Salvar la papa o la vida
Freddy Sánchez martes 17, Ago 2021Precios y desprecios
Freddy Sánchez
La imperiosa necesidad de evitar llevar a las empresas a una aguda crisis, lo que inevitablemente requiere no volver al radicalismo del cierre de actividades, a pesar del incremento en el número de contagios y de muertes por Covid, es una cuestión de entender y apoyar.
De hecho esa postura en favor de las acciones institucionales, con respecto a mantener el impulso a la economía, por encima de las medidas de carácter sanitario, se ha dado entre diversos sectores empresariales e industriales.
Asimismo, existe en la sociedad civil una parte de sus integrantes absolutamente de acuerdo con que no se apliquen otra vez medidas extremas de suspensión total de actividades económicas.
Entre los dueños de pequeños y medianos negocios, prestadores de servicios de transporte y de carga, distintos grupos de la burocracia nacional, educadores en general y demás afectados por las restricciones económicas derivadas de las medidas sanitarias, no es menor el número de los que quieren mantener abiertas sus puertas para generar ingresos y poder afrontar sus necesidades básicas.
Se entiende entonces el clamor de muchos en pro de la no restricción de actividades económicas, aunque la presencia de una tercera ola de la Covid en nuestro país se haya traducido en una constante en materia de acumulación de contagios y decesos.
La gente necesita allegarse recursos mínimos indispensables para poder vivir.
Ante lo cual no puede haber objeción alguna.
Pero, eso sí hay que decirlo con mucho énfasis: no se puede incurrir en actitudes omisas ajenas a las debidas precauciones y acciones que el rebrote de la epidemia exige para evitar mayores y más funestas secuelas mortales por la enfermedad en propagación.
Y es que una cosa es dar pleno respaldo a la reactivación de la economía no incurriendo en cierres absolutos en distintas actividades, y otra completamente absurda al olvidarse de adoptar al mismo tiempo extremas medidas de protección a la salud.
Las dos premisas frente a la situación que se está viviendo en México (como ya sucede en otras latitudes), amerita poner en práctica una doble acción que favorezca la continuación de los apoyos en torno de las aperturas de actividades públicas y privadas, a la par de ser más estrictos imponiendo lo que sea menester para contener los efectos dañinos del repunte pandémico.
Más allá de la interpretación que cada quien le quiera dar a los colores de los semáforos, (trátese de ciudadanos o autoridades), al menos en tres puntos se debe sustentar la pauta a seguir en aras de impulsar lo económico sin descuidar lo relativo a la salud.
Y es que si no se piensa exigir a todo concurrente a lugares donde haya gente trabajando o divirtiéndose, que demuestre que ya fue vacunado, (lo que sería aconsejable al igual que se hace en distintos países para autorizar el desarrollo de algunas actividades), por lo menos dos asuntos no pueden dejarse a la buena voluntad de la gente.
El uso de cubrebocas y la sana distancia para evitar contactos de riesgo en centros de quehaceres laborales, de reuniones sociales diversas y cualquiera otra que llame a la multitud a ocupar espacios cerrados.
Las autoridades de común acuerdo con los prestadores de servicios, empresarios en general, comerciantes o dirigentes de organizaciones sociales, deben cerrar filas y adoptar acciones restrictivas inviolables para el desarrollo de actividades en tanto la presencia del mal fario que atenta contra la salud no aplaque sus secuelas mortíferas.
De modo que los responsables de funciones oficiales, en los tres niveles de gobierno, están obligados a compensar con las acciones pertinentes a favor de la salud el apoyo dado a lo económico. Ambas cosas se pueden adoptar y no ponerse en la fatídica disyuntiva de: salvar la papa o la vida.