Cada treinta años…
¬ Edgar Gómez Flores martes 15, Sep 2020Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
Me ha llegado a la mente el hartazgo de los mexicanos en toda su vida independiente. De aquí me nace la pregunta: ¿Cuánto tiempo tardamos los mexicanos de hartarnos por un gobierno, un sistema político u económico? La historia me da algunos datos interesantes.
Al concluir la lucha de independencia de nuestro país hace 199 años (27 de septiembre de 1821) la historia pasó como un huracán; tanto en lo político como en lo social. Tuvimos dos imperios; el del independentista Agustín de Iturbide y el de Maximiliano de Habsburgo; mantuvimos guerras con el imperio francés y el ejército de Estados Unidos de América; por otro lado, en manos de Antonio López de Santa Anna, perdimos más de la mitad del territorio y de manera destacada, encabezada por Benito Juárez, el Benemérito de las Américas, se realizó la gran transformación del Estado Mexicano, la cual a través de las leyes de reforma marcó una diferencia clara entre la Iglesia y el Estado.
Después, desde 1876, año que el general Porfirio Díaz toma posesión como Presidente Interino de la República, hasta mayo de 1911, que es exiliado durante la Revolución Mexicana, se cruzaron TREINTA años de un gobierno procapitalista, impulsor de la modernidad mexicana y a su vez generador de una divisón irreconciliable en las clases sociales (recordemos que durante este período se cruzaron los gobiernos de los presidentes Juan Nepomuceno Méndez y Manuel González Flores). La presencia histórica de Porfirio Díaz le daba todas las herramientas para consolidar la nación; era un hombre carismático y tenía en sus manos un Estado robusto, producto de las Leyes de Reforma. Sin embargo, la pobreza se hizo insostenible y la arrogancia de los hombres que poseían la riqueza dieron el punto de quiebre hacia el fastidio de las clases populares.
A partir de ahí, la Revolución Mexicana de 1910 reacomodó los poderes fácticos en todo el país. Después de una lucha sangrienta y traiciones, de todos los bandos, se generaron dos nuevas estructuras institucionales en nuestro país; la Constitución Política de 1917 y la creación del Partido Nacional Revolucionario, quien se transformó en el Partido de la Revolución Mexicana en 1938, durante el mandato del general Lázaro Cárdenas, partido que le dio vida, en 1946, al afamado Partido Revolucionario Institucional (PRI). Este nuevo partido político transformó a los generales revolucionarios en burócratas de la revolución y después de la nacionalización de la industria petrolera, la industria eléctrica y el apoyo irrestricto a los sindicatos de obreros y a las organizaciones campesinas y sociales, el PRI fue corrompiendo su poder y en un contexto de cambios internacionales; con la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento del socialismo en el mundo (la Unión Soviética, China y Cuba, principalmente), el PRI no supo adaptarse a un mundo democrático y con mayor apertura socio económica. Así, TREINTA años después de la verdadera transformación de ese partido, en la época de Lázaro Cárdenas, el PRI enfrentó el descontento de la naciente clase media mexicana y empezó el movimiento estudiantil de 1968 que concluyó con la matazón de Tlatelolco, donde en verdad empezó el resquebrajamiento de la “Dictadura Perfecta” (señalda así por Mario Vargas Llosa). A partir de este momento vinieron dos sexenios para olvidar, el de Luis Echeverría Álvarez y el de José López Portillo, quienes nunca pudieron contener el encono social, ni los vaivenes económicos. En este tenor, Miguel de la Madrid Hurtado, llega en 1982 sin candidato de oposición alguna y con una tarea a cuestas, transformar la administración pública y la forma de ver la economía. Después de inflaciones superiores al 150% Miguel de la Madrid logra consolidar un gabinete tecnócrata e impulsa al líder mayor Carlos Salinas de Gortari a la primera magistratura.
Con la tecnocracia nace una nueva forma de ver el gobierno, de ver la administración pública, de entender la economía. Se valoran a los egresados de las universidades extranjeras de tinte monetarista y las universidades públicas mexicanas se ven deprimidas por sus “obsoletos” planes de estudio. En esta época se firma el tratado de libre comercio con América del Norte, se realizan evaluaciones econométricas de los planes sociales, se vigila el déficit público y México forma parte de los organismos internacionales encargados de homologar las políticas públicas del mundo. Sin embargo, durante este período de TREINTA años (1988–2018) la pobreza en México no disminuyó (más del 50% de la población) la corrupción siguió integrada en el sistema político mexicano y las oportunidades de un mexicano para salir de su pobreza eran marginales.
Fuen en 2018 cuando el pueblo de México, ahora por la vía electoral, manifestó su hartazgo votando por la Cuarta Transformación encabezada por Andrés Manuel López Obrador. Después de DOS años hemos visto a un gobierno despreocupado por la economía, con índices de inseguridad superiores a los de sus antecesores y con niveles de corrupción similares a los de períodos anteriores. Las ocurrencias de este gobierno como la rifa del avión presidencial, la descalificación del movimiento feminista, la tergiversación de la historia y la atención de la pandemia por Covid 19, nos hacen pensar si llegaremos a TREINTA años más de Cuatroté o podremos hacer que nuestra piel sea más sensible al dolor. Seguramente esta respuesta se empezará a dilucidar en las elecciones intermedias del 2021.