Engendro del INE
Freddy Sánchez jueves 13, Oct 2022Precios y desprecios
Freddy Sánchez
De ser eliminado el Instituto Nacional Electoral (INE), la democracia podría quedar “muerta y sepultada”.
Esa es una aseveración refutable, pero al mismo tiempo previsora.
Lo primero, porque no necesariamente la desaparición del INE significaría anular los procesos electorales democráticos en el país. Incluso una nueva práctica de los mismos podría ser más trasparente e irreprochable, a plena satisfacción de cualquier grupo político y social demandante del más absoluto respeto a la voluntad de la mayoría electoral al momento de repartirse el poder entre los distintos contendientes en una elección.
Y es que con las medidas legales adecuadas y las personas idóneas en los puestos electorales, a fin de que se cumpla a cabalidad con la imparcialidad, legalidad, autonomía e independencia en el actuar de la institución a cargo de realizar las elecciones en el país, nadie tendría porqué dudar que el procedimiento se estaría realizando con “limpieza”.
Algo en lo que seguramente creen y por lo que abogan quienes de un tiempo atrás vienen cuestionado las tareas del INE atribuyéndole decisiones parciales para favorecer ciertos intereses políticos partidistas.
De tal suerte, que los que tienen bajo la mira al INE y pugnan porque desaparezca para que en su lugar se haga cargo del manejo electoral en el país, un nuevo organismo que podría ser dependiente del gobierno, es de suponer que verán con buenos ojos la propuesta presidencial de que los cargos de consejeros electorales (manzanas de la discordia) en torno a las diferencias sobre el tema surjan de una elección de candidatos propuestos por los tres poderes.
Y justamente en ese aspecto es en el que se empantana la discusión acerca de si el instituto sirve o no sirve para dar aliento a las buenas causas de la democracia.
Es este sentido, unos aseguran que eso no sucede realmente porque el INE está bajo el mando de consejeros “domesticados” por partidos políticos y de ahí que se apoye la intención del jefe del Ejecutivo para que los que reemplacen a los actuales consejeros, provengan de una elección popular y tal cosa los acerque a la gente que los nombre.
Eso que, por el otro lado, los suspicaces ponen en duda que vaya a suceder al tenerse la idea de que si los consejeros serán propuestos por los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial para que después la gente vote por ellos, es de pensarse que esos encargos recaerán en quienes igual podrían tener la inclinación de convertirse en fieles sirvientes de sus nuevos “amos”.
Y por lo mismo, algunos expresan con estridencia su rechazo sobre la intención de que el presidente elija a los candidatos del Ejecutivo, a sabiendas de que podría hacerlo en el Congreso dando órdenes a los legisladores de su partido e inclusive en el Judicial, donde tiene influencias.
Un hecho negado desde el gobierno y creído entre sus críticos y opositores, lo que alimenta las suspicacias en torno a las relaciones existentes y por venir entre los tres poderes, estando sobre la mesa la inevitable sospecha de lo que podría darse en el futuro con una sistemática injerencia presidencial en sustitución de la que se atribuye en la actualidad a los partidos políticos respecto al modo de manejarse de los consejeros electorales.
Dicho de otro modo: Se teme que los paleros de los institutos políticos, sustituidos por nuevos consejeros electorales, se comportarían como empleados de Andrés Manuel. Exactamente lo mismo que se piensa de algunos consejeros y magistrados electorales en funciones y de ciertos ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
De ahí, que exista la suposición de que al INE se le quiere sustituir por lo que antes fuera la aduana electoral del gobierno en la Secretaría de Gobernación, hasta que Carlos Salinas le dio paso a la creación de un instituto que supuestamente estaría al servicio exclusivo de intereses ciudadanos.
Cosa que si con el paso de los años se ha alejado de su propósito original, los que defienden a este instituto demandan que se corrija sin eliminarlo y mucho menos creando lo que podría ser un engendro del INE.