Narco-cárceles
Freddy Sánchez jueves 23, Feb 2023Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Qué será más deplorable, las causas de la corrupción, el delito y la impunidad en las cárceles como un reflejo de lo que ocurre en el país o a la inversa.
Sea lo que fuere, todo indica que se trata de más de los mismo.
Una especie de anarquía delictiva dentro y fuera de las prisiones en México. Como si se diera un gobierno paralelo entre bandas de la delincuencia organizada y autoridades carcelarias para el manejo de los mal llamados centros de rehabilitación social que prácticamente nunca lo han sido en territorio nacional.
Y es que éste último, por momentos, pareciera sometido a las disputas de control territorial entre grupos criminales y autoridades municipales y federales.
La cuestión es que difícilmente alguien puede decir con razón que el imperio de la ley es el que se impone en las cárceles del país, porque en los hechos el tráfico de droga, prostitución, robos, extorsiones, golizas y atentados contra la vida de los pobladores de las prisiones, es tan común como sucede a lo largo y ancho del territorio nacional.
En ese contexto, probablemente no es exagerado afirmar que hay cárceles como poblaciones en el país, en donde la única voz de “autoridad” que se expresa con don de mando es la de los mafiosos.
De modo que si en algunos establecimientos carcelarios al igual que en pequeñas y medianas ciudades no se suscitan alborotos graves contra la tranquilidad la razón no tiene que ver con la eficacia de autoridades para imponer el orden, sino como resultado de que los delincuentes “gobiernan” y sus víctimas obedecen, sin que haya alguien del poder institucional que lo pueda evitar y en algunas ocasiones al menos fingir que lo intenta.
Es de suponer por ello que la corrupción consistente en comprar y vender impunidad ante las conductas ilícitas y eso garantiza cierto orden en el comportamiento social citadino o el de las poblaciones carcelarias, en tanto no ocurran confrontaciones entre bandas delictivas por disputas territoriales.
Las habituales matanzas en los penales al igual que las “carnicerías” asesinas entre matones de la delincuencia organizada en tales o cuales municipios del país, suelen darse ante la mirada pasiva de representantes de la ley, salvo cuando por algún motivo en particular se toma la decisión de adoptar una acción legal para restaurar el orden.
Bajo esta expectativa cabe señalar que el predominio delictivo en la mayoría de las cárceles de México y un sinnúmero de poblaciones pareciera un mal que no tiene remedio o más bien que por distintas causas no se ha podido o querido erradicar en bien de la seguridad colectiva con la preservación de la paz social.
Como en tantos otros países latinoamericanos, el crimen organizado con esporádicos destellos para combatirlo por parte de autoridades, tácitamente se ha convertido en un gobierno alterno en aquellos lugares donde las bandas delictivas operan impunemente.
Un mal que, por supuesto, no provocó el actual gobierno de México, pero que lamentablemente tampoco ha podido remediar a lo largo del presente sexenio por más que con estadísticas contra el crimen se pretenda crear un sensación de que las cosas mejoran.
En la práctica, la delincuencia en las calles y prisiones del país sigue siendo tan activa como incontenible. Con supuestos pagos de renta por complicidades de autoridades, intercambio de favores y de vez en cuando traiciones y venganzas entre mafias del delito queriendo ejercer su poder sin obstrucciones en los centros de rehabilitación social y un sinfín de lugares bajo la dominación delictiva.
De ahí que entre la población general se hable de lo que sigue siendo un mal que no se termina: Las ciudades del crimen y narco-cárceles.