Delincuencia en su gloria
Armando Ríos Ruiz viernes 1, Jul 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
En este espacio he comentado que la disparatada e insultante estrategia de abrazos, no balazos es la causante de que el crimen se haya disparado a niveles escalofriantes. Que los dichos de su creador, el Presidente, de que ya da frutos es una mentira de su tamaño. Si los da, son para engendrar lamentos por la cantidad de muertes acumuladas a lo largo de sus tres años y pico de gobierno.
Hace poco dije en una de mis entregas, que confecciono un semanario con los temas que más preocupan a los mexicanos. Este trabajo me permite descubrir cuáles son los más abundantes e importantes. De pronto, la delincuencia comenzó a llenar todos los espacios de los medios, debido a su aumento extraordinario, con tendencia a crecer más cada día.
La reciente afirmación del mandatario de que su estrategia ya da frutos, no es más que el dicho de una mente enferma, acostumbrada a proferir mentiras sin recapacitarlas un ápice. Su secretaria de Seguridad ha incurrido en la misma farsa, seguramente porque le ordenan que la represente. Sabemos que su ocupación estaba dentro del periodismo, lo que la convierte en incapaz de manejar asuntos de seguridad. Ni siquiera cubrió la fuente policíaca.
Los últimos días hemos sido testigos a través de los medios, de una serie interminables de crímenes cometidos en todos los rincones del país. Seguramente quedarán impunes y hasta con un dejo de placer morboso por parte de la autoridad que los permite y que se niega a investigarlos. Las hay que de plano las ven como normales y hasta se disculpan de no realizar ninguna indagatoria, con el dicho de que “fueron los narcos”.
En el restaurante Suntory, un octogenario de nombre Jesús Hernández mató a balazos a una jovencita, su esposa. Fue detenido mientras la pistola utilizada desaparecía del escenario y él alardeaba de que se sintió un sugar daddy, o un padrote con nombre inglés.
En Chihuahua, un tipo asesinó a los sacerdotes jesuitas Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales, en su camino de regreso a la comunidad de Cerocahui, donde pasaron décadas antes de que les arrebataran la vida. Ante la reacción de dicha comunidad religiosa, el Presidente protestó con un total desprecio, con palabras que ni siquiera venían al caso, pero que utilizó para denostar al gremio con meros disparates.
“¿Qué quieren entonces los sacerdotes? ¿Que resolvamos los problemas con violencia? ¿Vamos a desaparecer a todos? ¿Vamos a apostar a la guerra? ¿Por qué no actuaron cuando Calderón?” Sostuvo que hay una campaña para perjudicarlo y como siempre, echó culpas. Las autoridades permitieron los crímenes y las autoridades locales hasta ofrecieron protección, sentenció. ¿Y la participación del Estado que él representa, para hacer justicia?
En Guadalajara, el arzobispo José Francisco Robles Ortega, denunció que la semana pasada fue detenido en dos ocasiones por “retenes del crimen organizado en la región norte de Jalisco, colindante con Zacatecas, misma zona donde el obispo Sigifredo Noriega Barceló, reportó hace un par de días que durante una gira fue detenido por hombres armados que lo dejaron continuar luego de identificarse”. Ahí está la prueba de su competencia con el gobierno.
Los medios también dieron cuenta del aumento alarmante de los delitos de alto impacto, como el homicidio doloso, extorsión, lesiones dolosas, el robo en general y la violación, “en lo que va de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, en comparación con los datos del gobierno pasado de Enrique Peña Nieto; mientras que los asesinatos duplican las cifras del periodo de Felipe Calderón Hinojosa”. Gracias Presidente, por su atinada táctica.
En lo que va de la administración, 56 alcaldes han muerto a manos del crimen organizado. Conste que en mi tintero quedan decenas de ilícitos perpetrados en sólo una semana. Pero hay que continuar dando abrazos. Es el mejor método para fomentar la violencia, que según el Presidente, no quiere.