Antes de la marcha el INE no se toca
Armando Ríos Ruiz lunes 14, Nov 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Me hubiera gustado escribir esta columna sobre los hechos de ayer, respecto a la manifestación en defensa del INE, a la que convocaron, hasta donde un servidor sabe, más de 70 organizaciones civiles. Desde muchos días antes, la convocatoria comenzó a reflejar el hartazgo de la sociedad, al que ha orillado, en tiempo récord, el dueño de Morena, imbuido de un egocentrismo sin límite. Convencido de que sus votantes no solamente lo convirtieron en Presidente, sino que además, le regalaron el país completo para disponer de él como le plazca.
No fue posible por estar inmerso en la misma. ¿Pero, por qué hartó tan rápido, a diferencia del PRI, que pervivió más allá de medio siglo, hasta que los latrocinios de los políticos se volvieron insolentes y comenzaron a caer en excesos y a enriquecerse a la vista de los mexicanos con lujo de cinismo, sin siquiera ocultar su sed de dinero, para lo cual urdieron las acciones más burdas o menos complicadas, sin ningún ingenio, sin operaciones discretas?
Porque a pesar de todo, en el caso actual, el primer mandatario inició una ola de embestidas contra lo que México había logrado a través de muchos años, que ofrecían soluciones a los diversos problemas que puede padecer una nación de las dimensiones de la nuestra. Porque ha ido reduciendo paulatinamente, pero seguramente, los espacios de supervivencia y de buena vecindad, al enfrentar a los mexicanos contra sus congéneres y al atropellar la ley, porque es mejor que la mejor ley.
Porque llenó su gabinete, que quería igual al de Benito Juárez, con los políticos más ineficientes, con aquello de que prefiere 90 por ciento de honestidad y 10 de experiencia. Pero los resultados han sido cero de lo primero y cero de lo segundo. El único que supuestamente resuelve es él. Sus ayudantes están para llenar el hueco. No para pensar y menos para resolver. Para obedecer a ciegas. Sin derecho a disentir con la opinión más temerosa. Es que con su carácter arbitrario, con sus decisiones impositivas, mejor callar y obedecer para retener el cargo.
Porque es evidente su ansia de destruir. Comenzó con el aeropuerto en Texcoco, que competiría con los mejores del mundo y que traería divisas perfectamente calculadas, en mayor cuantía, para sustituirlo con una “central camionera” que ni su pueblo natal, Tepetitán, merece. Como tampoco lo merece a él mismo ni como alcalde, puesto en el que también hubiera fracasado, aunque nadie lo notara. Salvo sus paisanos.
Porque su egocentrismo, su enfermedad de pseudología fantástica o mitomanía y su autoritarismo, lo presentan como un ser inferior, pero seguro de ser portador de la palabra divina y de la razón superdotada, cuando la realidad lo desnuda y lo anuncia como un ser con un coeficiente que dista del normal, por estar muy por debajo de este nivel. Esto es causa de que psicólogos de buena talla digan que padece una enfermedad grave.
Ya que hablamos del coeficiente, el de Porfirio Muñoz Ledo es sobradamente superior. El ilustre historiador José Iturriaga, su maestro, lo calificaba como el mejor alumno que hubiera tenido en su vida. Consideró que “la marcha en defensa del Instituto Nacional Electoral del próximo domingo será histórica y marcará el principio del fin del presidente Andrés Manuel López Obrador. Como todo lo relacionado con el tema, debe haberle caído como cubeta de agua helada”.
“Los ciudadanos ya le perdieron el miedo al discurso de odio, virulento y despótico que (el Presidente) ha repetido toda la semana ante esta movilización”. No obstante, otros pensaron en que la reacción presidencial, siempre impredecible, podría desembocar en la intromisión de grupos de choque, al recordar lo que dijo en una reunión de banqueros en Acapulco, antes de llegar a la Presidencia, de que si había fraude electoral soltaría al tigre.
Dijo además, que “en el fondo lo que busca el Presidente es dinamitar al INE, que fue el esfuerzo de una generación de mexicanos para lograr la independencia y autonomía del órgano electoral’’ y revela que “López Obrador siempre tuvo una ambición despótica, por eso siempre busca polarizar”.