El beso de Sicilia
¬ Juan Manuel Magaña miércoles 30, May 2012Política Spot
Juan Manuel Magaña
No es una costumbre mexicana besarse entre hombres, a menos que haya un lazo familiar estrecho, como entre padres e hijos, abuelos, tíos y sobrinos, y a veces entre hermanos. En ocasiones, suele darse ese beso entre muy entrañables amigos, que han vivido y compartido cosas que, como se dice, llevan en el alma. Y párenle de contar (otra cosa muy distinta de este tema es la homosexualidad).
Pero Sicilia se la pasa besando ostensiblemente a medio mundo y lo hace como un acto confesional. Desde su profundo catolicismo besa en forma asexuada a su prójimo. En forma amorosa. Y así puede besar a quien sea, por grandes que sean sus fallas, por inmensos que sean sus crímenes. Sicilia con un beso perdona y ama a su prójimo. Eso dice.
El problema es esa actitud de Sicilia y otros, aplicada a la política. Y la experiencia de cómo se aplica o se inmiscuye la religión en ese terreno ha sido de lo más lamentable en México. Lo de menos es que ciertos usos religiosos desorienten. Lo realmente preocupante es que pretendan manipular a la población, cosa muy frecuente en nuestro país. El escritor Jorge Luis Borges llegó a admirar en La Biblia una doctrina del perdón, cuya influencia debía ser benéfica para la humanidad. Pero para los mexicanos no ha sido el caso.
Esta doctrina la han manipulado intensivamente en los últimos 30 años para que los mexicanos perdonen y además olviden toda clase de pecados del poder. No han hecho sino querer colocar el perdón entre la víctima de un agravio y la justicia.
Los ejemplos sobran en el mundo de crimen y corrupción en que han convertido al país: políticos sin escrúpulos, ex presidentes de la República, líderes sindicales, jerarcas religiosos, magnates de los monopolios, magistrados y jefes policiacos. Los niños en este país han sido abusados por religiosos pederastas sin castigo. Con la gente se trafica y también se le cobra impuestos injustos y se le impone precios indecentes.
Las peores ofensas contra el pueblo se han cometido -y qué más que la de los 60 mil muertos- pero el poder quiere que el pueblo perdone. Y para eso cuenta con el clero a su servicio. Y por ahí pareciera a veces ir Sicilia. Como cuando un día pidió la cabeza del jefe policiaco, Genaro García Luna, para al día siguiente perdonarlo. O como ese día en la plaza cuando la gente gritaba de hastío “¡fuera Calderón!”, y él, perdonador, aplacó a la muchedumbre y le advirtió que la cosa no iba por ahí.
Sicilia no se atrevió a besar a Calderón, pero sí lo hizo con el senador Manlio Fabio Beltrones. Y ahora lo hizo con dos candidatos y una candidata, pero uno más lo rechazó. Sicilia aplicó una fórmula muy mediática para el encuentro de su movimiento de víctimas de la violencia con los candidatos: los zarandeó duro y los besó. Se erigió en una especie de aduana por la que los aspirantes tenían que pasar para ver quién resistía mejor sus golpes o sus besos. En eso consistió un encuentro, que no fue tal.
Pero con su beso, Sicilia ganó fotos e imagen en la prensa y una supuesta superioridad moral sobre todos aquellos a quienes descalificó. Y el tema principal, el de los 60 mil muertos, fue hecho a un lado. Sicilia pareciera olvidar -o distraer sin querer la atención- sobre quién es el verdadero responsable de ese hecho brutal: se llama Felipe Calderón. Y por eso, el frustrado encuentro quedó convertido en una simple pasarela.