Seguridad de la inseguridad
Freddy Sánchez martes 20, Sep 2022Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Antes, como podían entrar en cualquier momento a una cárcel presuntos culpables de delito, así de rápido salían. Actualmente, entran y difícilmente salen de una prisión presuntos inocentes.
Y ninguna de ambas cosas puede ser digna de satisfacción, sino más bien al revés, pero cuál de las dos es la peor.
A favor o en contra de estas estrategias de seguridad dentro y fuera del gobierno cualquiera puede “decir misa” (saliendo airadamente en defensa o para repudiar una u otra acción institucional), aunque el sentido común más elemental indica que ninguna de dichas herramientas ha funcionado de manera adecuada. Porque igual que en tiempos pasados las calles están inundadas de malosos cometiendo impunemente sus delitos.
Con antelación a la aplicación de la prisión preventiva oficiosa, los sujetos a un proceso penal tardaban más en entrar que en abandonar un reclusorio ante lo que se dio en llamar la “puerta giratoria” para los que amparados en la presunción de inocencia cometían uno o varios delitos, pudiendo recuperar pronto su libertad para volver a delinquir.
Según ciertos cálculos conocidos extraoficialmente (en voz de actores directos de la aplicación de la ley), hubo reincidentes de delito que en pocos años fueron atrapados infraganti, los encarcelaron y no tardaron en estar de regreso en las calles más de diez y hasta quince veces.
De ahí que algunos justifiquen la permanencia de la prisión preventiva oficiosa que es aplicada en cuanto se procesa a un presunto delincuente que haya incurrido en un catálogo de delitos elaborado ex profeso.
El problema en este caso es que no hace falta probar ninguna culpa de nadie y ni siquiera tener algún elemento que le de sustento a la presunción de culpabilidad delictiva de un sujeto (sea quien sea: Hombre, mujer, rico o pobre, joven o viejo, “juan de las pitas” o un conocido político), puesto que si una autoridad responsable de la persecución de los delitos se lo propone, simplemente acusa al que “se le da la gana” del delito que amerita “prisión preventiva oficiosa” y con eso lo meten a la cárcel sin más trámite.
Con toda proporción guardada, naturalmente, pero algo semejante ocurre a lo que se decía que era habitual en tiempos de don Porfirio: “Mátalos y luego averiguamos”.
En la actualidad, podría decirse que lo que se hace es meter a la cárcel a una persona sin juicio alguno y condenándolo a pasar muchos años preso tratando de demostrar su inocencia y en algunos casos intentando echar abajo la prisión preventiva oficiosa, padeciendo la cárcel en lugar de poder llevar su proceso en libertad como le ocurrió a Rosario Robles tres años.
Y así como a la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México, les pasa a muchos sujetos a reclusión por una supuesta presunción de culpabilidad al haber incurrido supuestamente en un catálogo delitos que sin más ni más ameritaron su encarcelamiento.
A causa de ello, según se ha dicho: La mitad de las prisiones están ocupadas por presuntos culpables a los que no se reconoció su derecho a la presunción de su inocencia.
Y mientras tanto, otra realidad igualmente funesta sucede porque la delincuencia organizada opera a plena luz del día diariamente sin que la estrategia de seguridad que en apariencia sería severamente afectada si se cancelara la “prisión preventiva oficiosa” en realidad haya demostrado que sirve a los fines oficiales de mitigar la consumación exponencial de los delitos.
Y es que como dijo el Presidente: donde no hay un grupo predominante existen batallas sangrientas entre bandas criminales disputándose el control territorial, lo que hace suponer una cosa. En los lugares en los que no se dan las peleas por el dominio territorial entre mafiosos criminales es donde el delito se consuma con impunidad contra los ciudadanos. Así las cosas, cabe pensar que la prisión preventiva oficiosa no es eficaz y por lo mismo la única certeza es la paradoja de la seguridad de la inseguridad.