Un instante de poder
Freddy Sánchez jueves 25, Nov 2021Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Perfecta o imperfecta, una dictadura es una dictadura.
En ciertos momentos y lugares operando como una simulación de la democracia para disimular los actos de autoritarismo del que ejerce el poder. Lo que a México aparentemente le ocurrió durante el “imperio” del PRI a lo largo de varias décadas hasta que los propios priistas de antaño (obligados por distintas circunstancias) abrieron espacios a la oposición real a la que se enfrentaban y como es sabio después llegaron las dolorosas derrotas ampliamente conocidas.
Aunque antes de eso la población en general (seducida por diversos métodos manipuladores de la conciencia para someterla a la voluntad de un poder dominante) en forma voluntaria recurrió reiteradamente a las urnas para elegir a los candidatos postulados por el partido gobernante.
Una serie de prácticas desaseadas para inducir, obstruir, sustituir o inventar votos a favor de los abanderados del priismo, permitieron un sinnúmero de elecciones truculentas con la finalidad de vencer cómodamente a los adversarios (legítimos o creados artificialmente) para la simulación de una democracia que siendo falaz daba la pauta a que todo se decidiera desde el mando presidencial, aparentando respeto a la voluntad popular.
De ahí lo que por muchos años se dio en llamar la “dictadura perfecta”. Y a la vez se caracterizó por un reparto subsecuente del poder entre los aliados presidenciales, en tanto el que ordenaba pudiera hacer lo que le viniera en gana desde el poder Ejecutivo federal.
Cabe mencionar naturalmente que después de algunas sucesiones presidenciales, el “gran dedo elector” del Presidente en turno se equivocó al decidir la elección de su sucesor y las consecuencias del error se pagaron con creces afectando intereses personales del “señor de Los Pinos”, sus familiares o amigos políticos.
De cualquier modo el casi absoluto influjo del presidencialismo en toda clase de decisiones se mantuvo prácticamente intacto hasta que se tuvo que ceder el manejo de los procesos electorales a representantes de la sociedad, si bien en algunos casos alineados con los partidos políticos, con suficiente autonomía e independencia que con el paso del tiempo se llegaron a ejercer por encima de afanes de intromisión desde el poder central del gobierno.
Por supuesto que las “clientelas electorales” del priismo, largamente funcionales, gracias al reparto de distintos beneficios sociales, a efecto de comprar votos al igual que en forma directa eso se hacía descaradamente en época de comicios, incidió en la permanencia del PRI en muchos cargos de elección popular hasta que por fin se dio aquella famosa caída priista con el arribo a Los Pinos de Vicente Fox.
Y desde entonces, el gobierno en turno que solía ingeniárselas de una u otra forma (el panismo dos sexenios y otra vez el PRI con el regreso de Peña Nieto) buscando tomar el control de las clientelas electorales dejó de contar ampliamente con ese medio propicio para la manipulación electoral al no seguir siendo patrimonio exclusivo del poder presidencial en ejercicio.
El mismo presidente López Obrador durante los 18 años previos a su arribo al poder Ejecutivo, una y otra vez alentaba a gente a recibir lo que fuera que quisiera darle el gobierno federal y los gobiernos estatales, en poder del PRI o el PAN, pidiéndole a sus potenciales electores que a la hora de votar lo hicieran por el movimiento que él representaba.
Y obviamente, la estrategia a fin de cuentas le funcionó a López Obrador y Morena, porque cuando la gente vota con indignación por lo que ve cualquier cosa puede suceder. Lo que según dicen ciertos críticos de Andrés Manuel se pretende eliminar volviendo con reformas constitucionales al mando absoluto presidencial.
Con un INE y un Trife propicios para la manipulación presidencial, Morena se evitaría salir pronto del poder si la mayoría electoral que lo puso en esta posición puede ser objeto de inducción con los programas sociales en operación y el control total de los órganos electorales, minimizando el riesgo que en las urnas da a la gente en cada elección un instante de poder.