en las escuelas, que hoy dista de ser aceptable. La reforma educativa del gobierno es considerada por los conocedores como “una propuesta pobre, mal escrita, mal fundada, con errores de sintaxis y fallas imperdonables”.
En la apreciación de Manuel Gil Antón, investigador de El Colegio de México, abolió las evaluaciones a los docentes que determinaban su permanencia en el magisterio, pero mantiene la estructura de la reforma anterior y sustituye a dos organismos clave de la reforma de Peña Nieto “por otros con distinto nombre, pero con funciones semejantes”.
Aún hay más rubros a considerar, para alcanzar los logros que el Presidente quiere, repartiendo el dinero que piensa es de él, no del pueblo.