Regreso seguro
Freddy Sánchez jueves 5, Ago 2021Precios y desprecios
Freddy Sánchez
La reanudación de las clases presenciales es una prioridad nacional, inequívocamente.
Pero “lleve, truene o relampaguee” (caiga quien caiga), naturalmente que no.
El retorno a las actividades escolares en los planteles requiere gradualidad, paciencia y prudencia.
De ningún modo promoverlo y ejecutarlo: “ a tontas y a locas”.
Y para evitar esto último hace falta “una lluvia de ideas”, haciendo “tronar” el rigor científico siguiendo la “luz” de la inteligencia más allá del destello de “un relámpago de ocurrencias”.
O sea que, en ese aspecto, es preciso confiar en el sentido común de los padres de familia y los maestros, que serán los que se arriesguen con el regreso a clases y deben quedar en absoluta libertad de negarse en aquellos casos que así les parezca precavido.
En otras palabras: donde las condiciones de seguridad escolar no se den al ciento por ciento, exponiendo a los educandos, sus mentores, padres de familia y personal administrativo o de intendencia, a sufrir contagios es menester descartar el regreso a clases.
El prurito discursivo del retorno a las escuelas debe pues, sustituirse por la más amplia concertación de acuerdos para evaluar, revisar y adecuar las instalaciones en centros escolares en los que se pretenda volver a las actividades presenciales.
En todas las escuelas convendrá realizar un inventario unitario de las necesidades por atender y difundir el desarrollo de los avances hasta su culminación mediante un informe físico en cada plantel y por otros medios de difusión.
Algo así permitirá que los concurrentes a una escuela no tengan duda de que las condiciones para el regreso son las adecuadas y, por supuesto, también lo relacionado con las medidas a seguir: antes, durante y al término de clases.
El monitoreo de la evolución del regreso hasta que los riesgos de la pandemia hayan bajado sus altos niveles de peligrosidad, tendrá que mantenerse en operación en los centros escolares como medida de prevención y para la tranquilidad de los que entren y salgan de esos espacios.
Mucho entonces falta por hacer, antes de que se declare en óptimas condiciones de seguridad una escuela que deba recibir nuevamente a sus concurrentes y las que lo estén que sean evaluadas y certificadas por los propios mentores y padres de familia con el apoyo de expertos.
De ahí la necesidad de “irse con pies de plomo” en la intención oficial de reanudar actividades escolares, porque si bien es perfectamente entendible la conveniencia económica, académica y social que se intenta proteger, no por eso se justificaría un regreso a clases imprudente y desorganizado.
Así las cosas, entre más rápido se realice una operación general de rehabilitación de escuelas y se convoque a padres de familias y a maestros a nombrar representantes que supervisen y califiquen el desempeño de esas tareas, el retorno escolar podría tener una fecha tentativa con base en acciones específicas y no solo suposiciones y cálculos a la ligera.
Porque en este asunto no se vale “tener otros datos”, sino los que realmente se puedan verificar por todas las partes interesadas en conocer que el regreso a las aulas no es “a chaleco”, porque eso de que “primero muerto” que resistirse al regreso a clases sería una “locura” institucional y social de quienes le hicieran caso a un llamado a la imprudencia que pudiera atentar contra su propia salud y la de sus seres queridos.
Como lo ha dicho el Presidente: “nada por la fuerza; todo por la razón”.
Y justo de ese modo tiene que darse el regreso a las clases presenciales: sin necedades ni autoritarismo, sino previamente recurriendo a lo indispensable para la adecuación de los planteles, ofreciendo servicios de terapia psicológica a los que van a regresar a clases y cuidando no cometer precipitaciones funestas, y obviamente, garantizando: un regreso seguro.