Mal y de malas
Freddy Sánchez jueves 9, Nov 2023Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“Cero pillerías” o “el que no transa no avanza”…
Lo primero y no lo segundo, en apariencia, al menos será lo predominante en la reconstrucción de Acapulco.
Porque distintos empresarios y organizaciones civiles en disposición de apoyar han dicho que lo harán siempre y cuando puedan tratar directamente con los afectados.
Y es de suponer que de cumplirse cabalmente esa condición el gobierno federal ejercerá una estricta vigilancia en torno a los pasos a seguir para evitar abusos y desviaciones.
O sea que ambas partes (iniciativa privada y la 4T) se estarían “cuidando las manos” con la finalidad de que nadie pueda fácilmente “llevar agua a su molino”, al sacar cualquier clase de provecho personal con motivo del gran despliegue de apoyos privados que se tratan de acordar para resolver la emergencia acapulqueña y la existente en demás municipios guerrerenses afectados por el huracán “Otis”.
En ese sentido, cabe imaginarse que se pretende adoptar una mecánica de previsión que garantice el flujo de recursos materiales en pos de lograr objetivos en bien de los damnificados y una adecuada y amplia “resucitación” de las actividades económicas colapsadas por el destructivo embate de la naturaleza, sin que el manejo de mucho dinero se traduzca en las corruptelas comunes en estos casos. Y es que como dice un dicho: “la burra no era arisca, los palos la hicieron”.
De ahí, la imperiosa necesidad de poner en práctica medidas que impidan la incorrecta aplicación de los fondos que deban ser utilizados para la reconstrucción, lo que de ocurrir “a ciegas” y “manos libres” podría significar el equivalente a otro “devastador huracán” en perjuicio de Acapulco y sus habitantes. Y eso, justamente, es lo que gobierno federal y empresarios se tienen que empeñar en impedir a toda cosa.
Al respecto, cabe mencionar que los dueños de capital y representantes de asociaciones civiles dispuestos a participar en los trabajos de reconstrucción tomaron la decisión de proceder en primer lugar a realizar mesas de trabajo con el propósito de definir una plan de acción.
Es decir ponerse de acuerdo sobre el qué, cuándo, cómo y quién asumirá tal o cuál compromiso respaldado por su dinero que será necesario erogar en una gran cantidad para que en realidad se logre una recuperación de lo perdido con la construcción de viviendas para los afectados y la infraestructura que permita poner nuevamente “de pie” las actividades turísticas afectadas y en general lo básico para una vida digna de los pobladores de Guerrero.
Una cuestión que se dice fácil, pero será un singular reto hacer que esto se cumpla en poco tiempo.
Es menester, por lo tanto, que se mantenga un diálogo con buena voluntad de entendimiento entre el gobierno y los privados para que no se repita lo de ocasiones anteriores en las que se adoptan acuerdos que se cumplen a medias o de plano se truncan.
La consecuencia natural de pretender que una de las dos partes en busca de acuerdos intente someter a sus caprichos a los de enfrente hasta que los mismos se revelan porque tratándose de empresarios y representantes de asociaciones civiles cuando se proponen formalizar acuerdos con el poder público es habitual comprobar que “no tienen un pelo de tontos”.
Así que para que se dé un buen acuerdo fértil y duradero debe haber lo que realmente impida que Guerrero siga estando mal y de malas.