Gobierno sin pueblo
Freddy Sánchez jueves 20, Oct 2022Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Un hombre con fama de sabedor de ciertas cosas que algunos no entendían y otros ignoraban, solía externar: En una sociedad de buena moral no deben “tocarse” con propósitos insanos los preceptos legales superiores, los niños y la democracia.
Así que con en esas consideraciones, inevitable es mencionar que en México las normas legales plasmadas en la Constitución y los niños, por desgracia han sido “vulnerados” a placer lo mismo que ha ocurrido con la democracia. Qué hacer entonces para que estos “hábitos amorales” no existan más, teniendo la voluntad de castigar a los que con arbitrariedad se den el lujo de seguir incurriendo en fechorías legales, políticas y sociales.
Un país mucho mejor tendríamos, naturalmente, si se aprobaran leyes que sirvan al bien común y se respeten; por ningún motivo se incurra en atentar contra la dignidad, la salud, la seguridad y la vida de nuestros infantes y la voluntad de la mayoría a la hora de elegir representantes populares, se respetara sin manipulación alguna cooptando, pervirtiendo o comprando votos para “perpetuar” en el poder afanes mezquinos de gobernar abusando de los demás al amparo de la democracia. En ese tenor, este último punto se visualiza actualmente en un inexorable proceso de transición lo que algunos suponen que será para el bienestar colectivo y otros, por el contrario, advierten que está en curso la intención de “tomar por asalto” la democracia para saciar avaricias rapaces.
De ahí que es de fundamental importancia en los tiempos actuales de México, que quienes se consideren demócratas y crean en esta figura para la administración y el control del poder salgan en su defensa a fin de cerrar los caminos presentes y futuros de los que a pesar del descontento social que provocan algunas deplorables acciones institucionales, mediante una y mil patrañas anti democráticas puedan conservar bajo su dominio las áreas de gobierno y los escenarios legislativos y judiciales.
Y después como “plagas” insaciables dedicarse a acumular beneficios personales vulnerando los derechos de quien sea con tal de desposeerlo de lo que ellos pretenden para sí y sus hordas de incondicionales.
Es por ello que la salvaguarda de la democracia amerita unificar esfuerzos y emprender las movilizaciones que sea menester antes de que cualquier grupo político, empresarial o delictivo se quiera dar el lujo de declararse cínicamente y quién sabe por cuánto tiempo: “la democracia soy yo”.
Eso que triste y funestamente sucede en varios contornos de la tierra bajo el “látigo” de los dictadores indispuestos a dejar el poder, aunque sus respectivos países se “incendien” a causa de la descomposición social que provocan sus hipócritas excesos, las “carnicerías” persecutorias contra sus críticos y opositores y demás inmoralidades emprendidas sin pudor ni recato en tanto cualquier alevosa arbitrariedad en su estilo de gobierno les permita seguir en “el ajo” del poder absoluto, prepotente e inhumano.
De tal suerte que sea la oposición, grupos empresariales, mafias criminales o el partido en el gobierno los que pudieran estar fraguando un plan para demoler las estructuras de la democracia, es un deber de la mayoría impedirlo, porque quienes lleguen al poder y lo ejerzan conforme a la voluntad de una mayoría democrática, indiscutiblemente son los mejores prospectos a una representación popular.
En la inteligencia de que si en un plazo legal específico, (seis años en la Presidencia de la República, igual tiempo en el Senado y tres años en la Cámara de Diputados), los elegidos no demuestran eficiencia y honestidad, simplemente se les pueda correr de los puestos electorales y poner a otros. Así ha funcionado y debe seguir funcionado la democracia en nuestro país, lo más cercano al gobierno ejercido por la sociedad civil y cuya contra parte con una simulación de la democracia se convertiría en un gobierno sin pueblo.